Comentario de mercado viernes 18 de Marzo

Las bolsas cerrarán la semana con subidas lideradas por Europa (el IBEX sube un 2,5% en la semana pese a la caída del 1% de hoy) en la cuarta semana de la invasión de Ucrania. El ataque ruso a civiles ha enquistado las negociaciones entre ambos bandos, que no obstante continúan. Mientras, Estados Unidos reitera su apoyo a Ucrania con armamento de defensa, insistiendo en que el conflicto será largo y sin descartar el uso de armamento nuclear desde Rusia. Hoy mismo se reúnen los líderes estadounidense y chino, en donde es previsible que Biden le recuerde a Xi Jinping que el apoyo bélico de Pekín a Moscú traerá consigo importantes sanciones económicas.   

JP Morgan asegura haber procesado el pago de intereses en dos emisiones soberanas de Rusia (el 16 era el pago de cupón y tenía 30 días para evitar el impago), hecho que aleja las expectativas de default por primera vez desde 1998. Este hecho no ha impedido que Standard & Poor´s haya rebajado la calificación crediticia del país en un escalón, hasta CC, sólo dos niveles por encima del default, ante su creencia que la deuda del país es “altamente vulnerable al impago”. En China, y según señala esta mañana el Financial Times, el Gobierno estaría dispuesto a ceder ante la SEC y facilitar información contable de grupos chinos cotizados en Estados Unidos, ante la amenaza de prohibir su cotización en los mercados estadounidenses.

El IPC de Estados Unidos subió un 7,9 % en los últimos 12 meses (frente al 7,5 % del mes pasado) a un nuevo máximo en 40 años. Esta publicación de datos cubrió principalmente un período anterior al aumento más reciente en los precios del petróleo. La subyacente, que excluye los volátiles precios de los alimentos y la energía, aumentó un 6,4%, esto ha provocado que la Fed subiera tipos esta semana por primera vez desde el 2018, como luego comento.

Como comentaba la semana pasada el término estanflación es ahora el mayor temor de analistas, estrategas, inversores…

Importante esta semana:

Este miércoles la Fed subió los tipos un 0,25% por primera vez desde 2018.

 

La Reserva Federal (Fed) cumple con la hoja de ruta prevista al elevar el precio del dinero en un cuarto de punto para combatir la inflación, tal y como adelantó su presidente, Jerome Powell, hace un par de semanas. Se trata de la primera subida que realiza el banco central estadounidense desde finales de 2018, con una previsión de hasta seis revisiones más del 0,25% este año.

La Fed pone fin a la política monetaria con los tipos de interés cercanos al 0% (se situaban en la franja entre el 0% y el 0,25%) y a los estímulos económicos que se pusieron en marcha para paliar los efectos de la pandemia desde 2020. Con un incremento de un cuarto de punto, los tipos en Estados Unidos se enmarcan ahora en una banda entre el 0,25% y el 0,5%.

Las nuevas previsiones publicadas el miércoles por la Fed apuntan a terminar el año con los tipos cercanos al 1,875%, más o menos tal y como estaban antes de la pandemia, y llegar a alrededor del 2,75% para fines de 2023, manteniendo este nivel a lo largo de 2024. Eso implicaría un total de siete subidas de un cuarto de punto este año, y otras tres o cuatro el próximo ejercicio. Aun así, Powell dejó claro que en cada reunión analizarán los datos “para tomar una decisión y, si hay que acelerar el ritmo, lo haremos”.

El llamado diagrama de puntos (Dot Plot) de la Reserva Federal que el banco central usa para señalar su perspectiva para el camino que tomen los tipos, señala que los miembros del comité esperan aumentar los tipos seis veces más este año.

Se trata de un paso más rápido de lo que la Fed había previsto inicialmente, cuando se habló de unas tres alzas de un cuarto de punto en 2022. Después, a medida que la inflación seguía alcanzando cotas históricas, se llegó a hablar de hasta cinco revisiones, pero tras el inicio de la invasión rusa en Ucrania, los analistas habían vuelto la mirada hacia una transición más lenta. La respuesta que plantea el banco central es mucho más rápida en comparación con las nueve subidas de los tipos entre 2015 y 2018. Sin embargo, se acerca más al periodo entre 2004 y 2006, cuando la Fed llevó a cabo 17 revisiones al alza consecutivas.

Otra palanca que la institución tiene previsto accionar es la reducción de su balance, con un valor cercano a los nueve billones de dólares, prácticamente el doble que antes de la pandemia. Aunque Powell no facilitó muchos detalles, sí apuntó a la posibilidad de que la Fed empiece a desprenderse de estos activos en la próxima reunión, que se celebrará en mayo.

El objetivo, tal y como explicó Powell es doblegar la inflación, que el mes pasado alcanzó el 7,9%, marcando un nuevo récord histórico en los últimos 40 años. La meta es que el IPC se sitúe en el 2% a largo plazo. Powell apuntó que espera que el incremento de los precios se relaje a partir del segundo semestre del año. Aun así, las previsiones son peores ahora en comparación con los cálculos que el banco central manejaba en diciembre de 2021, cuando preveía finalizar 2022 con la inflación en el 2%. Ahora, las estadísticas con las que trabaja indican que no bajará del 4,3%.

Como telón de fondo, la crisis en Ucrania, que amenaza con disparar aún más los precios, sobre todo tras el incremento del coste de la energía. Estados Unidos ha vetado las importaciones de gas y petróleo procedentes de Rusia. Si bien no tiene el mismo impacto que en Europa, donde la dependencia es mucho mayor, sí es cierto que el precio de la gasolina no ha dejado de subir en las últimas semanas.

También han empeorado las cifras de crecimiento económico, que han pasado de un pronóstico de un alza del Producto Interior Bruto (PIB) del 4% al 2,8%, aunque esto no es algo que preocupe a Powell, que considera que este registro “muestra un crecimiento muy fuerte”, pese a estar por debajo de lo inicialmente previsto.

Los analistas ya daban por descontada la decisión de la Fed, pero están preocupados por la incertidumbre en el ritmo de la subida de tipos, sobre todo porque el fantasma de la estanflación sobrevuela las decisiones de la Fed, igual que en el resto de los bancos centrales de todo el mundo. El riesgo al que se enfrentan es que los precios sigan subiendo más allá de verano, mientras que el crecimiento económico se resiente.

De hecho, en esta decisión, no ha habido unanimidad en el consejo, ya que James Bullard, presidente de la Reserva Federal de San Luis, era partidario de subir los tipos medio punto, hasta situarlos en la franja entre el 0,5% y el 0,75%.

Esta semana también era noticia el níquel, que reanudaba la cotización en el mercado de materias primas de Londres, tras una semana sin poder cotizar, tras subir un +250% hace dos semanas, lo que llevó a la imposibilidad de poder aumentar las garantías, por parte del principal tenedor de futuros en esta plaza (la metalúrgica china Xiang Guangda, que tuvo que ser respaldada con crédito concedido por las autoridades chinas y JP Morgan). El níquel se estrenaba con una caída de un -5% y volvía a forzar a la Bolsa de Metales de Londres a detener de nuevo su cotización por volatilidad, enfureciendo a los principales brokers que participan en esta plaza por este grave problema de iliquidez que pone en duda el buen funcionamiento de este mercado.

La OCDE publicó lo que es el primer estudio oficial del impacto de la guerra de Ucrania. Implicará un menor crecimiento a nivel mundial de -1,1%, a la Eurozona le restará un 1,4%, y una mayor inflación de +2,5%, para la Eurozona +2,1%, pero no impedirá que se mantenga un buen dinamismo, principalmente por la inercia que se llevaba.

En Estados Unidos, la producción industrial subió un +0,5% mensual en febrero (+7% interanual), las casas iniciadas se incrementaron un +6% mensual y las peticiones de subsidios de desempleo se situaron claramente por debajo de niveles prepandemia.

En Europa ayer se confirmó el alza del IPC general al +5,9% interanual (frente al +5,1% anterior) principalmente por la energía, pero ya todos los sectores suben precios de forma generalizada y la subyacente escala al +2,9% interanual (frente al 2,4% anterior).

Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE), ha retrasado las expectativas de una subida de tipos en Europa. Lagarde señaló ayer que la autoridad monetaria cuenta ahora con “más margen” desde que finalicen las compras de deuda para afrontar los siguientes pasos en la normalización monetaria y que podrán disponer de ese margen “si es necesario”. Cuando habla de subida de tipos, el BCE se refiere a la tasa de depósito, que es el interés al que remunera el dinero que los bancos aparcan en Fráncfort y que está en -0,5%. Es referencia hace ya unos años para el precio del dinero.

La presidenta del BCE aclaró así los nuevos cambios introducidos en la comunicación del banco central desde la semana pasada, cuando el organismo dictaminó que no subirá los tipos de referencia hasta “un tiempo después” de que finalice el programa de compras de deuda. Este evento está sujeto a la evolución de las condiciones macroeconómicas, pero se prevé que pueda alcanzarse al término de julio, lo que pondrá el foco a partir de entonces en la evolución del precio del dinero.

Christine Lagarde aprovechó su intervención en la reconocida cumbre “El BCE y sus vigilantes”, organizada cada año por el Instituto de Estabilidad Monetaria y Financiera y la Universidad de Goethe y celebrada ayer en Fráncfort, para poner los puntos sobre las íes después de que los mercados tomaran sus palabras por el lado más duro.

Desde el pasado jueves 10, y a tenor de los altos registros de la inflación, los inversores habían comenzado a anticipar hasta cinco subidas de tipos este año, lo que supondría iniciar las alzas ya en julio. Lagarde fue ayer más concreta sobre lo que significa el cambio en el discurso del BCE adoptado en la última reunión es relevante, pues hasta ahora había mantenido que ese “tiempo después” podía traducirse en que las subidas se produjeran “tanto meses después como semanas”. Todas esas posibilidades siguen abiertas ante la significativa incertidumbre, pero ahora parece claro que la máxima responsable de la política monetaria tiene en mente con este movimiento retrasar la subida de tipos una vez que los estímulos no convencionales lleguen a su fin.

El matiz de Lagarde, que provoca un mayor choque entre las perspectivas del organismo y las expectativas de los analistas, va en línea con lo transmitido por el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos.

A comienzos de semana, el banquero central español había adelantado que la nueva comunicación de la autoridad monetaria “amplía las posibilidades de distanciamiento temporal entre el final de las compras netas de deuda y el momento en que comencemos a elevar nuestros tipos de interés”.

Philip Lane, economista jefe del organismo monentario, señaló ayer las diferencias entre la evolución de la economía europea y la de Estados Unidos, donde la Fed ya ha iniciado el ciclo de subidas de tipos. A su juicio, es importante resaltar que la subida de los precios excluyendo la energía y los alimentos (los elementos más volátiles y menos dependientes de la política monetaria) se han situado por debajo del 3% en Europa, frente al más del 6% que registra EEUU. Asimismo, Lane recordó que las expectativas sobre la inflación a medio y largo plazo siguen ancladas cerca del objetivo del 2%.

La UE retrasa el tipo mínimo de sociedades del 15% hasta 2024. La reunión del Ecofin se saldó sin acuerdo para fijar un suelo fiscal para las multinacionales, con algunos países manifestando discrepancias. Francia, sobre quien recae la presidencia rotatoria semestral de la UE, lideró una nueva propuesta que retrasa la implementación del tipo mínimo hasta el 2024 e incluía reglas de carácter voluntario durante cinco años, permitiendo superar el veto de Hungría y Estonia, aunque países como Suecia, Polonia y Malta continúan sin dar el visto bueno al borrador.

La confianza de los inversores y analistas en Alemania se deteriora con intensidad. El aumento de las presiones inflacionistas, pero sobre todo el conflicto en Ucrania ha castigado la confianza y el índice ZEW ha caído con fuerza en marzo, según se publicó este lunes. En particular el índice de expectativas del ZEW bajó hasta -39,3 desde el 54,3 anterior y muy por debajo del 5 previsto. Un fuerte deterioro de las expectativas de analistas e inversores que sitúan este indicador en su nivel más bajo desde marzo de 2020, una muestra de la virulencia del deterioro de las expectativas que trajo el conflicto militar a los mercados.

En China, los precios de la vivienda nueva siguen cayendo. En febrero se registró un descenso del -0,13% mensual de los precios de la vivienda nueva en las 70 mayores ciudades del país. Con este dato, en términos interanuales el ritmo de crecimiento de los precios se ha moderado al avanzar un +1,15% desde el +1,65% anterior. Por el lado de las viviendas de segunda mano, la caída de los precios fue del -0,28% mensual lo que sitúa en terreno negativo la evolución en términos interanuales hasta una caída del -0,3% frente al avance del +0,3% de enero.

En Rusia además del Gobierno, 18 empresas están en riesgo de ‘default’. Una cuestión atenazaba el miércoles por la noche al mercado era si el Gobierno ruso pagaría los intereses de su deuda que vencían el 16 de Marzo (117 millones de dólares) en dólares o lo haría en rublos, lo que también equivaldría a un impago, finalmente repagó esa deuda en dólares, como he comentado antes. aunque todavía no los ha entregado, el ministro de Finanzas ruso, Anton Siluanov, indicó que el país ha transferido ya el pago del cupón que vencía antes de ayer a pesar del bloqueo de sus cuentas por parte de Estados Unidos, “dimos ya la orden de pago, ahora la pelota está en el tejado de las autoridades estadounidenses, en primer término”. No es un asunto menor. Como una muñeca rusa, el default del Gobierno podría ir dando paso a impagos más pequeños. La deuda total en el exterior de las corporaciones rusas alcanza los 60.000 millones de dólares (54.500 millones de euros), el triple que el Estado ruso.

La situación es inversa a la de 1998, fecha del último impago de Moscú. La deuda del Gobierno ruso equivalía al 135% del PIB, frente al 19% de 2021, y las obligaciones con instituciones internacionales se situaban en 150.000 millones de dólares, siete veces más que en la actualidad.

Es decir, ahora mismo hay más riesgo de crédito en el sector privado ruso que en el público. Hay 18 empresas con emisiones vivas por más de 500 millones de dólares, en su mayor parte del sector energético y minero. La principal es Gazprom (6.280 millones de dólares), seguida por Lukoil, Norilsk Nickel, Veon Holdings, Rosneft, GPN Capital, GTLK y Sberbank. Otras firmas con deuda internacional son Polyus Gold, Severstal, VTB, Phosagro, Sibur Securities, Novatek, Steel Funding, Evraz, SCF Capital y Alrosa.

Muchas de estas compañías se ven entre dos fuegos: las sanciones internacionales limitan su acceso al sistema financiero para hacer frente a sus obligaciones y, por otro, Moscú les reclama minimizar el uso de divisa externa para defender el rublo, como hace el propio Putin.

Según Guy Stear, de Société Générale, “el riesgo de una cadena de impagos de las corporaciones rusas parece serio y los precios de los bonos pueden caer más. Las ratios de recuperación de la inversión podrían ser bajos, y su cobro complicado”.

Pero dada la situación especial de Rusia y un nivel de deuda manejable, no se espera contagio a otros países.


La guerra de Rusia cambiará el mundo. Martin Wolf. Financial Times.

Está surgiendo un nuevo mundo. La esperanza de unas relaciones pacíficas se desvanece. A cambio, estamos siendo testigos de la guerra de Rusia contra Ucrania, amenazas nucleares, un Occidente movilizado, una alianza de autocracias, sanciones económicas sin precedentes y una gran crisis energética y alimentaria. Aunque nadie sabe lo que va a pasar, sí presagiamos que esto va camino de convertirse en un desastre.

Es lógico buscar un responsable. Para muchos, el culpable es la expansión de la OTAN en Europa Central y del Este. Una de las voces más destacadas es la de John Mearsheimer, el distinguido académico, que culpa a la decisión de Estados Unidos de abrir la posibilidad de adhesión a la OTAN a Ucrania en 2008. Comparto esta visión, aunque también discrepo.

El error fue la ambigüedad. La oferta sólo debería haberse hecho cuando Ucrania se incorporara como miembro de pleno derecho. Pero me mostré a favor de la expansión de la OTAN hacia los antiguos satélites rusos porque “las buenas vallas hacen buenos vecinos”. Rusia es consciente de que si ataca a un miembro de la OTAN, habrá guerra. Pero el caso de Ucrania es distinto. Por eso esta invasión parecía una opción fácil para el déspota del Kremlin.

En cuanto a por qué lo hizo Vladímir Putin, una explicación es que dirige un régimen fracasado. Sólo el imperio puede justificar su gobierno. La economía rusa, dependiente de las materias primas, está muy por detrás de la polaca. Es un paraíso para los rentistas. Hoy, esos mismos rentistas son los matones de Putin y eran los “oligarcas” de la época de Boris Yeltsin. Aunque Ucrania también ha fracasado económicamente, es una democracia. Para Putin, esa aspiración es intolerable.

Tras la caída de la Unión Soviética, muchos confiaban en un mundo guiado por la cooperación y el intercambio mutuamente beneficioso. Pero el conflicto entre las grandes potencias era cuestión de tiempo. Estados Unidos disfrutó embriagado de su “momento unipolar”. El régimen de China se hizo más poderoso y autoritario bajo el mandato de Xi Jinping. Presa de su resentimiento, Putin decidió invadir un país del que se cree dueño. Suenan ecos de la primera Guerra Mundial. Entonces, fue Austria, el socio más débil, y no Alemania, quien inició el conflicto. Hoy, es Rusia, el socio más débil en su alianza con China.

El apoyo prometido por China amenaza con convertir los peligros creados por la guerra de Rusia en una catástrofe. Transformaría el mundo en dos bloques, con enormes consecuencias para la economía y la seguridad. Sin embargo, un Occidente movilizado sigue siendo mucho más fuerte. El impacto de las sanciones occidentales lo demuestra. Un Occidente unido empequeñece a Rusia en todos los aspectos, excepto en personal militar y cabezas nucleares. Incluso con la ayuda de China, Occidente es significativamente más poderoso, excepto en las cifras. Sin embargo, hay que evitar, en la medida de lo posible, un choque a largo plazo entre Occidente y un bloque autoritario formado por Rusia y China. Sería una temeridad.

Hoy, por tanto, estamos ante un mundo en plena transformación. Pensemos en los desafíos que tenemos por delante. El más evidente es la necesidad de poner fin a la guerra en Ucrania, que es a la vez una invasión a un país pacífico, a una democracia y al orden mundial. China debe intentar ayudar a sacar a Rusia de su atolladero. No es difícil entender por qué respalda a Putin. Entre otras cosas, sus líderes seguramente comparten su desprecio por las democracias. Sin embargo, se trata de un grave error. Como la historia nos ha enseñado, las sociedades libres, cuando se movilizan, son muy poderosas porque cuentan con el apoyo de su pueblo.

La unidad también es fundamental para gestionar la crisis económica que se avecina. La combinación de una guerra, una crisis de suministro y la alta inflación es desestabilizadora, como ya se pudo comprobar en la década de 1970. La inestabilidad financiera también parece muy probable. Sin embargo, las autoridades monetarias no pueden ignorar la alta inflación. Así que los gobiernos tendrán que recurrir a ayudas fiscales para los más vulnerables.

Además, Occidente debe reforzar sus defensas en todos los frentes: militar, energético, cibernético y económico. Es inevitable, por desgracia, que en un conflicto con enormes ramificaciones la seguridad sea lo primero. Este no es el mundo que ninguna persona en su sano juicio desea. Pero es el que nos ha tocado vivir. Es fundamental que la UE se convierta en una verdadera potencia de seguridad. Tiene el poder económico y demográfico para equilibrar a Rusia. A pesar del Brexit, Reino Unido debe participar lo más activamente posible. Estados Unidos necesita esa ayuda europea, ya que también tendrá que lidiar con la preocupante China de Xi Jinping.

A pesar de estas necesidades acuciantes, deberíamos intentar no abandonar todo lo conseguido en las últimas tres décadas. No estamos en guerra con los ciudadanos rusos y chinos que simplemente esperan un futuro mejor. Al contrario, a largo plazo pueden resultar nuestros aliados. Las sanciones deben ser selectivas, en la medida de lo posible. El futuro del comercio dependerá, sin embargo, de cómo –y después de cuánto tiempo– termine esta crisis.

No menos importante es recordar las preocupaciones que todos compartimos: el medio ambiente, la gestión de las pandemias, el desarrollo económico y la propia paz. No podemos sobrevivir sin cooperación. Si algo ha demostrado la locura de Putin es precisamente eso. El mundo en el que impera la ley del poder no es un mundo en el que podamos vivir con seguridad, como demuestran las amenazas nucleares.

La guerra de Rusia contra Ucrania ha transformado el mapa de nuestro mundo. Todo apunta a que habrá un prolongado brote de estanflación, con importantes consecuencias en los mercados financieros. A largo plazo, es probable la aparición de dos bloques con profundas divisiones entre ellos, así como una acelerada inversión de la globalización y el sacrificio de los intereses empresariales a la geopolítica. Lamentablemente no se puede descartar incluso una guerra nuclear.


El impacto económico de la guerra en Ucrania, de mal en peor. Martin Sandbu. Financial Times.

¿Cuáles serán las consecuencias económicas de la guerra que el presidente ruso Vladímir Putin está librando en Ucrania? Puede que esta pregunta no sea tan importante como el coste en vidas perdidas y destrozadas, niños huérfanos y comunidades desarraigadas. Pero es casi igual porque las consecuencias económicas también afectan a las vidas (y al sustento), y porque la evolución económica puede influir con el tiempo en el resultado de la propia guerra, o en la diplomacia que algún día la reemplace.

Por supuesto, es demasiado pronto para dar una respuesta muy ilustrativa. Pero al menos podemos recoger algunas de las primeras observaciones más útiles. ¿Cuáles son los efectos económicos de la guerra en la propia Ucrania, cómo están afectando las sanciones a la economía rusa y cuál será el impacto económico más general en otros lugares?

En lo que respecta a Ucrania, la propia guerra hace extremadamente difícil medir la situación económica con precisión. Con millones de ucranianos huyendo de sus casas y muchas ciudades bombardeadas, la actividad económica ordinaria debe suspenderse en gran medida. Luego están los daños físicos. Hace una semana, el asesor económico del presidente ucraniano cifró ya los daños en 100.000 millones de dólares (90.400 millones de euros).

Un informe del FMI completado el 7 de marzo incluye este dato revelador: en tiempos normales, la mitad de las exportaciones del país pasan por el puerto de Mariupol, que ahora está sufriendo el asedio más salvaje. La previsión provisional del FMI es que el PIB de Ucrania caiga un 10% en 2022 si la guerra no dura mucho. Los analistas del Fondo no se andan con rodeos: “Los riesgos a la baja son excesivamente altos”.

¿Y qué pasa con Rusia? La precisa combinación de sanciones impuestas nunca antes se había aplicado a una economía grande e integrada a nivel mundial, por lo que tenemos poca base para predecir la magnitud del impacto, aparte de que será grande. Pero, como señala Branko Milanovic, Rusia ya ha afrontado grandes crisis en el pasado: tras la revolución de 1917 y de nuevo al final del comunismo, y en la crisis monetaria y bancaria de 1998. (Se podría añadir la hambruna que Joseph Stalin infligió a Ucrania en la década de 1930).

¿Dónde puede ubicarse en comparación el golpe económico actual? Milanovic sugiere que “no va a ser tan agudo como el de 1992, ni tan (relativamente) suave como el de 1998”, por lo que podemos, “a grandes rasgos, situar la caída esperada en 2022 y en 2023 en una cifra de un dígito alta, o de dos dígitos baja”. Esto coincide con las previsiones sobre cómo experimentan los rusos las sanciones, y es un poco menos optimista que el Instituto de Finanzas Internacionales, que prevé una caída del 15% en el PIB de Rusia este año, con el riesgo “claramente inclinado a la baja”.

Vuelta a la Unión Soviética

Lo que parece sobre el terreno es una vuelta a la Unión Soviética: no habrá viajes, y desaparecerán productos o serán de baja calidad. Sergei Guriev, ex economista jefe del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, afirma que los precios de los medicamentos podrían subir entre un 50% y un 100%. La gravedad de la situación dependerá de si las sanciones actuales irán seguidas de un embargo del petróleo y/o el gas, y de la medida en que China ayude a Rusia a eludir las sanciones, sobre todo en el suministro de bienes tecnológicos. Es fácil imaginar que surjan problemas inesperados en la cadena de suministro al no haber acceso ya a piezas o servicios de otros países.

En palabras de Milanovic: “El problema es que, en la situación actual, no hay prácticamente opciones políticas buenas… Ya no se tratará de si a uno le gustan los controles de precios o no: se tratará de que habría disturbios masivos sin ellos”. Y añade que el inevitable contrabando tendrá consecuencias sociales: “La criminalización de la sociedad rusa, que viene desde los años 1990 y explotó bajo [Boris] Yeltsin, volverá a cobrar fuerza. Los próximos años del mandato de Putin se parecerán mucho a los peores años de Yeltsin”.

Las perspectivas son muy oscuras, tanto para Ucrania como para Rusia, y las cifras que los analistas ponen valientemente sobre el papel pueden ser demasiado optimistas. Mi intuición es que lo mismo ocurre con las repercusiones económicas en Europa y el resto del mundo. Nos enfrentamos a enormes shocks de oferta negativos con varias dimensiones: precios altos de la energía, sobre todo, pero también precios elevados de las materias primas alimentarias y el impacto de la alteración de los patrones comerciales, los flujos de refugiados en Europa y una incertidumbre geopolítica radical. Hasta ahora, los bancos centrales occidentales parecen decididos a endurecer la política monetaria ante este shock de oferta (si son sensatos al hacerlo es un tema que abordaremos en el futuro). Incluso los responsables de la política fiscal no han adoptado aún una postura de emergencia.

El BCE, que aceleró la semana pasada la reducción de sus compras de bonos, lo hizo sobre la base de unas previsiones económicas que apuntan a una mayor inflación, causada por el aumento de los precios de las materias primas, pero con una tasa de crecimiento aún decente. En su peor escenario alternativo “severo”, el crecimiento de la zona euro será del 2,3%. Y la OCDE sugiere un impacto de un punto porcentual en el crecimiento mundial por la guerra (y de 1,5 puntos en la zona euro).

Adam Tooze dedicó un reciente número de su boletín a informar sobre el debate en Alemania sobre a las consecuencias economías de poner fin a las importaciones de energía rusa. Según los análisis más optimistas, su economía puede adaptarse a la reducción de las importaciones con un coste insignificante. (Es de suponer que este tipo de adaptabilidad es también lo que subyace a la postura benigna del BCE sobre los shocks de oferta a los que nos enfrentamos). En el extremo más pesimista del espectro están los análisis que sugieren un coste de varios puntos porcentuales del PIB. Duro, pero no insoportable.

Cadenas de suministros

Es posible que estas previsiones sean correctas (y para ser claros, deberíamos dejar de pagar a Moscú por el petróleo y el gas aunque sean demasiado optimistas). Pero me preocupa que las herramientas habituales de los modelos económicos se queden cortas a la hora de predecir el efecto de este tipo de crisis. Recordemos dos lecciones económicas de la pandemia: las cadenas de suministro interdependientes y complejas significan que los pequeños trastornos en un lugar pueden amplificarse seriamente en otro; y un shock importante de oferta puede derivar en otro aún mayor de demanda.

Los responsables políticos están empezando a trazar las posibles repercusiones de la guerra de Ucrania. El vínculo más obvio es el de los precios de los alimentos, que ya se han disparado, y que sin duda subirán aún más si la temporada de siembra ucraniana no se salva pronto. Sólo un ejemplo de un resumen del FMI de las repercusiones mundiales debería ponernos muy nerviosos: Egipto importa el 80% de su trigo de Rusia y Ucrania. Dado que muchos países de África y Oriente Medio tienen una exposición similar, Europa podría enfrentar pronto otra crisis migratoria, además de los millones de refugiados ucranianos. Otro eslabón débil que al menos a mí me cogió por sorpresa es el papel de Ucrania en el suministro de muchos de los gases raros necesarios en los procesos industriales –como el neón, el criptón y el xenón–, incluida la ya castigada producción de semiconductores.

La cuestión es: los modelos estándar suelen funcionar mejor cuando las intrincadas interdependencias no nos cogen por sorpresa. Pero en este momento, parece razonable temer que las sorpresas que recibamos sean malas. Por otro lado, la pandemia también demostró que la política puede hacer mucho para contrarrestar las malas sorpresas si nuestros responsables políticos están dispuestos a actuar. Así que debemos esperar que el deseo de “normalizar” no sea demasiado fuerte en ellos.


El BCE y los analistas chocan en el ritmo de las subidas de tipos. Andrés Stumpf.

Ambigüedad para mantener la flexibilidad. El Banco Central Europeo (BCE) subirá los tipos “tiempo después” del momento en el que retire su programa de compras de deuda, un evento que se producirá al concluir junio si las condiciones económicas lo permiten.

Pero, ¿qué implicaciones tiene esa nueva guía que la autoridad monetaria ha incluido en su comunicado de la última reunión? La respuesta a esa pregunta varía dependiendo de quién la dé.

Christine Lagarde, presidenta de la autoridad monetaria, dejó abiertas todas las opciones en su última intervención al señalar que “puede ser desde un mes a una semana después”. El BCE manda esta señal ambigua adrede para blindar sus acciones en un contexto de elevada incertidumbre.

Muchos miembros del BCE se han adscrito a este mensaje. El gobernador del Banco de Francia, François Villeroy de Galhau, apuntó en esa dirección al señalar que el BCE no tiene ningún automatismo para subir los tipos de interés. A su vez, el presidente del Bundesbank, Joachim Nagel, señaló ayer que considera “extremadamente importante mantener las opciones abiertas” y “no comprometernos de antemano” a una fecha de subida de tipos.

El Banco de España, Pablo Hernández de Cos, señaló el martes que la nueva comunicación del BCE “amplía las posibilidades de distanciamiento temporal entre el final de las compras netas y el momento en que comencemos a elevar nuestros tipos de interés”.

Ese compendio de voces del Consejo de Gobierno apunta a que la subida de tipos podrá llegar antes o después en función de las condiciones económicas, pero ni mucho menos está ligada al acelerón en la retirada de las compras anunciado en la última cumbre. Será una decisión independiente y así quieren los banqueros centrales que lo valoren los agentes del mercado.

Discrepancia

Pero no parecen muy por la labor. Fuera de la institución europea, los inversores han optado por interpretar el nuevo mensaje por el lado duro y ven en el avance de la última cumbre una señal clara de que el precio del dinero subirá pronto en la región.

Los mercados descuentan que la tasa de depósito llegará al 0% en diciembre en Europa, lo que se traduciría en cinco subidas antes del final de año (o tres de mayor calibre). El precio del dinero, siguiendo este posicionamiento, debería subir ya este julio en el primer movimiento al alza en los últimos 11 años.

Esa visión está refrendada por las grandes casas de análisis que, aunque con distinta intensidad, también anticipan que tras la reunión de marzo se acerca el momento de la subida de tipos en la zona euro.

Desde la perspectiva del fin de las compras, una reducción más rápida abre la puerta a una subida de tipos de interés ya en septiembre e incluso en julio”, señalan desde el banco de inversión estadounidense JPMorgan.

Si la institución europea sube los tipos de interés en su cita de junio, lo haría habiendo pasado apenas 20 días desde el fin oficial de las compras netas de deuda.

Realmente, existe esa posibilidad, pero el nuevo mensaje busca que no se dé por sentado pues hacerlo endurecería las condiciones de financiación incluso antes de que llegara esa fecha y, además, no hay garantías de que la evolución económica vaya a hacer que sea necesaria esa urgencia.

Desde Bank of America, por su parte, anticipan que el BCE pecará de “falta de paciencia”. La entidad estadounidense maneja dos escenarios en los que ve al organismo que preside Lagarde subir tipos entre tres y cinco veces hasta el término de 2023. Para Bank of America, todo el camino del endurecimiento monetario dependerá de la evolución de los precios de la energía, aunque la primera subida de tipos llegaría como pronto en septiembre.


La Fed intensifica el cambio en política monetaria. José María Rotellar.

La Reserva Federal ha intensificado el giro ya anunciado hace meses hacia una política monetaria restrictiva. Si hasta ahora había anunciado tres subidas de tipos de un cuarto de punto en 2022, este miércoles ha subido los tipos 25 puntos básicos –situándolos entre el 0,25% y el 0,50%– y ha anunciado otras seis subidas más a lo largo del año –que llevarán los tipos al entorno del 2%–, lo que muestra la clara preocupación de la Reserva Federal por los momentos inflacionistas que vivimos. Es más, su previsión es que los tipos sigan incrementándose a lo largo de 2023, hasta llegar a un nivel cercano al 3%, con mantenimiento posterior, ceteris paribus. Todo ello si la inflación no siguiese descontrolada tras las primeras subidas, porque de suceder esto las subidas entonces podrían ser más agresivas.

La inflación en Estados Unidos es preocupante, con un 7,9% en febrero, un registro que no se veía desde hace cuatro décadas. Aunque la Fed tiene como objetivo principal estimular el crecimiento económico, la presión inflacionista es de tal magnitud que no puede permitir que se descontrolen los precios por el problema que supondría especialmente a medio y largo plazo, con pérdida de competitividad de su industria en los mercados y empobrecimiento generalizado de la población, máxime en un contexto económico adverso, que puede provocar la temida estanflación.

Es de esperar que el Banco de Inglaterra también acentúe la contracción monetaria de su economía, siguiendo al banco central estadounidense, después de las dos subidas que ha ejecutado este año el emisor inglés.

Por su parte, el Banco Central Europeo (BCE) sigue siendo reticente –o, al menos, lo era hasta esta decisión de la Fed; ya veremos ahora si modifica su postura– a la hora de tomar la iniciativa de una subida de tipos. Se limita a reducir las compras de deuda, pero no aplica una subida de tipos mientras la inflación empieza a descontrolarse en la zona euro.

Es verdad que hay que hacerlo con mucha prudencia para no provocar un colapso económico –es el problema de haber tenido el mercado inundado tantos años de una liquidez casi ilimitada y de no haber empezado a retirarla cuando los momentos eran propicios para ello–, pero o comienza a hacerlo o las consecuencias pueden ser mucho más graves todavía y pueden requerir ajustes más drásticos de la cantidad de dinero en el futuro si llega a enquistarse estructuralmente la inflación.

Subidas obligadas

Adicionalmente, al BCE no le va a quedar más remedio, al ejecutar la Fed ese conjunto de subidas, porque si la Reserva Federal sube tipos con esa intensidad y el BCE no hace nada, la zona euro puede empezar a tener problemas para financiarse frente a la zona dólar, ya que los inversores irán a esta última en busca de una mayor y más apetecible rentabilidad.

Si se hubiesen hecho reformas estructurales y se hubiesen ido retirando antes y de forma más rápida estímulos monetarios –incluidos los movilizados para combatir la pandemia–, no nos encontraríamos ahora con el grave problema que hay sobre la mesa. Los cuellos de botella se deben a rigideces de los mercados tanto por un problema de escasez de oferta en algunos de ellos como por la tensión artificial de la demanda en otros, con el gasto público exponencialmente incrementado recalentando la economía, además de alimentar el incremento de precios por una política energética fracasada, que hace que suban brutalmente los precios de la energía y que se traslade por toda la cadena de valor. Si la política monetaria hubiese sido más ortodoxa y se hubiese adoptado una política energética eficiente, los precios no se habrían incrementado tanto, pues los cuellos de botella sí habrían sido entonces transitorios, porque se habría producido el vaciado de mercados y se habrían, por tanto, ajustado los precios entre los distintos mercados, al ser el dinero finito, además de que la energía no habría impulsado tanto los precios al alza. Ahora bien, si se financian esos cuellos de botella de manera ilimitada, tal como se ha hecho con la política monetaria tan tremendamente expansiva, y nada se hace en materia de energía, entonces éstos no cesan y la inflación comienza a volverse permanente.

Debido a ello, las medidas de política monetaria tienen que ser ahora mucho más drásticas en unos momentos de máxime incertidumbre económica y ralentización de la recuperación, en medio de una guerra que contribuye a incrementar la tensión en los precios. Esto supondrá un encarecimiento de la financiación de las empresas y particulares, con subidas de cuotas hipotecarias que pueden oscilar entre 70 y 200 euros más al mes por cada subida de un punto porcentual, dependiendo de los plazos e importes de cada hipoteca.

En esa merma en el poder adquisitivo por la mayor cuota hipotecaria a pagar fruto de las potenciales subidas de los tipos de interés en la zona euro, tendrá una parte importante de responsabilidad el Gobierno de la nación, por no haber cambiado de política energética hacia una eficiente que apueste por la energía nuclear, y por haber intensificado los cuellos de botella con su desmedido gasto público. Ahí están los motivos y las consecuencias.

No obstante, se hace imprescindible que el BCE también lleve adelante el cambio en su política monetaria, para evitar que las consecuencias nocivas de la inflación perjudiquen todavía más a la economía. La Reserva Federal ha marcado claramente el camino y el BCE no puede seguir dilatando la toma de esta decisión o la economía europea sufrirá las consecuencias de un nivel muy elevado de precios de forma estructural junto a un estancamiento intenso de su actividad económica y un deterioro del mercado laboral.


Buen fin de semana.

Comentario de mercado viernes 11 de Marzo

El miércoles las bolsas europeas experimentaron la mayor subida diaria desde noviembre de 2020 tras las declaraciones de un alto asesor del presidente ucraniano, en las que admitía que el gobierno ucraniano estaba abierto a discutir las demandas de neutralidad de Rusia, siempre y cuando se le dieran garantías de seguridad, las bolsas se terminaron disparando, para cerrar con una subida del +7,4% el Euro Stoxx 50, +7,9% el Dax alemán o +7,1% el CAC 40 francés, ya que habían sido los índices más castigados en estos días de guerra. Hoy está pasando un poco lo mismo, las Bolsas europeas suben un 2% después de un titular en el que se dice que Putin es positivo en las negociaciones con Ucrania… veremos cómo acaba la guerra de titulares, porque Estados Unidos no se cree estas declaraciones y ha salido acto seguido un comunicado de la Casa Blanca en el que se dice que la propaganda del Kremplin podría ser una antesala del uso de armas químicas…

El impacto de la guerra en la economía dependerá de lo que dure el “shock” energético. De momento el movimiento ha sido del 20% (el movimiento más amplio desde la Gran Crisis Financiera) y en caso de mantenerse en estos niveles durante 6-8 semanas podría restarle un 0.25% crecimiento estadounidense y un 1% al europeo. A su vez la inflación será un 0.5% más alta y obligará a la Fed a subir tipos un 0.25% en marzo y otro 0.25% en mayo. En Europa, en cambio, no veremos movimientos de tipos hasta el año que viene, según los analistas de Julius Bär.

El consenso de analistas espera un 8% de crecimiento en Beneficio Por Acción para el 2022, y del 6% para el 2023. Está claro que vamos a ver revisiones a la baja, pero la pregunta es cómo serán de fuertes. Esta semana los estrategas de JPMorgan revisaban sus estimaciones del PIB de la Eurozona en un 2% hasta el 3,2% para el 2022, y aun así los beneficios empresariales se quedarían en positivo. La pregunta es si entraremos en recesión, entonces la situación cambiaría. Los inversores que están más negativos hablan de que el nivel de beneficios todavía está un 23% por encima del 2019, pero no deja de ser menos que Estados Unidos donde los BPAs están un 41% por encima del 2019, y si comparamos por ejemplo con el 2007, siguen estando en Europa un -8% abajo.


Hay tres preguntas que son muy difíciles de contestar: Cuánto tiempo va a durar el conflicto en Ucrania, hasta dónde y durante cuánto tiempo van a subir los precios del Gas/Crudo y si llevará la situación a una recesión en la Eurozona.


Si vamos a una recesión no habría que comprar Renta Variable. En las tablas de abajo del informe de JPMorgan se puede ver el comportamiento de beneficios/mercado de las últimas 5 recesiones (1990, 2001, 2008, 2012 y 2020 ) y la caída media es del 45% frente al 15% de caída que llevamos ahora (incluyendo la subida de hoy). Las revisiones de beneficios rondaban el -38%, y el mercado hacia suelo a un múltiplo PER de 12,3x (PER Actual de la Eurozona 12,6x frente a los 17,6x de hace unos meses). No hay duda de que los precios del gas van a hacer mucho daño, pero el rebote desde la situación Covid ayuda en términos de crecimiento, y los reguladores van a ayudar con medidas fiscales y monetarios (ya están diciendo muchos analistas que el BCE anunciara quizá esta semana por ejemplo que el plan de reducción de compras va a ser más lento). El Recovery Fund de la Eurozona aportará 503 billones de euros este año, en un entorno de tipos extra bajos y con China creciendo por encima de lo que a finales del año pasado estimaban los analistas.


JPMorgan está recortando en un 10% los objetivos de índices para el año, y por ejemplo, el precio objetivo para final de año del Euro STOXX 50 pasa de 4.770 a 4.300 (25% de potencial desde los niveles actuales), y el nuevo nivel objetivo para el STOXX 600 pasa de 520 a 500 (Precio de mercado 420 puntos, potencial del 20%). 

REVISION DE PRECIOS OBJETIVOS DE JPMORGAN:

La Eurozona está cotizando a una rentabilidad por dividendo del 2,5% frente a un medio de la rentabilidad del bono a 10 años del 0,31%, es decir, a un spread de +219bp en dividend-yield vs bond-yields, que de media desde el 2000 era de solo 40bp (dividend vs bond-yield gap esta en 170 bp más alto que en el pasado). Por otro lado, el dividend-yield de 2,5% en la bolsa Europea está también 200 bp por encima del credit yield (que también está un 0,8% for High Grade Credit).

ESTIMACIONES DE BENEFICIOS DEL CONSENSO:

 
DATOS HISTIRICOS EN RECESIONES:

El riesgo de posibles sanciones, así como el imperativo ético frente a agresiones de lesa humanidad, han vuelto tóxico al petróleo ruso haciendo que compradores y transportadores eviten tocarlo. Las experiencias pasadas apuntan a que los repuntes fuertes en el precio del petróleo duran semanas y no meses, aunque es difícil saber por dónde puede venir el alivio, Irán podría ser la alternativa según varios analistas.

Análisis Técnico de Julius Bär ¿Repetición de 1998? El 17 de agosto de 1998 Rusia impagó su deuda y podría servir de guía para el momento actual. El mercado, que ya había ido corrigiendo antes del evento, cayó un 15% adicional en septiembre y volvió a ese mínimo en octubre, llevando la corrección total al 22% desde el máximo. El mercado alcista secular no se vio alterado, lo que no quita para que el proceso de consolidación fuera largo y doloroso.

Los precios de la energía continuarán fuertes durante un espacio prolongado de tiempo, debido al incremento de la prima de riesgo. Europa tendrá que acometer un cambio drástico de modelo para mitigar su dependencia energética del exterior, lo que supondrá un incremento de la inversión en renovables, nuclear… así como acelerar los programas de eficiencia para racionalizar el consumo.

Esta semana Bloomberg Economics hizo un análisis del impacto que tendría en la inflación europea un precio del gas alrededor de los 300 MW/hora y un precio del petróleo en torno a 130 dólares el barril, y el análisis refleja que la inflación europea podría estar por encima del 6% durante la mayor parte del 2022.

Estados Unidos, energéticamente independiente, aborda esta situación con más distancia, debido a su poca exposición comercial a Rusia y Ucrania, el 4% de sus exportaciones y menos del 1% de las ventas de las compañías del S&P 500.

Fuente: Banca March.

El resto de las materias primas también han subido con fuerza, el precio del aluminio y del níquel cotizan en máximos de la última década, además los mercados de productos alimenticios también están muy tensionados ya que Rusia y Ucrania producen el 12% del trigo y un 4% del trigo, aunque supone un 20% de las exportaciones mundiales.

El Níquel subía por encima de 100.000 dólares la tonelada el martes y su cotización fue suspendida, esos niveles suponen los máximos de todos los tiempos. El material usado para el acero inoxidable o las baterías de vehículos eléctricos, subía un 111% y, como digo, London Market Exchange decidió cerrar el mercado, que permanecerá cerrado en principio hasta hoy, pero hoy tampoco abrirá según ha publicado el LME en un comunicado (The LME confirmed that it won’t resume nickel trading today and said it plans to publish a notice on price bands as soon as possible. Bloomberg). El lunes había subido un 140% (subió un 250% en dos días), una compañía china Tsingshan Holding Group que estaba corta del precio del Níquel tuvo una pérdida el lunes pasado de 8 billones de dólares, según el Wall Street Journal.

Según un informe del Think Tank Atlantic Council sólo en el periodo 2014-2020 la pérdida de crecimiento ruso motivado por las sanciones de la ocupación de Crimea fueron de 350.000 millones de dólares (50.000 millones de dólares anuales), equivalente a un 2,5%-3,0% anual por debajo del crecimiento potencial esperado. Es difícil calcular el impacto económico de las nuevas sanciones impuestas tras la invasión de Ucrania, pero si con las sanciones que se impusieron en 2014 y que tardaron 4 meses en implementarse (en este caso la implantación ha sido automática) fueron esas en este caso el impacto será muy elevado, a nivel global los analistas están rebajando las previsiones de crecimiento para este año (Banca March rebaja sus estimaciones de crecimiento del PIB mundial en un -0,40% hasta el +3,80%), aunque todas esas estimaciones dependerán de la duración de la actual situación.

Fuente: Banca March.

Para Europa el peor escenario sería que la economía global se enfrente en los próximos meses a restricciones en la oferta de gas, tanto por una respuesta de Rusia a las sanciones económicas internacionales como por la destrucción de algún gaseoducto que conecta las exportaciones rusas a través de Ucrania, a los consumidores de la zona euro.

El euro es de los activos que más está cayendo, por el deterioro de las perspectivas económicas y un Banco Central Europeo que será más cauto en la retirada de estímulos.  El euro se ha visto perjudicado por el incremento de las primas riesgo europeas, el euro ha perdido ya el nivel del 1,10 frente al dólar el nivel del 0,83 frente a la libra, niveles no visto desde el Brexit.

Eurodólar desde Marzo del 2014:

Eurolibra desde Marzo del 2014:

Eurofranco suizo desde Marzo del 2014:

Importante esta semana:

Lo más importante, a nivel de política monetaria, fue la reunión del Banco Central Europeo de ayer, como se esperaba el BCE mantuvo la política monetaria inalterada. Sin ser una decisión unánime se acelera la reducción de las compras del programa APP dejándolas en 40.000 millones de euros en abril, 30.000 millones en mayo y 20.000 millones en junio dándolo por terminado para el tercer trimestre del año lo que deja la puerta abierta para subir tipos en el 4T22 pero siempre en función de la evolución de los impactos de la guerra (“data dependent”). En este sentido, Lagarde adelantó que se está trabajando con tres escenarios, el central, un adverso y uno muy adverso y por tanto la finalización de las compras y las subidas de tipos dependerán que se mantenga el primero, aunque Lagarde haya remarcado los riesgos a la baja.

Si en diciembre el BCE consideraba finalizar el proceso de reducción de las compras netas en el mes de septiembre, en el comunicado de ayer dicha fecha se acorta hasta junio, aunque dejando una puerta abierta a mantener las mismas en función de los datos macro.

Además el BCE revisó su previsiones de crecimiento y de inflación. En el escenario base del BCE, que sólo incorporan una primera evaluación de las consecuencias de la guerra, las nuevas proyecciones rebajaron las proyecciones de PIB hasta el 3,7 % en 2022, al 2,8% en 2023 y al 1,6 % en 2024.

En relación a los precios, el BCE comentó que la inflación ha seguido sorprendiendo al alza en los últimos meses debido fundamentalmente a los costes de la energía, extremo que se ha visto incrementado por la guerra de Ucrania. Así, han realizado una revisión significativa al alza, con una inflación anual

del 5,1% en 2022, 2,1 % en 2023 y 1,9 % en 2024. A pesar de ello, en todos los escenarios planteados por el Banco Central, incluso en aquellos más adversos, las expectativas de inflación a medio plazo se mantienen ancladas en el objetivo de inflación del 2%.

Ayer se publicó el dato de inflación de Febrero en Estados Unidos, siendo la mayor subida desde enero de 1982. La inflación en Estados Unidos alcanzó el 7,9% en febrero, cuatro décimas más que en enero, cuando ya registró un nuevo récord en las últimas cuatro décadas. Los datos reflejan que la subida de precios de la energía es la principal causa de esta escalada sin precedentes en los últimos años.

Aunque los ataques de Rusia a Ucrania no se produjeron hasta el 24 de febrero, el mercado llevaba días descontando una invasión, al menos en Estados Unidos, donde el propio presidente del Gobierno, Joe Biden, citando fuentes de los servicios de inteligencia, alertó de las intenciones de Vladímir Putin. Desde entonces, el precio de la energía se ha disparado, impactando directamente en los datos de la inflación que ayer publicó la Oficina de Estadísticas Laborales americana.

Concretamente, gasolina, petróleo, electricidad y gas natural se dispararon en conjunto un 25,5% (sólo el crudo se revalorizó un 43,6%), estadísticas que se podrían agravar aún más cuando se publique el dato de marzo, ya que tras el veto estadounidense al petróleo y gas rusos, el precio del barril ha seguido aumentando, alcanzando niveles que no se veían desde 2008.

Aun así, la guerra no es la única que está afectando a la inflación, sino que se trata de un problema que ya viene de lejos, sobre todo a raíz de los problemas generados por la pandemia en la cadena de suministros. Si se elimina de la ecuación la energía y los alimentos, el índice de precios al consumo registró un alza del 6,4%, frente al 6% de enero.

Si se analizan los datos ajustados, la buena noticia es que por primera vez baja el precio de los coches usados. Se trata de un descenso simbólico, pero que llama al optimismo, ya que hasta ahora esta partida no sólo era una de las que más crecían, sino que además ha sido ampliamente utilizada por los analistas para prever el comportamiento futuro de la inflación.

Esta semana se comentaba que podría darse un plan de emisión de deuda conjunta a gran escala por parte de la Unión Europea para poder financiar el gasto militar y energético de los próximos años. Ello se tradujo en un fuerte tensionamiento de la curva de gobierno alemana, estrechamiento de los diferenciales de la periferia respecto a la referencia germana y un soporte importante para la cotización de un euro que, hasta ese momento, había acumulado una notable pérdida de valor con respecto al dólar. A la hora de valorar esta información habría que considerar varios puntos, según Dunas Capital, el más crítico de todos es que debe de ser confirmado (Timmermans, Vicepresidente de la Transición Verde lo negó ayer), también sería muy relevante analizar el montante final de esta medida y ver las características técnicas del plan. Este último punto sería muy relevante, ya que un formato similar al NGEU, con una participación importante de las transferencias a países, supondría hablar de un nuevo proceso de mutualización de la deuda y, por lo tanto, un paso muy destacado en favor de la integración. Si, por el contrario, la iniciativa estuviese más en la línea del SURE (los países aceden a la liquidez mediante préstamos competitivos), el avance, existiendo, sería sensiblemente menor. Aunque hoy el Financial Times publica que los países frugales se oponen a la emisión de deuda conjunta y no parece que se vaya a producir un compromiso en el corto plazo.

Rentabilidad del Bono a 10 años alemán (Bund) últimos 12 meses.

España se asoma al abismo de la estanflación.

A principios del año, el consenso de los analistas de la Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas) apostaba por un crecimiento económico del 5,6% este año, al tiempo que la inflación se iría frenando conforme pasaban los meses, quedando en el 3,5% en el conjunto del año. Sin embargo, estos pronósticos han quedado desfasados en cuestión de semanas, hasta el punto de que ningún analista duda de que, con todas las principales materias primas disparadas, las empresas se verán forzadas a repercutir el aumento de costes sobre sus clientes y la espiral inflacionista se va a intensificar. S&P rebajó este martes su previsión de crecimiento de España para este año, desde el 6,2% al 5,4%. Una subida de los precios del petróleo de 10 dólares supone una merma de 4.000 millones de euros a la balanza comercial y lamina el crecimiento en torno a 0,5 puntos del PIB, por lo que un barril de crudo 70 dólares por encima de los niveles planteados en los Presupuestos para este año puede tener un fuerte impacto en ambas variables. Pero, además, si este incremento se complementa con fuertes subida del gas y de otras materias primas, el impacto se puede multiplicar.

La gran duda es si la inflación podría acelerarse tanto como para comerse por completo el crecimiento económico, y en este caso los temores están cada vez más extendidos entre los expertos. Por ejemplo, el gobernador del Banco de Portugal, Mario Centeno, señaló la semana pasada que “hay escenarios de estanflación frente a nosotros”. También Olli Rehn, presidente del Banco Central de Finlandia y miembro del Consejo de Gobernadores del Banco Central Europeo (BCE) señaló que se trata de un escenario “ posible debido a la guerra en Ucrania”. Y la escalada casi vertical en los últimos días del petróleo, el gas, el trigo, el maíz, el níquel, el aluminio, el paladio o la plata, así como determinados productos como los fertilizantes, no hace más que incrementar esta probabilidad y extender los problemas a cada vez más productos.

“Tal como sucedió en 1973, si las sanciones se endurecen y se implementan durante un periodo prolongado, esto pondría una amenaza estanflacionaria sobre la economía global”, señalaba UBP en una nota a sus clientes. “Las sanciones en el Swift y el aumento de precios de los principales productos importados de Rusia aumentan el riesgo de estanflación en Europa a medida que los ingresos reales de los hogares se reducen aún más”, indica Stefan Koopman, economista de Rabobank, y más después de un año donde los costes energéticos se han disparado, trasladándose en buena medida hacia los precios de venta de numerosos productos de consumo. La razón está muy clara, las empresas llevan soportando fuertes subidas de costes desde hace meses, con un incremento de los precios industriales del 35,7%, aunque hasta la fecha no han repercutido estos incrementos más que en una mínima parte a los consumidores, debido a que su poder adquisitivo se encuentra muy mermado precisamente por el incremento de la factura de la luz. Pero cuanto más intensas sean estas presiones inflacionistas y más tiempo se prolonguen, más complicado será para las empresas evitar trasladarlas a los costes de venta. Y ahí es donde se produce el primer impacto sobre el crecimiento económico, ya que una mayor subida de precios conlleva un freno en la misma medida del crecimiento del PIB.


Las aberraciones de la Memoria. Manuel Conthe.

En The Uses and Abuses of History (2008), la historiadora canadiense Margaret McMillan recuerda que cuando en los años 1990 se iniciaron en Yugoslavia las tensiones que condujeron a su violenta fragmentación, “todas las partes apelaron a la historia para justificar lo que estaban haciendo. Los serbios se veían como los históricos defensores de la Cristiandad contra el asalto musulmán y como los liberadores de otros eslavos del sur, como los croatas y los eslovenos. Los croatas veían un pasado muy distinto. Croacia siempre había sido parte de Occidente, del gran Imperio Austríaco, y de la civilización católica, mientras que Serbia procedía del mundo atrasado y supersticioso de la Iglesia Ortodoxa. El Gobierno serbio empezó a referirse a los croatas como ustasha –el nombre de las fuerzas fascistas que en la Segunda Guerra Mundial habían masacrado a serbios y judíos–”. “La Historia no destruyó Yugoslavia o llevó a los horrores que acompañaron su destrucción, pero su hábil manipulación por hombres como Milosevic y, en Croacia, Franjo Tudjman sirvieron para movilizar a sus seguidores e intimidar a los no comprometidos”. “Usar la historia para etiquetar o empequeñecer a tus oponentes ha sido siempre un instrumento útil”, escribe en otro pasaje.

De los peligros de la memoria han escrito muchos otros pensadores, pero entre ellos destaca el ya fallecido lingüista e intelectual francobúlgaro Tzvetan Todorov, quien dio precisamente el título de Los abusos de la memoria (1995) a un célebre opúsculo. “Las tiranías del siglo XX han sistematizado su apropiación de la memoria y han aspirado a controlarla hasta en sus rincones más recónditos”, escribió Todorov. “En el mundo moderno, el culto a la memoria no siempre sirve para las buenas causas, algo que no tiene por qué ser sorprendente. La conmemoración del pasado conoce un punto culminante en la Alemania nazi y la Italia fascista, y se podría añadir a esta lista la Rusia estalinista: un pasado cuidadosamente seleccionado permite reforzar el orgullo nacional y suplir la fe ideológica en declive”.

La obsesión enfermiza y sectaria por el pasado no es privativa, sin embargo, de las tiranías, y también en las democracias contemporáneas sirve de alimento a los movimientos nacionalistas y populistas. En España, yo la percibo en el culto de Vox al Don Pelayo de Covadonga y la Reconquista y a los mitos más rancios del nacionalismo español; en el de los independentistas catalanes a la rendición de Barcelona en 1714 durante la Guerra de Sucesión y en su místico arrobo, el día de la Diada, ante la estatua de su conseller en cap, Rafael Casanova; y, en el caso de los partidos e intelectuales de izquierdas (por ejemplo, el director de cine Pedro Almodóvar, que se refiere a la contienda en muchas de sus películas), en el culto y memoria permanente de la Guerra Civil, “guerracivilismo” que, como ha escrito Cayetana Álvarez de Toledo en Políticamente Indeseable (2021), sirve para utilizar el antifranquismo como fuente de superioridad y “patente de corso moral: en España basta acreditar un pasado antifranquista para gozar de un plus de legitimidad. Y no sólo eso. También para que se te perdone cualquier conducta: la xenofobia, la intolerancia, el desprecio a los derechos humanos, el apoyo a una narcodictadura corrupta, e incluso el terrorismo”.

Pero hace ya más de un siglo, en mayo de 1917, en un discurso en el Ateneo, un gran intelectual español, Manuel Azaña, nos advirtió que “buscar en el pasado razones de enemistad e interpretar la Historia para hacerla servir de alimento al odio, es una aberración, un desvarío anticivilizador”.

La invasión de Ucrania

Por desgracia, la manifestación más extrema, violenta y repugnante de los abusos de la memoria histórica está siendo la sangrienta invasión militar de Ucrania que el presidente ruso Vladímir Putin ordenó el pasado 24 de febrero.

Tiene poco de casual que fuera precedida por las reflexiones públicas de Putin sobre la historia de Ucrania que ha utilizado para justificar la invasión. “La Ucrania soviética fue el resultado de la política bolchevique y puede ser llamada con justicia la ‘Ucrania de Vladímir Lenin’”, dijo Putin tres días antes del inicio de la invasión. “Antes y después de la Gran Guerra Patriótica [esto es, la Segunda Guerra Mundial en la terminología del nacionalismo ruso], Stalin incorporó a la URSS y transfirió a Ucrania tierras que antes habían pertenecido a Polonia, Rumanía y Hungría. Como parte del proceso, dio a Polonia en compensación parte de lo que había sido territorio alemán y, en 1954, Nikita Khruschev sacó por alguna razón a Crimea de Rusia y se la dio a Ucrania. En efecto, fue así como se formó el territorio de la moderna Ucrania”. “Ucrania no es ni siquiera un verdadero Estado”, afirmó en otra ocasión. “La verdadera soberanía de Ucrania, nación hermana, sólo es posible junto con Rusia”, escribió el pasado julio.

A esa apelación a la memoria histórica, Putin ha añadido otra con resonancias todavía más emocionales: la descalificación como “neonazis” del presidente ucraniano Volodímir Zelenski y de cuantos se están oponiendo con valentía y heroísmo a la violenta invasión rusa.

El fortalecimiento de la Unión Europea

“El nacionalismo es la guerra”, proclamó en 1995, en su discurso de despedida ante el Parlamento Europeo en Estrasburgo, el presidente francés François Mitterand. Putin acaba de confirmar el aserto, cuya fundamento estriba en que las actuales fronteras de los Estados, tal como están reconocidas en Derecho Internacional, lejos de reflejar con precisión la divisoria entre míticas y ancestrales naciones, étnica y culturalmente homogéneas, son casi siempre –como ocurre en el caso de Ucrania– resultado de circunstancias históricas contingentes, que podrían haberse desarrollado de otra manera y haber dado origen a otra configuración distinta del mosaico de Estados reconocidos por la comunidad internacional.

Ahora bien, ese carácter históricamente contingente e incluso, a veces, arbitrario –es decir, no nacido de ninguna ley inexorable de la naturaleza o de la historia– de las fronteras de los Estados y del perímetro territorial a cuyos ciudadanos el Derecho Internacional les reconoce soberanía política no puede ser motivo para que ningún gobernante, apelando al deseo de modificar la Historia, ataque, especialmente de forma violenta, la integridad territorial de otro Estado. Lo explicó con particular elocuencia, durante el debate en Naciones Unidas tras el inicio de la guerra en Ucrania, Martin Kimani, embajador de un país con fronteras tan artificiales como las de Kenia, independizada de Gran Bretaña en 1963: “Hoy, al otro lado de la frontera de cualquier país de África, viven ciudadanos con los que compartimos profundos vínculos históricos, culturales y lingüísticos. Tras la independencia, si hubiéramos intentado formar Estados basados en la homogeneidad étnica, racial o cultural, todavía estaríamos librando, décadas después, guerras sangrientas. En vez de eso, acordamos aceptar las fronteras que habíamos heredado, pero promover la integración política, económica y cultural del continente. En vez de formar naciones que miren siempre hacia atrás en la historia, con peligrosa nostalgia, optamos por mirar hacia el futuro en busca de una grandeza que ninguna de nuestras naciones y pueblos había nunca alcanzado”.

El embajador Kimani mostró no sólo la sinrazón de la sangrienta invasión ordenada por Putin, sino también, sin pretenderlo, el único motivo de alegría que ha alumbrado el desolador episodio de intimidación, agresión, muerte y destrucción que está sufriendo Ucrania: el reforzamiento de la Unión Europea como ese gran proyecto de integración pacífica y de progreso de sus Estados miembro, que, en vez de hozar en un turbulento pasado de exacerbados sentimientos nacionales y de memoria histórica, mira hacia un futuro de cooperación entre ciudadanos europeos que, de culturas, lenguas y nacionalidades diversas, compartimos los valores básicos de la democracia y –tras la invasión de Ucrania– sentimos ahora también la necesidad de estar dispuestos a defenderlos.

Cuidado con la invocación política del pasado: puede ser una fuente inagotable de victimismo, de odio y de revanchismo que, al alimentar conflictos, emponzoñe el presente y ensombrezca el futuro.


No hay buenas opciones para Occidente en Ucrania. Martin Wolf. Financial Times.

El mal existe. Se sienta en el Kremlin, consumido por el resentimiento y el ansia de poder. Avanza en un país cuyo delito fue soñar con la libertad y la democracia. ¿Cómo se puede derrotar a este mal? ¿Podrían las sanciones económicas, sumadas a la resistencia del pueblo ucraniano, obligar a Vladímir Putin a retroceder? ¿O podrían incluso provocar su derrocamiento? O bien, ¿podría Putin arriesgarse a emprender una escalada que contemple el uso de armas nucleares?

Sin duda, las sanciones impuestas por Occidente son contundentes. Incluso Putin las ha calificado de “acto de guerra”. Rusia ha quedado en gran medida fuera del sistema financiero mundial y más de la mitad de sus reservas de divisas han quedado bloqueadas.

Las empresas occidentales son reacias a mantener sus relaciones con Rusia, por motivos de imagen y por prudencia. Neil Shearing, economista jefe de Capital Economics, prevé una caída del Producto Interior Bruto (PIB) del 8%, seguida de un largo periodo de estancamiento. El aumento del tipo de interés del banco central al 20% tendrá por sí solo un alto coste. Shearing puede pecar de exceso de optimismo.

Como sostiene la Administración Biden, las restricciones a las exportaciones de energía son el siguiente paso, a pesar de la oposición de Alemania. Es, como mínimo, inaceptable que los altos precios de la energía provocados por esta guerra financien los crímenes de Putin. El economista ucraniano Oleg Ustenko ha defendido firmemente ese boicot. Ricardo Hausmann, de Harvard, propone una alternativa clara: un impuesto del 90% a las exportaciones rusas de petróleo y gas. En su opinión, dado que la elasticidad de la oferta es baja, los costes recaerían en los productores rusos, no en los consumidores occidentales.

En cuanto a la viabilidad, Hausmann sostiene que en 2019, el 55% de las exportaciones rusas de combustibles minerales se destinaron a la UE, mientras que otro 13% fue a Japón, Corea del Sur, Singapur y Turquía. Si todos estos países aceptaran gravar su petróleo, Rusia podría intentar venderlo en otros lugares, empezando por China. Pero, ¿cuánto importaría China, teniendo en cuenta los problemas logísticos y el riesgo de represalias occidentales?

Una cuestión importante es hasta qué punto el mundo puede asumir el ajuste energético. Un análisis de Bruegel concluye que “debería ser posible sustituir el gas ruso para el próximo invierno sin que la actividad económica se vea devastada, la gente se congele o el suministro de electricidad se vea interrumpido”, aunque para ello sería necesario una firme determinación. Con los impuestos a la importación que propone Hausmann, los precios del petróleo y del gas en el resto del mundo deberían incluso bajar.

El objetivo de las sanciones es, sin embargo, cambiar la política y posiblemente incluso el régimen de Moscú. ¿Es esto factible? La experiencia sugiere que acabar con un régimen autocrático dispuesto a que su pueblo pague un enorme precio es difícil: Venezuela es un ejemplo reciente de este fracaso. En contra, se puede destacar el hecho de que Putin no ha movilizado al pueblo ruso para una larga guerra contra Ucrania y Occidente. Incluso lo ha calificado eufemísticamente como una “operación militar especial” contra los “neonazis”.

Estas mentiras podrían empezar a salir a la luz. Sin embargo, como señaló Sergei Guriev, economista de origen ruso que enseña en Sciences Po en París, en un debate con Markus Brunnermeier, de Princeton, Putin está pasando de una dictadura de la propaganda a una del miedo. Mientras su entorno se mantenga fiel, es probable que conserve el poder, por muy mal que le vaya la guerra y por muy dolorosas que sean las sanciones.

Arma de doble filo

Este tipo de sanciones de amplio espectro son un arma de doble filo, ya que son los ciudadanos los que pagan un alto precio. Entre los mayores perdedores estarán las clases medias. Al régimen podría resultarle fácil convencer a las víctimas de que sus penurias sólo demuestran la hostilidad de Occidente. De modo que, aunque algunos rusos podrían culpar a Putin, teniendo en cuenta el control que ejerce sobre los medios de comunicación, un gran número de rusos podría culpar a Occidente.

Los datos sobre los resultados de las sanciones también resultan deprimentes. Dursun Peksen, de la Universidad de Memphis, ofrece las siguientes conclusiones: buscar un daño importante e inmediato en la economía del país objeto de sanciones; buscar la cooperación internacional; una mayor resistencia de las autocracias a las sanciones que las democracias; y, por último, tener en cuenta que las sanciones son menos eficaces para lograr objetivos grandes que modestos.

Occidente destaca en los dos primeros puntos de esta lista, aunque podría ser necesario frenar más las exportaciones de energía y cooperar con China. Sin embargo está lidiando con un autócrata hostil e intenta revertir una guerra que este considera un interés nacional y personal fundamental. Las posibilidades de éxito parecen escasas.

Mayores riesgos

También es posible que el éxito del apoyo a la resistencia ucraniana, combinado con sanciones que infligen enormes costes a los rusos, sin acabar con el régimen, haga que Putin esté dispuesto a asumir riesgos aún más desesperados. Esto podría incluir el uso de armas de destrucción masiva contra objetivos ucranianos u otros más al oeste.

En retrospectiva, probablemente debería haber habido menos ambigüedad sobre el apoyo occidental a la independencia de Ucrania. Ahora, debemos hacer todo lo posible para apoyar la lucha de Ucrania por la supervivencia, sin asumir lo que parece el riesgo excesivo y posiblemente inútil de la intervención directa de las fuerzas aéreas de la OTAN en la guerra. Debemos endurecer las sanciones, aunque puedan arruinar la economía de Rusia sin cambiar su política ni su régimen.

Deberíamos dejar claro que nuestra guerra no es con el pueblo ruso, aunque éste no nos perdone el dolor que le estamos infligiendo. Deberíamos pedir a China e India que convenzan a Putin de que ponga fin a su guerra, aunque hay que reconocer que es muy probable que ese intento fracase.

Sólo existen malas alternativas. Sin embargo, no se puede abandonar a Ucrania. Debemos seguir adelante.


¿Por qué dice Fitch que la quiebra de Rusia es inminente? Juan Manuel Rallo. El Confidencial.

¿Tenemos algún indicio de que Putin no quiera hacer frente a los desembolsos de deuda pública? Sí, dos muy reveladores

La agencia de calificación Fitch ha degradado la deuda pública rusa a solo un escalón previo al del ‘default’. A su juicio, el impago de los pasivos estatales de Rusia es “inminente”, de modo que los inversores deberían prepararse para lo que está por llegar. Pero ¿cómo es posible que Rusia, una economía cuya deuda pública apenas alcanza el 20% del PIB (seis veces menos que España), se pueda ver abocada al ‘default’? Pues, según la agencia de ‘rating’, tanto porque Rusia no pueda pagar cuanto y sobre todo porque no quiera pagar.

¿Por qué podría ser el Estado ruso incapaz de pagar una deuda tan escuálida? Pues porque parte de ella se halla denominada en moneda extranjera (euros y dólares) y la Unión Europea y los EEUU han expropiado temporalmente las reservas externas del banco central de Rusia. Además, los ingresos en dólares que recibe del petróleo pueden verse bloqueados por las sanciones impuestas a su sistema financiero. Así las cosas, el próximo 16 de marzo, el Estado ruso ha de efectuar un pago de unos 100 millones de dólares y no está claro que vaya a hacerlo.

Con todo, que Rusia sea incapaz de atender un pago de 100 millones de dólares, equivalente al 0,006% de su PIB, no parece demasiado verosímil. Quizás en el futuro la congelación de sus reservas externas pueda llegar a ser más relevante para explicar la insolvencia sobrevenida del Estado ruso, pero ahora mismo se antoja demasiado temprana. De ahí que Fitch explique esencialmente el ‘default’ no por la falta de capacidad de pago, sino por la falta de voluntad de pago. ¿Tenemos algún indicio de que Putin no quiera hacer frente a los desembolsos de deuda pública? Sí, dos muy reveladores.

Por un lado, el pasado 2 de marzo los tenedores extranjeros de bonos rusos denominados en rublos debían haber recibido el cobro de 11.200 millones de rublos en intereses sobre su deuda y no lo hicieron. Aún hoy, una semana después del vencimiento, siguen sin recibir el dinero. ¿No estaríamos, por tanto, ya ante una situación de ‘default’? No, porque el Gobierno ruso alega que sí ha pagado: ha ingresado el dinero en el NSD (la institución financiera encargada de canalizar los intereses a las cuentas corrientes de los bancos extranjeros) extinguiendo así su obligación. El problema es que el banco central ruso prohíbe que el NSD transfiera rublos al exterior, de modo que el Gobierno técnicamente ha pagado y es el intermediario quien está reteniendo los fondos (por orden del banco central ruso). Claramente, no hay voluntad entre las autoridades rusas de que los extranjeros cobren.

Por otro lado, Putin publicó un decreto el pasado 5 de marzo por el que autorizaba a pagar en rublos la deuda rusa denominada en moneda extranjera (al tipo de cambio vigente en ese momento en el mercado). Como es obvio, si esto sucediera, estaríamos ante un ‘default’ incuestionable, dado que se sufriría una violación de los términos contractuales de la deuda. Pero el riesgo ahora mismo es ese: que el próximo 16 de marzo el Estado ruso no pague en dólares los cupones de su deuda, sino que los pague en rublos y provoque un ‘default’ oficial sobre sus pasivos.

Así parecen estar, de hecho, anticipándolo los mercados: el tipo de interés de la deuda pública a 10 años se ubica en el 20% y los CDS de su deuda superan, en mucho, los niveles alcanzados durante la guerra de Crimea.

¿Qué ocurrirá si Rusia deja de pagar a acreedores exteriores? Por un lado, que esos inversores se descapitalizarán, veremos si lo suficiente como para que haya algún susto dentro del sector financiero occidental. Por otro, que Rusia perderá acceso a los mercados: algo que, sin embargo, no debe de preocupar demasiado a Putin porque las sanciones europeas y estadounidenses ya le han privado del acceso a esos mercados.


España puede perder hasta 3,5 puntos de PIB. José María Rotellar.

La guerra iniciada por Rusia tras la decisión de Putin de invadir Ucrania, está teniendo consecuencias económicas, cuyo impacto será mayor cuanto más dure el conflicto y más agresivo sea. Durante estas primeras semanas, ya hemos visto cómo los mercados financieros se hunden, además de la acentuación de la volatilidad, fruto de la inseguridad existente; cómo empieza a haber escasez de algunas materias primas y cómo se teme por otras, como el grano o el maíz que exporta Ucrania, que ha llevado al racionamiento en algunos supermercados españoles del aceite de girasol, por ejemplo; y cómo el precio de la energía, ya elevadísimo antes de la guerra, sube sin parar, debido a la dependencia del gas ruso, el impacto en los precios del crudo y a la defectuosa composición del mix energético que existe en Europa, especialmente en España.

Esta guerra puede tener consecuencias devastadoras en su impacto en la economía, además del horror en vidas humanas que se va a cobrar. Por una parte, Putin, además del daño humano a Ucrania y a sus propios soldados, va a llevar a la ruina a Rusia, debido al conjunto de sanciones que su economía tiene que afrontar. Partimos de la base de que la economía rusa no la convierte en ninguna potencia económica, sino que no deja de ser una economía con mucho todavía que desarrollar y con mucha desigualdad, elemento que impide una mayor prosperidad, al no existir una sólida y amplia clase media y al estar trufada de enormes bolsas de corrupción.

Por su parte, la Unión Europea ha prohibido al Banco Central de Rusia la negociación de servicios de inversión sobre valores del mercado monetario, así como la restricción del uso de sus reservas para que no pueda burlar dicha sanción, que intenta esquivar con el uso de criptomonedas. Del mismo modo, se lleva a cabo la desconexión de distintos bancos rusos del sistema de pagos Swift, que desconecta a Rusia de todo el mercado financiero para la realización de transacciones bancarias, de manera que tendrá que buscar una alternativa –quizás, China– que será más lenta y costosa, con lo que su economía se resentirá.

Adicionalmente, los países occidentales han bloqueado la operativa de distintas entidades financieras, que merma la capacidad de generar ingresos financieros para el Gobierno ruso –como es el caso de VEB. RF– y el bloqueo de los activos de muchos de ellos, así como el de un elevado número de oligarcas rusos.

Del mismo modo, las sanciones contra empresas aéreas no se han hecho esperar, prohibiendo que aeronaves rusas sobrevuelen los distintos espacios aéreos occidentales, al tiempo que se prohíbe exportar tecnología a empresas de armamento. A ello, se une la retirada de todo tipo de empresas occidentales de comercio de bienes y servicios en Rusia.

Todo ello hace que el rublo se deprecie más de un 60% en los mercados desde el inicio de la guerra, que ha llevado a Rusia a subir los tipos de interés, doblándolos, al llevarlos desde el 9,5% al 20% para tratar de frenar la hemorragia de salida de fondos que está sufriendo. Por otra parte, el colapso del pago de intereses de la deuda rusa, con un próximo vencimiento el 16 de marzo, es muy probable, con el impacto negativo que, de producirse, tendrá en los mercados. En definitiva, Rusia saldrá de esta guerra mucho más pobre de lo que ya entró.

Es obvio que también habrá consecuencias económicas para occidente, que ya estamos viendo, aunque menores que las de Rusia. En primer lugar, Rusia es productor del 10% del petróleo mundial y suministra a la UE el 27% de dicho recurso natural. De la misma manera, es su principal proveedor de gas natural, desde su posición como segundo productor mundial tras Estados Unidos. Ese suministro afecta, principalmente, a los países del norte de Europa, especialmente a Alemania, aunque también Italia tiene dependencia del gas ruso. Rusia puede cortar el suministro para tratar de presionar a Occidente para que no apoye a Ucrania, pero como, afortunadamente, parece que los países occidentales no abandonarán a su suerte a los ucranianos, la restricción del gas ruso puede llegar. Esa disminución en la oferta incrementará los precios del gas, así como los del petróleo. Aunque puedan buscarse alternativas, como los metaneros desde Estados Unidos, esa opción no deja de ser más costosa y no cubre todo el suministro que potencialmente se puede perder. Como entre Argelia y Marruecos permanece la tensión que ha llevado a los argelinos a cortar uno de los gasoductos por los que llega el gas a España, el problema se complica, aunque nuestro país puede llegar a ser la nueva puerta de entrada de gas para el resto de Europa. Para ello, no obstante, debe impulsar un nuevo gasoducto con Francia, que compensaría casi la mitad de la dependencia del gas ruso.

¿Y en España, concretamente? ¿Cómo afectará a nuestra economía? El precio del crudo está escalando ya de manera intensa, cerca de los 140 dólares. El cuadro macroeconómico español está calculado con un precio medio del barril de Brent a 60,4 dólares. Es decir, ahora mismo estaría más de un 130% por encima de dicha previsión. Dada la dependencia energética de España, una desviación del 10% del precio del petróleo afecta en alrededor de medio punto al crecimiento de la economía española, de manera que si se consolidase esa subida durante todo el año, nos llevaría a que mermaría el crecimiento económico español entre dos puntos y medio y tres puntos y medio al menos. Eso alejaría el crecimiento de la economía española del 5,6% previsto por la Comisión Europea para nuestro país en 2022, y no digamos nada respecto al 7% que el Gobierno se empeña en mantener como crecimiento tremendamente optimista del cuadro macroeconómico, situándolo en un crecimiento entre el 2,5% y el 4% según evolucionase el conflicto. Es una muestra más de la necesidad de aplicar en España una política energética racional, apostando por la energía nuclear, para no depender ni de mermas en el suministro ni del incremento de costes. Adicionalmente, si se emplease la técnica de fracking para extraer gas de la roca, España podría convertirse, incluso, en exportador de gas o, al menos, contar con reservas del mismo para, al menos, el próximo medio siglo. ¿Hasta cuándo la demagogia va a seguir negando la realidad y obligando a pagar precios elevadísimos por la energía, cuando se puede solucionar en parte con la apuesta por la nuclear y el fracking?

Ese menor crecimiento impactaría de manera importante en el empleo, de manera que no sólo dejaría de crearse nuevo empleo, sino que podría, incluso destruirse. En el caso de que no se destruyese, pero que no se crease, dejarían de generarse entre 300.000 y 400.000 empleos a tiempo completo. Todo ello, unido a la fragilidad de la economía, todavía con decenas de miles de personas en ERTE, complica el mercado laboral.

Paralelamente, el incremento de los precios energéticos, al continuar al alza, van a transmitirse todavía con más fuerza de la que ya lo están haciendo –un 7,4 % de inflación interanual en febrero, la mayor tasa desde julio de 1989– por toda la cadena de valor –como muestra el 3% de inflación subyacente de febrero–, con el consiguiente aumento de precios en todos los productos y servicios, que mermará el poder adquisitivo de los agentes económicos. Es más, es probable que este año veamos algunas tasas interanuales de inflación por encima del 10% algún mes. Ante ello, el Banco Central Europeo probablemente tenga que restringir claramente la oferta monetaria y aumentar tipos ya en 2022, pese a su resistencia de las pasadas semanas. Una subida de un punto puede tener un impacto en la cuota hipotecaria de los deudores de entre 35 euros y 130 euros más al mes, dependiendo del importe y el plazo, elemento que reducirá también el poder adquisitivo de los ciudadanos y que ralentizará el crecimiento económico, pero que será necesario porque la inflación, en caso contrario, provocaría todavía males mucho mayores.

Déficit y deuda

Menor crecimiento y menor empleo que desembocará en menor recaudación y, potencialmente, más gasto en desempleo, elementos que terminará por incrementar el déficit y la deuda pública, con el agravante de producirse en una escalada de tipos que encarecerá la nueva financiación y un nivel de deuda que no puede aumentar más, y que, de hecho, debería disminuir, ya que el aumento de gasto estructural, en un entorno en el que no se ha retirado todavía la abundante liquidez existente, contribuye a tensar los cuellos de botella que, al ser financiados por la expansión monetaria, impulsan la inflación.

Todo ello, en un contexto de encarecimiento generalizado de los mercados del resto de materias primas, como hemos comentado, y caída brusca de los mercados bursátiles ante el claro riesgo que se cierne sobre la evolución económica, completando, así, un horizonte económico cada vez más preocupante, tanto para la economía internacional como para la nacional, pero con especial preocupación en el caso de la economía española, por los graves desequilibrios que arrastra sin que se hayan realizado reformas estructurales por el lado de la oferta para solucionarlos.


La guerra puede dar lugar a un ‘shock’ del petróleo y a una recesión. Chris Giles (Financial Times).

La subida de los precios del petróleo y el gas provocada por el conflicto ucraniano y las medidas de Occidente para castigar a Moscú están aumentando la amenaza de que se produzca la peor crisis de estanflación de las economías que importan energía desde la década de 1970. Los precios del crudo se dispararon después de que Antony Blinken, secretario de Estado de EEUU, anunciara el fin de semana que Washington estaba manteniendo conversaciones con sus aliados europeos para vetar las exportaciones de petróleo ruso. El lunes, los políticos de EEUU hablaron de una legislación consensuada, mientras las autoridades europeas diseñaban planes para reducir la dependencia de los combustibles fósiles rusos.

Incluso sin la prohibición de las exportaciones de Rusia, el segundo mayor productor de crudo, muchos expertos dudaban de que la economía mundial, y la europea en concreto, fuera lo suficientemente robusta como para eludir una nueva crisis del petróleo y una recesión. “La recuperación posterior a la crisis del petróleo se retrasará bastante, con el claro riesgo de que entremos en un periodo de estanflación, o incluso de recesión con inflación”, opina Erik Nielsen, asesor económico de UniCredit.

El debate sobre la estanflación –la combinación de una ralentización del crecimiento con una inflación elevada– recuerda a las dos crisis del petróleo de los años 70, cuando los precios se dispararon después de que los países árabes impusieran un embargo de petróleo en 1973 a los estados que habían apoyado a Israel en la guerra del Yom Kippur y en 1979 tras la revolución iraní.

El problema para los gobiernos occidentales ha sido que la subida de los precios de la energía está ayudando indirectamente a Moscú a resistir las duras sanciones impuestas en respuesta a la invasión de Ucrania. Sin embargo, las conversaciones sobre un embargo a las exportaciones rusas han disparado aún más el precio del petróleo y del gas.

Los precios del petróleo se dispararon un 20% a primera hora del lunes, superando los 139 dólares por barril, y los precios del gas al por mayor en Europa alcanzaron los 335 euros por megavatio/hora, lo que contrasta con el precio de hace un año, que era de unos 16 euros.

Los aumentos sostenidos a ese nivel elevarían la inflación y reducirían los ingresos de los consumidores. Los países de la UE importan el 40% de su gas de Rusia; además, Moscú suministra más del 10% del petróleo crudo del mundo.

Algunos economistas afirman que la prolongación de los elevados costes energéticos para las empresas y los hogares podría llevar a las economías europeas a la recesión.

Rupert Harrison, gestor de carteras de BlackRock y ex asesor económico del ministro de Finanzas británico George Osborne, afirmó que se necesitarían subsidios energéticos “masivos” porque “un intento de limitar rápidamente las importaciones energéticas rusas corre el riesgo de provocar una recesión europea”.

Las crisis del petróleo de la década de 1970 provocaron una inflación galopante y una recesión en la mayoría de las economías avanzadas, principalmente porque el aumento de los precios del crudo redistribuye la renta mundial de los consumidores de energía a los productores.

Por este motivo, los economistas prevén que Europa, Japón y los consumidores de petróleo de las economías emergentes sean los que se vuelvan a ver más afectados, mientras que Estados Unidos podría aumentar la producción nacional de petróleo. Los consumidores de energía de EEUU, sin embargo, se verían tan afectados, si no más, que los europeos, porque los niveles fijos de impuestos son un factor menor en los precios de la gasolina en Estados Unidos.

Algunos productores de petróleo de África confían en beneficiarse de la crisis de Ucrania. La CámaraAfricanade la Energía predijo una “afluencia de inversiones” este año. Sin embargo, no todos los economistas dan por hecho que habrá una recesión en Europa, a pesar de que las fuerzas estanflacionarias han alcanzado nuevos máximos.

La dinámica de recuperación subyacente de las economías europeas sigue siendo fuerte a pesar de las subidas de precios. Alemania registró una sólida demanda en enero, lo que pone de manifiesto que cualquier factor relacionado con Ucrania se verá inicialmente compensado por la confianza de los consumidores.

Aunque algunos países podrían enfrentarse a trimestres de contracción, muchos economistas siguen pensando que el aumento de los precios de la energía reducirá el crecimiento, pero no provocará una recesión en la eurozona este año, especialmente si los precios del lunes se moderan.

Neil Shearing, economista jefe de Capital Economics, que redujo su previsión de crecimiento en un punto porcentual, opina que “no esperamos que la recuperación [europea] pos-pandémica se desvíe”. Sin embargo, advirtió de que si se introdujera una prohibición total de las exportaciones de energía rusas, la economía de la eurozona no logrará evitar la recesión.

En su escenario negativo, Oxford Economics calcula que la producción de la eurozona será un 3,2% menor que en un escenario de no guerra para el próximo año, pero incluso con este golpe, sigue previendo un crecimiento del PIB de la eurozona del 2,2% en 2022 y del 0,9% en 2023. El mayor optimismo se basa en factores que limitan el potencial de daño y frenan las fuerzas estanflacionarias.

En primer lugar, la dependencia del petróleo es muy inferior ahora que en anteriores crisis de la oferta. El mundo es ahora capaz de producir más del doble de bienes y servicios por cada barril de petróleo que en 1973. El progreso en las economías avanzadas ha sido aún mayor.

Christof Rühl, investigador principal del Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia (Nueva York), afirmó que las guerras, las revoluciones, las burbujas y las crisis no han logrado interrumpir el descenso constante de la cantidad de petróleo necesaria para producir resultados económicos. Además de la reducción de la intensidad energética, una vez ajustados a la inflación, los precios del petróleo siguen siendo inferiores a los máximos alcanzados a finales de la década de 1970.

En segundo lugar, los economistas esperan que los gobiernos, apoyados por los bancos centrales, compensen el mayor precio de la energía resultante de las sanciones con una serie de ayudas fiscales extraordinarias.

Jagjit Chadha, director del Instituto Nacional de Investigación Económica y Social de Reino Unido, predijo que el aumento de los precios de la energía reduciría el nivel del PIB mundial en sólo un 1% a finales de 2023, aunque los efectos serán mayores en Europa.


¿Alterará la crisis de Ucrania la postura del BCE? Martin Arnold/Kate Duguid. Financial Times.

La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, tendrá la primera oportunidad de exponer la gravedad con la que la invasión rusa de Ucrania ha afectado a las perspectivas para la economía de la eurozona cuando presente sus nuevas previsiones este jueves.

Se espera que el BCE posponga cualquier decisión política importante cuando su consejo de gobierno se reúna en Fráncfort esta semana, y que opte por mantener la mayor flexibilidad posible mientras evalúa las consecuencias económicas de la guerra en Ucrania.

La crisis crea un dilema para el BCE. Mientras que, por un lado, los economistas han rebajado sus previsiones de crecimiento para la eurozona este año y esperan que el BCE haga lo mismo, se teme que los problemas en el suministro de energía y otras materias primas hagan subir la inflación.

Los precios al consumo ya están subiendo a su ritmo más rápido en los 22 años de historia de la moneda única, con un incremento del 5,8% en el año hasta febrero, y la mayoría de los economistas esperan que se mantenga muy por encima del objetivo del 2% del BCE al menos durante lo que resta de este año.

“La invasión de Ucrania ha complicado aún más el panorama para el BCE: los precios de la energía y la inflación subirán, mientras que el crecimiento se debilitará”, señala Dirk Schumacher, jefe de análisis macroeconómico europeo de Natixis.

Schumacher prevé que Lagarde adopte una “postura neutral” sobre la posibilidad de que el BCE suba los tipos de interés este año, sin señalar que sea probable ni descartarlo.

El economista de UBS Reinhard Cluse no espera que el BCE cambie a una posición “abiertamente laxa”, y prevé que mantendrá su previsión de inflación para los próximos dos años ligeramente por debajo de su objetivo del 2%, lo que permitiría al Banco Central prolongar sus generosos estímulos durante al menos unos meses más.

EEUU

Y en cuanto a la situación en EEUU y su posible impacto en la política monetaria se espera que la inflación estadounidense se haya acelerado aún más en febrero, según las previsiones recopiladas antes de la publicación este jueves de las cifras de los precios al consumo.

Impulsado por el aumento de los costes de la energía, los economistas encuestados por Reuters prevén que el índice de precios al consumo habría subido un 7,9% en los 12 meses hasta febrero, el nivel más alto desde principios de la década de 1980. En enero la cifra fue del 7,5%.

Según señalan analistas de Barclays, se espera que el aumento del coste del gasóleo de calefacción y de la gasolina, que se ha visto agravado por el conflicto de Ucrania, haya hecho subir los precios de la energía un 4,7%.

También se prevé que los alquileres hayan mantenido el ritmo de incremento del mes anterior. La subida de los precios de los alimentos se habría ralentizado ligeramente, pero podría repuntar en los próximos meses a medida que la gente vuelva a los restaurantes tras la oleada de la variante Ómicron del coronavirus.

Aun así, se espera que los datos de inflación muestren que algunos precios al consumo se han moderado, sobre todo los de los coches nuevos y usados. El índice Manheim Used Vehicles Value, un indicador adelantado de los precios de los coches usados, cayó en febrero por primera vez en seis meses.

Sin embargo, no se espera que nada de esto cambie el curso de acción de la Reserva Federal en su reunión de marzo. Se sigue pensando que el Banco Central estadounidense subirá los tipos de interés 0,25 puntos porcentuales por primera vez desde que rebajó su tasa clave a cero al principio de la pandemia.


Rusia y el embargo petrolero. LEX COLUMN.

Mientras el cerco militar de Rusia se cierra sobre Ucrania, Occidente ha contraatacado con unas gigantescas tenazas económicas. Estados Unidos ha propuesto prohibir la importación de crudo y de productos petrolíferos refinados de Rusia. Casi la mitad de los 11 millones de barriles diarios de producción petrolera de ese país son exportaciones, alrededor del 5% de la producción mundial. ¿Cómo podría la coalición de aliados en las sanciones liderada por EEUU cubrir el déficit de suministro si el embargo sigue adelante?

El precio del Brent refleja la magnitud del desafío, al subir a casi 140 dólares el barril, antes de asentarse en 125 dólares al mediodía en Londres. Pueden producirse grandes trastornos en el futuro. El petróleo sigue proporcionando casi un tercio del suministro de energía primaria del mundo.

La propuesta de embargo vuelve a traer a la mente los recuerdos de la crisis del petróleo de la década de 1970. Hace palidecer al ataque con drones en 2019 a la principal refinería de Arabia Saudí, la gran amenaza más reciente para el suministro.

Los precios mundiales del petróleo obtendrán cierto respiro si las refinerías chinas e indias compran el crudo de los Urales, que cotiza con un fuerte descuento frente al Brent.

Los aliados también podrían recurrir a las reservas estratégicas. Antes de Navidad, EEUU ofreció unos 50 millones de barriles a los mercados mundiales. La semana pasada, la Agencia Internacional de la Energía anunció otra liberación coordinada por parte de los países consumidores, incluido EEUU, de 60 millones de barriles.

Antes de esto, las reservas de la AIE contenían 1.500 millones de barriles de petróleo. Puede parecer mucho. Pero los cuellos de botella en la distribución, sobre todo en los oleoductos estadounidenses, hacen difícil retirarlas deprisa, según Richard Bronze, de la consultora Energy Aspects.

La OPEP+ y los productores de shale de EEUU son proveedores obvios de petróleo de sustitución a medio plazo. La mayor parte de la capacidad sobrante de la OPEP+ está en Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, con un total de 3,1 millones de barriles diarios, según Rystad Energy.

Por desgracia, Rusia es miembro del cártel y se opondría sin duda a un aumento de la producción. También podría bloquear cualquier intento internacional de alcanzar un acuerdo nuclear con Irán, miembro inactivo de la OPEP. Un acuerdo en este sentido podría añadir otro millón de barriles de petróleo al suministro diario.

Las empresas de shaleestadounidenses tendrían que bombear más petróleo en caso de producirse un embargo. En los próximos dos años, quizá otros 2 millones de barriles diarios podrían proceder de esta fuente.

Todas estas medidas seguirían dejando en una situación de déficit a los aliados de las sanciones, que sólo podría cubrirse a corto plazo reduciendo la demanda en respuesta al aumento de los precios. A largo plazo, la única vía para el mundo democrático es invertir fuertemente en energías renovables, energía nuclear y gas natural licuado. La historia demuestra que se necesitan años para reducir la demanda de crudo.


Por qué el precio del crudo puede subir aún más. Derek Brower.

Las tropas rusas se preparaban para invadir otra antigua república soviética. Los precios del crudo se disparaban. Los países occidentales imploraban a Arabia Saudí que abriera el grifo. Esto sucedió en 2008, justo antes de que Vladimir Putin enviara tanques rusos a través de la frontera con Georgia. El precio del petróleo en Estados Unidos llegó a alcanzar un máximo histórico de casi 150 dólares el barril.

Este lunes, los precios estadounidenses se situaban en torno a los 125 dólares el barril, mientras que el referente internacional, el Brent, alcanzó un máximo de 139 dólares antes de retroceder después. Pero los ecos de 2008 son cada vez más difíciles de ignorar.

La sed implacable de energía de China apuntaló ese repunte hace catorce años. Esta vez, incluso, las economías desarrolladas se están sumando a un atracón pospandemia de combustibles fósiles. El consumo de petróleo en Estados Unidos alcanzó un nuevo máximo en las últimas semanas. El consumo mundial hará lo mismo este año, según la Agencia Internacional de la Energía.

La oferta es insuficiente para cubrir la demanda –un legado de la menor inversión mundial en producción en los últimos años, que se ve agravada ahora por los profundos recortes de gasto de capital realizados en el sector del shale estadounidense tras el desplome del petróleo inducido por la pandemia–. Algunos productores de la OPEP tienen dificultades para cumplir sus cuotas de producción. Un mercado convencido hace unos años de que la revolución del shale en EEUU había traído una era de abundancia infinita, se preocupa ahora por la escasez. La posibilidad de que se someta a sanciones a los envíos de petróleo de Rusia –que suministra alrededor del 5% de la demanda mundial de crudo y el 10% de las exportaciones de productos refinados– está agravando esos temores.

Y aunque no se produjese un embargo, las nuevas sanciones financieras y el éxodo de empresas y tecnología occidentales podrían causar un daño duradero a la capacidad de producción de petróleo de Rusia. Esto hace que los precios del petróleo, que ya han subido un 25% en dos semanas, apunten a una mayor subida, según afirman los alcistas.

Hacia los 150 dólares

“En última instancia, lo que estamos viendo es una revalorización del petróleo”, explica Christyan Malek, director general de JPMorgan. Su banco afirma que el crudo podría alcanzar los 150 dólares en 2023. Sin embargo, la crisis rusa podría provocar un “rebasamiento masivo”, advierte Malek.

Los precios del petróleo en EEUU casi se triplicaron en tres meses durante el embargo del petroleo árabe de 1973, y nuevamente se duplicaron en dos meses tras la revolución iraní de 1979, al desplomarse la producción de crudo del país. Otros proveedores intervinieron, minimizando el déficit mundial. En 1979, fue el miedo al desabastecimiento, y no el desabastecimiento en sí mismo, lo que provocó la subida.

Sigue habiendo razones para ser bajista. El fervor especulativo ha disminuido un poco, afirma Pierre Lacaze, fundador del bróker LCM Commodities. La llamada gamma negativa –los operadores de opciones que cubren sus posiciones cortas cuando los precios suben rápidamente– fue un factor importante cuando los precios del petróleo subieron de 70 a 100 dólares el barril. Pero no hay suficientes posiciones cortas “realmente significativas” que indiquen un alza de los precios únicamente sobre la base de la gamma negativa, sostiene Lacaze. El mercado responde más bien a la geopolítica y a los fundamentales.

Y esas fuerzas aún podrían volverse en contra de los precios del petróleo. Las consecuencias de la guerra de Ucrania podrían frenar la economía mundial. Un acuerdo diplomático con Irán permitiría la entrada de más petróleo de ese país en el mercado. Analistas de Citi afirman que el aumento de la producción mundial, incluida la de Irán, hará bajar los precios este año “a medida que el foco se desplace del riesgo geopolítico al exceso de suministro sostenido y al pico de la demanda de petróleo”.

EEUU y otros países también han demostrado que están dispuestos a liberar reservas estratégicas de petróleo para intentar controlar los precios, según señala Amy Myers Jaffe, profesora de la Fletcher School de la Universidad de Tufts. Sin embargo, las pérdidas sostenidas de suministro de petróleo ruso serían difíciles de solucionar. Incluso el prolífico shale estadounidense necesitaría años para hacer su parte.

A la larga, un shock de precios ofrecería otra razón de peso para dejar de consumir los combustibles fósiles que causan el cambio climático. El cambio a los vehículos eléctricos se aceleraría. Los precios altos curarían los precios altos. Pero nadie sabe cuál es ese umbral de destrucción de la demanda. A diferencia de la subida de precios de julio de 2008, cuando se estaba gestando la madre de todas las crisis crediticias, el telón de fondo económico actual también es alcista. Muchos consumidores disponen de abundante dinero por los estímulos pospandemia, y ansían quemar energía. “Seguimos subestimando el precio del petróleo que el mundo puede soportar”, advierte Malek. Si esta es su primera crisis del petróleo y ya hace muecas de dolor delante del surtidor, prepárese. El mercado cree que probablemente pueda soportar más.


Buen fin de semana.

comentario mercado viernes 4 de Marzo

Con todos los acontecimientos que están sucediendo estos días mi mail semanal será algo más extenso de lo normal, sobre todo por artículos y comentarios que adjunto al final del email, para tratar de dar un poco de luz sobre el entorno actual y la invasión de Ucrania por parte de Rusia.

El mercado sigue hoy presionado, activos de riesgo (Bolsa, criptomonedas, crédito…) cayendo, y activos refugio (dólar, oro… )subiendo, con el petróleo subiendo con fuerza después de que Rusia haya bombardeado esta madrugada la central nuclear de Zaporiyia, la más grande de Europa situada al este de Ucrania, y que suministra un 20% de la electricidad de Ucrania, un ataque sin precedentes) sobre la que ha tomado el control justo mientras negociaba el gobierno ruso y ucraniano un corredor humanitario… Las tropas rusas continúan avanzando y se siguen estableciendo sanciones, con muchas compañías saliéndose de Rusia o cerrando sus tiendas, plataformas…

Las consecuencias a largo plazo de la invasión de Ucrania por parte de Rusia son poco predecibles para todos los involucrados (incluso la heroica resistencia ucraniana era poco predecible), si bien parece claro que las sanciones van a hacer daño a todas las partes dado el nivel de interdependencia, al final del email adjunto un artículo del martes del Financial Times que resumen muy bien la situación actual de la invasión y los posibles escenarios después de las sanciones impuestas a Rusia. Desde el punto de vista más práctico, el efecto directo viene por el lado del alza de las materias primas y su impacto en la ya de por si elevada inflación, como estamos viendo. Lo que está claro es que en los próximos meses de producirá la revisión a la baja de las perspectivas de crecimiento y el fuerte repunte de la inflación a nivel global, difíciles de medir actualmente al depender de su duración y de su dimensión social, financiera, comercial, energética, militar y política. Sin olvidar, que serán clave otros factores como si Rusia decide ampliar la escala militar o cortar el suministro de gas, el papel que adopten potencias como India y China, o si resurgen las tensiones en torno a Taiwán.

Los precios del gas natural, el carbón o el aluminio, por ejemplo, marcaron récords históricos, mientras que el níquel (+8%), el paladio (+5%) o el trigo (+7%) alcanzaron niveles no vistos en muchos años. El petróleo también tocó máximos de los últimos años a media sesión, con el precio del barril  del petróleo Brent rozando la barrera de los 120 dólares por barril y lleva una subida de más 50% desde diciembre (estaba a 69 dólares). Aquí habrá que ver la respuesta global (¿normalizará la OPEP su producción?) y si finalmente se imponen sanciones que terminen por cortar el comercio energético con Rusia. El precio del petróleo a 110 dólares/barril descuenta una disminución en las exportaciones rusas en los próximos meses. Al final del email os adjunto un artículo de hoy de Expansión de Schroders sobre los posibles escenarios para el precio del petróleo, hay noticias de que Irán y Estados Unidos podrían estar próximos a alcanzar un acuerdo en materia nuclear que abriera de nuevo los mercados al petróleo iraní tenían un efecto estabilizador.

Evolución precio del petróleo genérico (WTI) desde Enero del 2014.

Esta presión sobre las materias primas energéticas se suma a la corrección de mercado que ya se estaba produciendo por una inflación que, al mantenerse elevada, estaba forzando a los Banco Centrales a actuar más y más rápido de lo esperado. Si el petróleo no modera su subida, los Bancos Centrales se verán aún más acorralados ante un posible escenario de estanflación (inflación alta con bajo crecimiento). Quizá este escenario evite un error de política monetaria (un exceso de política monetaria restrictiva en un entorno de desaceleración económica). Los principales índices perdieron momentáneamente los mínimos de enero, con el Nasdaq 100 llegando a estar en mercado bajista (caída superior al -20% desde máximos de noviembre, cae un 13,50% en lo que va de año) en movimiento intradía.  El efecto más negativo lo hemos visto sobre la renta variable europea, con el Eurostoxx, el Dax alemán y el CAC francés han perdido todo su mejor comportamiento relativo frente al S&P 500 (en enero llegaron a hacerlo hasta un +8% mejor). Los emergentes, ex Rusia, están aguantando mejor gracias al comportamiento de las materias primas.

El interés en la palabra ESTANFLACIÓN aumenta:

Stagflation” (Google Trends by Kepler Chrevreux):

Si tratamos de usar la experiencia pasada como guía, en la mayoría de los casos, lo peor se ha puesto ya en precio para el momento en que estalla la guerra/invasión. No es un escenario nada sencillo y se ve enmarañado por una tristísima tragedia para la población ucraniana. Occidente está reaccionando unido y eso sólo puede ser positivo. La respuesta es más gradual de lo que algunos quisieran, pero quizá es razonable ante el riesgo de un conflicto nuclear.

En el caso de Reino Unido Bloomberg Economics actualizaba sus previsiones de inflación a 1 de Marzo (incluyendo el impacto de la invasión de Ucrania por Rusia), el IPC podría subir al 8% este año, el impacto sobre el PIB sería del -0,80% para el 4T22.

Desde Bankinter me llega un gráfico muy interesante para analizar riesgos o para medir el sentimiento del mercado, es una medida de riesgo percibido, en diferentes activos (Divisa, Mercados emergentes, crédito o incluso Renta Variable) llamado ARPI (Aggregate Risk Percepcion Index):

El índice se ha disparado si lo comparamos con situaciones inmediatas anteriores como Omicron, las elecciones americanas….

El principal índice de volatilidad americano (VIX, volatilidad del S&P 500) superó esta semana el nivel de los 30 puntos,

Un estudio de Schroders muestra que, de media, el S&P históricamente ha subido un 15% en los 12 meses posteriores a una subida del VIX entre 28,7 y 33,5. Y cuando ha aumentado de 33,5, nivel que sobrepasó el jueves, el retorno promedio del índice estadounidense es del 26%. El problema es que nunca se sabe cuánto va a bajar más la bolsa, si es que está cayendo. Y si lo hace por un ‘shock’ externo que, además, no es económico, es más difícil de predecir. Ante situaciones de incertidumbre como la invasión de Ucrania, “la respuesta emocional a tales situaciones es vender las inversiones. Sin embargo, históricamente, esto habría sido un error”, dice el informe. “Como ocurre con todas las inversiones, el pasado no es necesariamente una guía para el futuro, pero la historia sugiere que los periodos de mayor temor, como el que estamos viviendo actualmente, han sido mejores para la inversión en bolsa de lo que cabría esperar”.

Dejando de un lado la invasión rusa ya hemos cerrado otro mes y el Ibex capeó el riesgo de febrero.

El Ibex consiguió capear el turbulento mes de febrero con el segundo mejor resultados entre los principales índices europeos. Las pérdidas del selectivo español ascendieron al 1,55%. El FTSE 100 de Londres cayó menos, un 0,08%. El Dax Xetra de Fráncfort se depreció un 6,53%, el Euro Stoxx 50 un 6%, el Ftse Mib de Milán un 5,21%, y el Cac 40 de París un 4,86%.

La magnitud de los números rojos en las bolsas europeas fue proporcional a su exposición a Rusia y los países del Este de Europa. La crisis geopolítica en torno a las fronteras de Ucrania, en alarmante escalada desde finales de enero, fue condicionando la marcha de los mercados durante todo el mes. La invasión del país iniciada el pasado jueves 24 de Febrero apuntilló el pesimismo de los inversores sobre los países más dependiente energéticamente de Rusia y con más intereses económicos en la región.

El Ibex llegó al día del ataque ordenado por Vladímir Putin con un retroceso acumulado en el mes del 2,01%, menos de la mitad del descenso que exhibía el índice alemán del 5,43%. El mejor comportamiento relativo de la Bolsa española se apoyó no sólo en la menor sensibilidad al conflicto sino también en la fortaleza bursátil del sector bancario (el que más peso tiene en el Ibex, con un 26,57%). Una fortaleza quebrada en los últimos días ante el elevado y creciente nivel de incertidumbre que ensombrece el panorama económico global. Los bancos centrales podrían cambiar significativamente sus planes.

Febrero arrancó con unas expectativas distintas. El Banco Central Europeo (BCE) sorprendió al mercado el 3 de febrero abriendo la puerta, hasta entonces cerrada a cal y canto, a una posible subida de los tipos de interés en 2022. Este giro inesperado echó gasolina a las subidas de los bancos en Bolsa, movimiento que se había iniciado en enero, al calor del repunte de las rentabilidades de los bonos ante las persistentes tensiones inflacionistas.

La banca se reforzó como uno de los sectores de moda en las bolsas internacionales este ejercicio. Un escenario de tipos al alza es el marco idóneo para un sector que se beneficiaría de una eventual reactivación de la demanda de crédito, gracias al despliegue de los fondos europeos Next Generation. Después de haber acumulado ganancias mensuales. Cuando el Ibex marcó máximo de 2022 en 8.886 puntos, el 10 de febrero, BBVA subía el 7,49% y Sabadell, el 36,54%.

Pero este marco está ahora en entredicho, a la espera de los acontecimientos que se puedan derivar de la guerra de Ucrania, reflejándose en el traspié de los bancos en la recta final de febrero.

Varios de los valores del Ibex que han terminado febrero en verde se vieron apoyados por las positivas cifras publicadas de 2021 y la mejora de las previsiones para este ejercicio.

Entre los destacados del mes están las compañías del sector de energías alternativas. El mercado apuesta por que es probable que se acelere el gasto en soluciones de energía renovable a medida que Europa intente desprenderse del gas ruso.

El crudo, en subida libre por las tensiones geopolíticas, encadena su tercer mes de fuertes ganancias, subió un 17% en enero y un 10% en diciembre. Por su parte, el oro, activo refugio por excelencia, subió un 5,44%, y se acerca a los niveles de 2.000 dólares por onza.

El conflicto en tono a Ucrania acaparó la máxima atención de los gestores en las dos últimas semanas de febrero, pero no fue el único nubarrón del que estuvieron pendientes. De hecho, antes de que esta crisis subiera de tono hasta convertirse en una amenaza para el orden y la paz mundial, muchos expertos opinaban que la auténtica preocupación del mercado seguía siendo cómo enfrentarían los bancos centrales el desmantelamiento de los estímulos monetarios para atajar la disparatada inflación sin poner en riesgo el crecimiento económico; es decir, evitando una fase de estanflación.

Las compañías del Ibex lograron un beneficio récord de 58.700 millones de euros en el año 2021.

2021 ha sido un año excepcional para los resultados de las compañías del Ibex, que han dejado atrás la grave crisis que provocó el Covid. La recuperación de la demanda y los extraordinarios positivos han permitido a las grandes cotizadas no sólo duplicar con holgura los beneficios de 2019, antes de la pandemia, sino también pulverizar el anterior récord de ganancias, que databa de 2010.

Con estimaciones de analistas en el caso de Inditex, las mayores compañías de la Bolsa española obtuvieron un beneficio neto de 58.734 millones de euros el año pasado, más del doble que los 27.000 millones de 2019 y muy por encima de los 51.200 millones de 2010. Los grupos del Ibex perdieron 7.385 millones en 2020 por el hundimiento de la economía, las provisiones y el deterioro de activos derivados de la pandemia.

Hay que destacar que sólo tres empresas: ArcelorMittal, Telefónica y Banco Santander sumaron 29.350 millones de beneficios, tras anotar sus mejores registros en la última década. El gigante siderúrgico ArcelorMittal ganó 13.087 millones por el aumento de la demanda y la subida del precio del acero; y Telefónica quintuplicó el resultado, hasta 8.137 millones, por la venta de las torres de Telxius y el efecto de la fusión de la filial británica O2. Banco Santander obtuvo un beneficio de 8.125 millones gracias al tirón del negocio en EEUU y Brasil, y a las menores dotaciones tras el saneamiento contable de su división internacional efectuado en 2020, que le llevó a unas pérdidas de 8.771 millones.

La recuperación se percibió especialmente en los sectores energético y de materias primas. Iberdrola consiguió un beneficio récord de 3.885 millones por el impulso en Brasil y EEUU y el aumento de precios, y Naturgy regresó a números negros (1.214 millones) tras facturar un 44% más.

Repsol consiguió su mejor resultado (2.500 millones) en más de una década por el alza de la demanda y del precio del crudo; y el fabricante de acero inoxidable Acerinox logró las mayores ganancias de su historia tras crecer un 44% más.

El acuerdo con Moderna para la vacuna del Covid disparó el resultado de Rovi; y la mayor demanda impulsó a Cie y Fluidra, en este último caso ayudada también por las adquisiciones. La revalorización de activos multiplicó el resultado de las inmobiliarias Colonial y Merlin.

Gracias a factores atípicos, ACS obtuvo un beneficio histórico de 3.045 millones por la venta de Cobra, CaixaBank casi cuadruplicó el resultado (5.226 millones) al comprar Bankia y Ferrovial entró en números negros (1.197 millones) tras elevar su participación en la autopista I-66 de Estados Unidos. La OPV de Línea Directa propulsó a Bankinter.

El resultado bruto de explotación (EBITDA), que excluye los elementos no recurrentes, de todo el Ibex marcó también una cota histórica de 87.400 millones en 2021, un 19% más que en el año prepandemia y por encima de los 80.800 millones de 2010.

Los ingresos crecieron un 17% el año pasado, hasta 462.255 millones, aunque aún se sitúan un 10% por debajo del ejercicio anterior al Covid.

Importante esta semana:

En su comparecencia del miércoles ante el Congreso, que ayer repitió ante el Senado, el presidente de la Fed, Powell, moderó su discurso, al apuntar a un incremento de 25 puntos básicos (en lugar de 50 que descontaba el mercado) en la reunión del 16 de Marzo. Continúa así adelante la normalización, lógico en la medida en que la inflación supera por mucho los objetivos de la Fed, pero de una forma más pausada de la que se preveía antes de la invasión de Ucrania, afirmando el presidente de la Fed que aún no se puede determinar si este conflicto bélico afectará a la normalización monetaria de la Fed. Aun así, mantiene un firme compromiso con el control de la inflación, necesario para mantener la credibilidad, y se muestra dispuesto a implementar subidas de 50pbs más adelante si es necesario.

En Europa ayer se publicaron datos de PMI, el PMI del sector servicios toma impulso gracias al fin de las restricciones Covid, pero en Estados Unidos pierde fuelle al haber tardado más en retroceder, aunque dentro de unos parámetros favorables. De esta forma, el conjunto de la economía coge impulso y anticipa un 1T22 de menos a más y con una positiva inercia como también reflejan los pedidos de fábrica americanos (+1,4%). Sin embargo, la presión alcista de los precios es común a ambas regiones, tanto en el sector industrial como en el de servicios. En la Eurozona, los precios industriales subieron a un récord del +30,6% interanual. Todo ello en un contexto de buen momento del mercado laboral. La tasa de paro de la Eurozona disminuyó al 6,8% en enero nivel no visto desde antes de la Gran Recesión.

El miércoles se publicó en Estados Unidos una muy sólida encuesta de empleo privado ADP, 100.000 por encima de lo esperado, pero con revisión al alza del dato anterior de 810.000, que podría anticipar un buen dato oficial de empleo hoy.

Con la tensión geopolítica, la rentabilidad del bono a 10 años alemán (Bund) ha vuelto a cotizar en negativo, situándose en -0,07%, al considerarse un activo refugio, las compras de deuda alemana se han multiplicado. Por otro lado la guerra en Ucrania obstaculiza los planes del Banco Central Europeo de acelerar la retirada de estímulos para combatir la inflación. La Rentabilidad del bono a 10 años americano (Treasury) también ha caído su rentabilidad al 1,71% y en España cayó al 0,88%.


Esta semana en el discurso del Presidente de Estados Unidos Joe Biden sobre el estado de la Unión del martes, aprovechó para etiquetar Vladimir Putin como un «dictador», y dijo que el presidente ruso pagaría un precio alto por su invasión a Ucrania.

Los grandes grupos empresariales Europeos están rompiendo lazos comerciales con Rusia (BP, Shell, Total, Iberdrola, Telefónica, Apple), además las financieras Mastercard y Euroclear se suman al bloqueo.  Las navieras y líderes del transporte marítimo como Maersk y MSC cancelan los nuevos pedidos rusos.  Además, Bruselas ha congelado activos e impuesto la prohibición de viajar a más de 12 destacados oligarcas rusos con vínculos a Putin.

El Banco Central Ruso esta semana realizó un comunicado donde aclaró su apoyo a la economía rusa, que seguirá inyectando liquidez al sistema bancario y recordó a los ciudadanos que sus depósitos están garantizados. Además instaba al uso del sistema de transacciones financieras ruso (SPFS), de alcance mucho más limitado, ante las exclusiones del sistema Swift. Además la autoridad monetaria rusa decidió prohibir a los emisores de deuda en rublos abonar los intereses a inversores extranjeros, medida que se une a la de prohibir que los extranjeros vendan activos rusos o transfieran capital fuera del país. Todo ello en un contexto en el que Banco Central de Rusia decidió este lunes elevar el tipo de interés de referencia a un 20% (vs. 8,5% anterior) para frenar la devaluación del rublo y moderar la subida de la inflación.

La Eurocámara apoyó esta semana la candidatura de Ucrania a la UE y llama a restringir el gas ruso. La Eurocámara aprobó ayer una resolución por amplia mayoría (637 votos a favor, 13 en contra, 36 abstenciones) para instar a las instituciones europeas a conceder a Ucrania el estatus de candidato a la UE. Además, ocho países (los bálticos y países de Europa del este) se pronunciaron a favor de dar a Ucrania «una perspectiva inmediata de adhesión». En la resolución también se incluyó una reclamación para ampliar el alcance de las sanciones, apelando a restringir las importaciones de petróleo y gas de Rusia.

Moldavia se une a Georgia y solicita su entrada en la Unión Europea. Moldavia, otra república ex-soviética, ha enviado ayer su aplicación formal para pertenecer a la UE, uniéndose a las solicitudes de Ucrania y Georgia. Moldavia cuenta con una región, Transnistria, controlada de facto por el gobierno ruso y ocupada por sus soldados, a pesar de su reconocimiento limitado como Estado independiente por la comunidad internacional.


El actual entorno acelera las presiones inflacionistas de oferta que ya sufría la economía global, que se han constatado en el último dato del IPC de la Eurozona, que no incorpora todavía el impacto de la guerra en Ucrania. En concreto, la inflación de la zona monetaria europea en febrero aumentó un 0,7 hasta un 5,8% anual, máximo nivel de su serie histórica, destacando el incremento interanual del coste de la energía de un 31%.


Invertir en tiempos de guerra. Ignacio de la Torre. Economista Jefe de Arcano Partners y profesor en IE Business School.

La guerra es terrible, pero no es lo más terrible. La degradación del estado de sentimiento moral y patriótico que lleva a pensar que nunca hay una causa justa para luchar una guerra es aún peor”. John Stuart Mill, siglo XIX.

El verano de 1914 trajo consigo el asesinato del heredero del Imperio Austrohúngaro, el Príncipe Francisco Fernando, y el de su mujer en una visita a Sarajevo por parte de un activista serbiobosnio. Austria amenazó con invadir Serbia en represalia. Rusia, a su vez, expuso que si Austria invadía Serbia, Rusia invadiría Austria, ya que los serbios eran considerados “hermanos de sangre” dada su condición eslava, su religión ortodoxa y su alfabeto cirílico (que se lo digan ahora a los ucranianos). El Imperio Prusiano, aliado de Austria, planteó a Rusia que, si ésta se atrevía a invadir Austria, entonces Prusia declararía la guerra a Rusia. Francia, honrando su alianza con Rusia (la entente cordiale) amenazó a Prusia con invadirla si atacaba a Rusia, amenaza a la que se sumó Reino Unido, también firmante de la entente.

En fin, todas estas cosas estaban sucediendo los últimos días de julio de 1914. ¿Cómo reaccionaron los inversores?

Ignorándolas.

En aquella época, el activo “libre de riesgo” era el bono británico (el Gilt) y las primas de riesgo se calculaban sobre dicho bono. Pues bien, las primas de riesgo de los bonos rusos, prusianos, austriacos o franceses se situaban en mínimos a pesar de la vorágine que iba a devastar Europa. El 11 de agosto comenzó la Primera Guerra Mundial, un conflicto que no sólo dejó 17 millones de muertos, sino que trajo también la ruina de muchas economías, y el impago de muchos de los bonos aquí mencionados (entre otros, los bonos rusos del Zar, que fueron repudiados por el nuevo régimen bolchevique surgido de la revolución de 1917).

¿Por qué no se enteraban los inversores de algo que parecía obvio? Un error que se achaca a la profesión financiera es su excesiva juventud. Hace tiempo leí datos que mostraban cómo la edad media de un operador financiero se situaba en 31 años, edad que en muchos casos supone que, como mucho, han vivido una crisis financiera, y posiblemente ninguna crisis bélica de dimensión.

Hace solo unas semanas muchos analistas militares, geopolíticos y financieros exponían como “caso base” que Rusia no terminaría invadiendo Ucrania, e incluso alguno recomendó con hincapié la compra de Bolsa rusa bajo esta premisa. La realidad ha sido muy diferente, pero la lógica que subyace no es tan diferente de la del verano de 1914.

Geopolítica y finanzas, inconexas

Por poner otro paralelismo más cercano: en otoño de 2012, los seguros para protegerse de una eventual quiebra de España (credit default swaps) se situaban a primas más altas que las de países como Egipto, Filipinas o Kazajistán. Es decir, que una democracia liberal con una moneda casi de reserva (el euro representa el 20% de las reservas de divisas mundiales de los bancos centrales) resultaba más arriesgado que una satrapía sin clase media como la de Mubarak en Egipto. Completamente absurdo, otra muestra de falta de conexión entre geopolítica y finanzas.

Y a veces nos sorprende saber que los shocks geopolíticos son menos peligrosos que las crisis financieras. Así, por ejemplo, la volatilidad de la bolsa de Estados Unidos, uno de los mejores termómetros de riesgo, presenta niveles medios históricos en torno al 20%. Cuando Hitler conquistó Francia en 1940, la volatilidad subió hasta el 44%. Sin embargo, la caída de Lehman Brothers en 2008 supuso niveles de volatilidad superiores al 80%. Es decir, una crisis bancaria supuso el doble de volatilidad que una conmoción geopolítica (en 1940 se consideraba que el Ejército francés era el más potente de Europa). Hoy estamos en volatilidades del 33%, y bajarán.

A medio plazo los mercados son eficientes, a corto plazo a veces no lo son, movidos por la “psicología de comportamiento” (behavioural finance), que hace que muchos actores de mercado actúen “en manada”, en ocasiones sin un análisis geopolítico pertinente. En cualquier caso, esta guerra muestra al mundo cómo los ucranianos no se han sometido a la degradación pronosticada por Stuart Mill y, además, azuzará la inflación, que se mantendrá elevada más tiempo del esperado, sobre todo en Rusia, que será la economía más damnificada tras la de Ucrania.

Como dijo Nicolás Copérnico hace 500 años: “Numerosos son las desgracias que generan la decadencia de los Reinos, Principados y Repúblicas; las cuatro más temidas son: guerras, plagas, hambre, e inflación. Nadie puede ignorar la evidencia de las primeras tres, pero poca gente se molesta en entender la causa de la cuarta… porque opera no de un modo súbito, sino de una forma oculta y constante, lo que gradualmente mina a los Estados”.


Una inflación descontrolada. José María Rotellar.

Los precios se desbocan; no es que no dejen de crecer, sino que aumentan de manera muy importante, como muestra el indicador adelantado del IPC de febrero, cuya tasa interanual aumenta 1,3 puntos respecto a la de enero y se sitúa en el 7,4% –con impacto importante en ella de los precios de la energía–, con una inflación subyacente –que excluye los alimentos no elaborados y el componente energético– que se incrementa 6 décimas, hasta el 3%, que nos permite ver, un mes más y de manera, cada vez, más clara, que la subida de precios ya se está trasladando a toda la economía. La tasa mensual del índice general de precios sube también de manera importante, nada menos que 0,6 puntos. Así, desde noviembre de 2020 se está produciendo una escalada de la tasa anual de inflación, subiendo desde el -0,8% interanual de noviembre de aquel año hasta el 7,4% de este mes, con un pequeño respiro que reflejó el índice en el pasado mes de febrero, cuando se aplanó temporalmente para crecer, al mes siguiente, 1,3 puntos. Con ello podría continuar incrementándose en los meses restantes, pese a que en enero descendió mínimamente. Es, así, la tasa más alta desde julio de 1989, es decir, desde hace más de treinta años.

El incremento de los precios de la energía, derivado de una demanda creciente y de una disminución de la oferta por haber arrinconado diversas fuentes energéticas antes de tener un plan alternativo viable y por no apostar, de manera absurda, por la energía nuclear como energía limpia y abundante, está infligiendo un impacto muy alcista en los precios, al que se unen los provocados por los costes de transporte y la escasez de oferta de determinados componentes, que presionan también al alza los precios. Impacto que será mayor ahora con la guerra originada por la invasión rusa de Ucrania, al restringirse el suministro, encarecerse su precio y afectar al conjunto de la oferta de otros bienes.

Todo este impacto ya se deja sentir, como he venido diciendo durante los últimos meses, a lo largo de toda la cadena de valor. Los precios industriales están pulverizando sus registros, con incrementos de más del 30% interanual, lo que incrementa los costes de las industrias, algunas de las cuales están parando o limitando su producción, que provocará una reducción adicional de oferta y precios más caros. Por otra parte, quienes no limiten su producción van a terminar por trasladar esos mayores costes al consumidor en todos sus productos, con lo que subirán los precios de manera generalizada y mermará la renta disponible de los agentes económicos, cosa que ya está sucediendo.

No debemos obviar lo peligrosa, por perniciosa para toda la actividad económica, que es la inflación, pues introduce un elemento que no aporta nada positivo, sino que encarece toda la actividad económica, la hace menos competitiva y puede crear un círculo vicioso que lastre el desarrollo económico durante tiempo. Mientras que la Reserva Federal, con el anuncio de tres subidas de un cuarto de punto para 2022, y el Banco de Inglaterra, que ya ha subido dos veces los tipos veinticinco puntos básicos, el Banco Central Europeo (BCE) insiste en que este repunte de la inflación parece que será pasajero, sólo con impacto importante en el corto plazo, de manera que, aunque lo vigilen, no están tomando decisiones firmes conducentes a aplicar una política monetaria más restrictiva (tras la finalización de las compras extraordinarias por coronavirus, parece que serán reemplazadas incrementando el programa ordinario), que embride el alza de precios que estamos viviendo, aunque ya admiten que es más duradera de lo que preveían.

No se puede tomar a la ligera y obviar el problema, porque si se da la espalda al mismo y no se contempla en toda su extensión, puede transmitirse la presión inflacionista al medio y largo plazo, cosa que cada vez empieza a cobrar una mayor probabilidad.

Adicionalmente, introducirá también presión extra en la negociación colectiva por vía salarial (especialmente ahora que la reforma laboral del Gobierno recupera en materia salarial la prevalencia de los convenios sectoriales frente a los de empresa), lo que puede llegar a crear una espiral peligrosa precios-salarios, que disminuiría la productividad y la competitividad de nuestras empresas, con pérdida de penetración en mercados exteriores y descenso de exportaciones y, por tanto, menor actividad e inferior generación –cuando no, destrucción– de puestos de trabajo.

Las pensiones

Como último ejemplo de los muchos negativos que puede provocar la inflación, me referiré al coste adicional de las pensiones, especialmente tras aprobar el Gobierno el abandono del factor de sostenibilidad y del índice de revalorización, que atenuaban el deterioro del sistema, y que ahora empeora al indexar, nuevamente, la revalorización de las pensiones a la evolución de los precios. Con esta inflación creciente, la factura de las pensiones aumentará, y mucho, sólo por este efecto. Ya este año, el incremento ha sido de un 2,51% (la media interanual de diciembre de 2020 a noviembre de 2021) y supondrá un mayor coste para la Seguridad Social de alrededor de 5.000 millones de euros al año, que muestra la grave irresponsabilidad del Gobierno al olvidarse del factor de sostenibilidad y poner en riesgo, así, las pensiones.

Son tres ejemplos que pueden causar un impacto muy negativo en la actividad económica y en el empleo, aunque el aumento inflacionista fuese sólo temporal en el corto plazo, pero que, con el impacto concatenado en los temas comentados y la merma de oferta por encarecimiento de componentes tecnológicos y de transporte, más las consecuencias económicas de la guerra, puede convertirse en estructural o, por lo menos, ese plazo temporal es cada vez más largo. El propio Banco de España decía recientemente que un 60% de las empresas subirán precios en 2022.

Se hace imprescindible seguir de cerca la inflación, no olvidarnos de que es el objetivo único del BCE, y combatirla, evitando que el alza del corto plazo pueda consolidarse en el medio y largo plazo, porque, de volverse estructural, nos encontraremos entonces con un problema adicional a la ya incierta situación económica que vivimos. Cuanto más tarde se actúe, más restrictiva puede que tenga que ser entonces la política monetaria, con el consiguiente impacto negativo para los deudores financiados a tipo variable. Por eso, conviene tomar la decisión cuanto antes: el Banco Central Europeo no puede aplazar su decisión más tiempo y debe afrontar, de manera más decidida, el combate contra la subida de precios en el conjunto de la eurozona.

La inflación puede perjudicar al valor real de los activos; perjudica al poder adquisitivo; fomenta un mayor endeudamiento –por valer, en términos reales, menos, las deudas–; por otra parte, perjudica a los presupuestos públicos que refinancian la deuda de manera constante, camino, en la práctica, de deuda perpetua, al poder sufrir incremento en el coste de dicha refinanciación si suben los tipos de interés para poder controlar esa subida de precios; y supone una mayor presión tributaria para los agentes económicos, ya que, al subir los precios, la base sobre la que se aplican los impuestos es mayor, con mayor perjuicio para quienes tienen menos renta. Todo ello, además, puede terminar en la comentada espiral precios-salarios peligrosísima para la economía, en el marco, además, del estancamiento económico que se puede producir si se comete el error de no levantar del todo las restricciones de la pandemia – que podría introducirnos en el indeseable camino de la estanflación.


El gran plan de Vladímir Putin se desmorona. Gideon Rachman. Financial Times.

Vladímir Putin es un “genio”, aseguró Donald Trump. El ex presidente de Estados Unidos se pronunció justo antes de la invasión rusa de Ucrania, manifestando su admiración por el “inteligente” hombre que está al frente del Kremlin.

¿Y qué ha conseguido este genio? Tras cuatro días de invasión, las tropas rusas no han cosechado la rápida victoria con la que contaba Putin. La resistencia de Ucrania es mucho más fuerte de lo que preveía el líder ruso, ya que su ejército se está defendiendo y la población civil se ha movilizado. Hay incluso imágenes de soldados rusos quejándose porque se les prometió que iban en una misión de entrenamiento.

La respuesta internacional también ha sido más severa y coordinada de lo que Putin imaginaba. Rusia ha sido excluida del sistema internacional de pagos. La mayor parte del espacio aéreo europeo se ha cerrado a las aerolíneas rusas. Se ha producido un cambio histórico en la política exterior y de seguridad de Alemania, ya que Berlín ha decidido enviar armamento a Ucrania y se ha comprometido a destinar más del 2% del Producto Interior Bruto al gasto en defensa. La alianza de la OTAN ha cobrado un nuevo sentido.

Rusia se está convirtiendo en un paria, que ni siquiera ha contado con el respaldo China ante la ONU, que se limitó a abstenerse en la votación de la resolución contra la invasión de Ucrania.

Dentro de la propia Rusia, los ciudadanos, presos del pánico, se apresuran a retirar dinero de los bancos. El rublo se ha desplomado, al igual que la Bolsa rusa. Se han producido pequeñas protestas contra la guerra en todo el país, aunque los manifestantes han sido detenidos. Celebridades locales, oligarcas e incluso los hijos de algunos funcionarios rusos han condenado el conflicto. Los propios funcionarios de Putin parecen visiblemente incómodos mientras reciben sus órdenes ante las cámaras de televisión. Los medios oficiales rusos se han visto en la insólita situación de negar el alcance de la guerra, mientras insisten en que sólo se trata de una operación militar especial de apoyo a las regiones ocupadas de Donetsk y Lugansk.

Reconocimiento a Ucrania

Mientras tanto, la propia Ucrania recibe un nivel de admiración y reconocimiento internacional sin precedentes desde que el país obtuvo la independencia en 1991. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, que en su día fue ridiculizado por haber ejercido de actor cómico, ha recibido elogios de la comunidad internacional por su liderazgo inspirador. Su valentía al exhibirse en las calles de Kiev contrasta con la cobardía de Putin, tan asustado por un virus que no permite que sus propios funcionarios se le acerquen. Cada vez son más los llamamientos para que Ucrania se integre en la UE por la vía rápida.

Putin ha logrado todo esto en apenas cuatro días. Un genio, un auténtico genio. No obstante, un Putin humillado y acorralado podría volverse aún más peligroso y despiadado. Esta reacción ya quedó patente el domingo, cuando el líder ruso puso en alerta las fuerzas nucleares de su país.

Al ser incapaz de lograr la cómoda victoria que había previsto, parece poco probable que Putin se repliegue. El orgullo, la paranoia y su propia supervivencia personal apuntan al uso de tácticas cada vez más radicales y peligrosas. Un alto funcionario occidental ha pronosticado que “Putin se atrincherará y esto se pondrá muy feo”. Los analistas de seguridad occidentales llevan tiempo advirtiendo del posible uso de armas termobáricas en Ucrania, bombas “lanzallamas” que Rusia ha desplegado en Chechenia y Siria, que pueden causar muchas muertes. Aunque de momento tienen un poder disuasorio, las amenazas nucleares de Putin no pueden descartarse del todo dado su estado mental.

Parece muy poco probable que el propio Putin se retire, aunque no quedan muchas salidas pacíficas a este conflicto. La única esperanza va acompañada del anuncio de que los negociadores rusos y ucranianos han acordado reunirse en la frontera con Bielorrusia. Pero todavía no hay ninguna señal de que Putin esté dispuesto a renunciar a sus exigencias, que provocarían una mayor desmembración del territorio ucraniano y el fin de facto de la independencia del país. El hecho de que el hombre escogido originalmente para encabezar la delegación rusa sea un exfuncionario de menor rango, conocido por su nacionalismo extremo, no es una señal prometedora.

Es posible que la única solución para alcanzar la paz sea que la élite gobernante rusa obligara de algún modo a Putin a abandonar el poder. Los vídeos que su líder ha difundido en los que aparece humillando a miembros del departamento de seguridad, a los que obliga a respaldar sus políticas, pretenden demostrar su autoridad. Pero también ponen de manifiesto los recelos dentro de su propio círculo de confianza.

Sin embargo, el actual sistema ruso es menos colectivo que la Unión Soviética posterior a Stalin. Los altos cargos soviéticos fueron capaces de obligar a Nikita Jruschov a abandonar el poder en 1964. Pero Putin gobierna más bien como un zar presoviético. Es difícil imaginar cómo puede movilizarse la oposición interna a él dentro del Gobierno.

Es posible, sin embargo, que a medida que aumente el coste humano y económico de la guerra sea más difícil contener las protestas públicas en contra del conflicto. También es posible que las tropas rusas dentro de Ucrania se desmoralicen a medida que sigan sumando derrotas y se les ordene utilizar tácticas brutales contra los civiles. La mezcla de ansiedad de las élites, el fracaso militar y el descontento popular podrían obligar al líder ruso a abandonar su cargo. Pero por ahora el peligro que Putin representa para Ucrania, Rusia y el mundo no hace más que crecer.


Putin ha reavivado el conflicto entre la tiranía y la democracia liberal. Martin Wolf. Financial Times.

Nadie sabe cómo acabará esto. Pero sí sabemos cómo empezó. Vladímir Putin ha montado un asalto no provocado a un país inocente. Ha cometido el peor acto de agresión en suelo europeo desde 1945 y ha justificado este vil acto con escandalosas mentiras. También ha unido, por el momento, a Occidente contra él. Putin no es el primer tirano que confunde el deseo de paz con la cobardía. Lo que ha conseguido, en cambio, es despertar la ira de los pueblos occidentales. El resultado es una serie de sanciones a Rusia tan impresionantes como justificadas.

Puede que Putin sea el hombre más peligroso que haya existido jamás. Está dedicado a restaurar el imperio perdido de Rusia, es indiferente a la suerte de su propio pueblo y, sobre todo, es dueño de una enorme fuerza nuclear. Pero la resistencia, por muy arriesgada que sea, es imperativa. Algunos insistirán en que las acciones de Putin son culpa de Occidente y, sobre todo, resultado de su decisión de ampliar la OTAN. Es todo lo contrario. Putin nos ha recordado por qué los países que mejor conocían el dominio ruso estaban desesperados porque la OTAN se expandiese. También ha demostrado por qué era necesaria. Europa necesitaba una frontera defendida entre Rusia y sus antiguas posesiones. La tragedia de Ucrania es estar en el lado equivocado de esa línea. No suponía más amenaza para Rusia que la de querer ser libre; Rusia sí suponía una amenaza para ella.

Las sanciones suelen ser ineficaces. Las impuestas esta vez no lo serán. Estados Unidos impuso sanciones al mercado secundario de deuda soberana el 22 de febrero. Ese mismo día, Alemania suspendió la certificación del polémico gasoducto Nord Stream 2. El 24 de febrero, EEUU, la UE y otros miembros del G-7 limitaron la capacidad de Rusia para realizar operaciones en divisas extranjeras. Y dos días después, varios bancos rusos fueron expulsados de la red de pagos Swift, se impuso la congelación de los activos del Banco de Rusia y se prohibieron las transacciones con el Banco Central.

Un exhaustivo análisis del Instituto de Finanzas Internacionales resume todo esto: “Esperamos que las sanciones impuestas en los últimos días tengan un efecto dramático sobre el sistema financiero de Rusia, así como sobre el conjunto del país”. Una gran parte de los 630.000 millones de dólares (unos 570.000 millones de euros) de reservas líquidas del país quedarán inutilizados. El Banco Central ya ha tenido que duplicar los tipos de interés. Se está produciendo una retirada masiva de depósitos de los bancos. Con la excepción de la energía, la economía quedará sustancialmente aislada.

Presión inflacionista

No todo el dolor recaerá sobre Rusia. Los costes del petróleo y el gas se mantendrán altos durante más tiempo, lo que agravará la presión inflacionista mundial. Los precios de los alimentos también aumentarán. Si Rusia cortara sus exportaciones de energía (con un gran coste para sí misma), el trastorno sería aún mayor. El gas natural ruso genera el 9% de la energía bruta disponible en la zona euro y el conjunto de la UE. Al menos el invierno, la estación de mayor necesidad, está pasando.

Más allá de estos efectos relativamente concretos, la combinación de guerra, amenazas nucleares y sanciones económicas aumenta enormemente la incertidumbre. A los bancos centrales les resultará aún más difícil decidir cómo endurecer la política monetaria. Lo mismo ocurrirá con los gobiernos que intenten amortiguar el golpe de las crisis energéticas.

A largo plazo, los efectos económicos seguirán a la geopolítica. Si el resultado es una división profunda y prolongada entre Occidente y un bloque centrado en China y Rusia, las divisiones económicas se sucederán. Todo el mundo intentaría reducir su dependencia de socios conflictivos y poco fiables. La política triunfa sobre la economía en un mundo así. A nivel global, la economía se reconfiguraría. Pero en tiempos de guerra, la política siempre triunfa sobre la economía. Todavía no sabemos cómo.

Sin duda, Europa es la que más va a cambiar. Alemania ha dado un gran paso al reconocer que su postura tras la Guerra Fría es ya insostenible. Tiene que convertirse en el corazón de una poderosa estructura de seguridad europea capaz de protegerse contra una Rusia revanchista. Esto debe incluir un gran esfuerzo para reducir la dependencia energética. Trágicamente, Europa tiene que reconocer que EEUU no será un aliado fiable mientras Donald Trump, que ve a Putin como un “genio”, comande el Partido Republicano. Reino Unido, por su parte, tiene que reconocer que siempre será una potencia europea. Debe comprometerse más a fondo en la defensa del continente, sobre todo de sus aliados de Europa oriental. Todo esto necesitará resolución y costará dinero.

En este nuevo mundo, la posición de China será una preocupación central. Sus dirigentes deben comprender que el apoyo a Rusia es ahora incompatible con las relaciones amistosas con los países occidentales. Estos últimos tendrán que hacer de la seguridad estratégica un imperativo primordial de su política económica. Si China decide apoyarse en un nuevo eje de autoritarios irredentos contra Occidente, se producirá una división económica mundial. Las empresas deben tomar nota.

Una guerra premeditada contra los hijos de una democracia pacífica no es una acción que en Occidente podamos permitirnos olvidar. Tampoco podemos perdonar a los que la iniciaron, ni a los que la apoyan. La memoria de nuestro propio pasado debe prohibirlo. Vivimos un nuevo conflicto ideológico, no entre comunistas y capitalistas, sino entre la tiranía irredentista y la democracia liberal. En muchos sentidos, esto será más peligroso que la guerra fría. Putin tiene un poder arbitrario y sin control. Mientras esté en el Kremlin, el mundo será peligroso. No está claro si ocurre lo mismo con Xi Jinping en China. Pero aún podemos aprender que lo es.

Este no es un conflicto con el pueblo ruso. Aún deberíamos esperar para ellos un régimen político digno de su contribución a nuestra civilización. Es un conflicto con su régimen. Rusia ha emergido como un paria gobernado por un gánster. No podemos vivir en paz y seguridad con un vecino así. Esta invasión no debe mantenerse, ya que su éxito nos amenazaría a todos. Estamos en un mundo nuevo. Debemos entender eso y actuar en consecuencia.


Impacto de la guerra en Ucrania en el petróleo. Mark Lacey (Expansión 4 de hoy).

La tragedia que está teniendo lugar en Ucrania está endureciendo aún más la dinámica de la oferta en el espacio energético convencional. No obstante, es importante entender que antes incluso de la invasión los mercados energéticos mundiales ya estaban bajo tensión. Años de falta de inversión, junto con una demanda increíblemente alta, llevaron a un déficit de inventarios de petróleo y gas.

No hay una solución rápida a este problema, pues los combustibles fósiles siguen representando el 85% del mix energético mundial. La energía hidroeléctrica y la nuclear representan un 11%, mientras que la eólica y la solar apenas suponen un 4%.

Las recientes subidas de los precios del gas natural y del petróleo hicieron que los costes de la energía primaria en porcentaje del PIB alcanzaran casi el 8% en febrero. Se trata de la mayor proporción mensual del PIB en casi una década.

El aumento es especialmente grave si se tiene en cuenta que los costes energéticos mensuales se situaban en abril de 2020 en apenas el 2% del PIB, el mínimo de varias décadas. De hecho, el reciente aumento de los precios de los combustibles fósiles es el más rápido desde finales de la década de 1970 y, en el pasado, un aumento tan rápido de los costes energéticos ha desencadenado recesiones.

El análisis del impacto de la actual crisis ucraniana en los mercados energéticos se hace más complejo por la cambiante situación en torno a la naturaleza exacta de las sanciones.

Sin sanciones al flujo de petróleo y gas, por ahora

En la actualidad, se han impuesto sanciones a particulares y a las principales instituciones financieras rusas, pero, hasta ahora, se han evitado explícitamente las sanciones sobre el petróleo y el gas procedentes de Rusia.

No obstante, la rápida escalada de las sanciones occidentales reducirá de por sí la demanda europea de petróleo y productos petrolíferos rusos. Si bien, esta pérdida de demanda en Europa se verá compensada por el aumento de la demanda en China.

Los responsables políticos occidentales son reacios a interrumpir los flujos energéticos rusos, pero cada vez se hace más complejo compaginar este objetivo con la creciente presión para aumentar las sanciones a medida que empeora la situación en Ucrania. De hecho, aunque seguimos esperando que los suministros rusos sigan estando disponibles para el mercado, es posible que un número creciente de compradores europeos y estadounidenses decidan evitarlos para reducir el riesgo legal y de reputación.

Actualmente, Rusia exporta 5,5 millones de barriles diarios (bd) de petróleo, de los cuales más de 3,5 millones de barriles van directamente a Europa, mientras que el resto se dirigen principalmente a Asia. Además, se exportan a Europa unos 1,2 millones de barriles diarios de productos petrolíferos refinados. De los 3,5 millones de barriles diarios que se exportan a Europa, un millón pasa por el oleoducto de Druzhba y se gestiona mediante contratos a largo plazo. No esperamos que estas exportaciones se vean interrumpidas a menos que Rusia decida cerrar los grifos.

El mercado marítimo es donde se podrían producir cambios en los precios de los productos petrolíferos y en los flujos comerciales. Al menos la mitad de los flujos marítimos hacia Europa podrían redirigirse hacia China e India con bastante facilidad.

Si las sanciones se ampliaran, habría cierta flexibilidad en cuanto al petróleo. Las importaciones de petróleo ruso a Europa podrían sustituirse por importaciones de otros países. Sin embargo, ya preveíamos un déficit en los mercados del petróleo este año de 0,5 millones de barriles diarios. Si las sanciones hacen que Rusia no pueda exportar entre 1 y 1,5 millones de bd, el déficit del mercado petrolífero en 2022 podría ser mucho mayor.

Y habrá consecuencias a más largo plazo para el sector ruso del petróleo y el gas. Es probable que la inversión y la financiación occidentales se agoten, como demuestra el abandono de BP de su participación en Rosneft. Los compradores que dependen del petróleo y el gas rusos reducirán considerablemente esta exposición en los próximos meses y años.

¿Qué podría abaratar los precios del petróleo?

Como ya hemos dicho, no hay una solución fácil a corto plazo en cuanto a los precios de la energía. En el caso del petróleo, una característica notable de esta crisis ha sido el silencio que ha mantenido la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo).

La capacidad de reserva de la OPEP es limitada, pero Irán sigue siendo un comodín. Se están celebrando conversaciones en Viena para restablecer el acuerdo nuclear con Irán de 2015, que permitiría a este país vender petróleo en el mercado internacional. Esperamos que se apruebe un acuerdo en las próximas semanas. Si se aprueba, la respuesta de la oferta podría ser bastante rápida (dos o tres meses), ya que Irán tiene almacenados unos 105 millones de barriles de crudo y condensado. Esto supondría un alivio a corto plazo para los precios del mercado del petróleo.

Proyectos que aliviarán el mercado a final de año

En segundo lugar, a partir del cuarto trimestre de 2022 se pondrán en marcha algunos proyectos de países de la OPEP y no pertenecientes a ella. Esto también puede proporcionar cierto alivio a los mercados del petróleo hacia finales de año.

Otra posibilidad es que, con los precios del petróleo ya elevados, cualquier nueva subida de la cotización podría provocar una recesión y una caída más pronunciada de la demanda.

Ante este escenario, creemos que los acontecimientos de Ucrania no harán sino acelerar la transición energética. A partir de ahora, la independencia energética a través de una energía barata y sostenible estará en el primer plano del proceso de toma de decisiones de todos los responsables políticos.


Buen fin de semana.

Comentario de mercado viernes 18 de Febrero del 2022

La geopolítica está siendo protagonista en este comienzo de año, la escalada y desescalada de tensiones en Ucrania hace temblar al mercado, provoca repuntes en el precio de la energía y caídas en las Bolsas con subidas de los bonos.

Las intenciones de Putin hacia Ucrania siguen siendo una incógnita, al final del email adjunto un artículo del Financial Times al respecto, y mientras tanto habrá que esperar. Rusia sigue siendo el mayor exportador de materias primas, y su impacto en la inflación es crucial:

Fuera de la crisis ucraniana, el mercado sigue muy atento a la evolución de la curva de la renta fija estadounidense, donde cada vez vemos un mayor aplanamiento de la misma. Esto sigue estudiándose con prudencia porque puede ser un signo de que nos encaminamos hacia un escenario de bajos crecimientos económicos en Estados Unidos. Así el diferencial entre el bono a 2 y 5 años seguía estrechándose, con el 2 años alcanzando el 1,56% de TIR (+11 puntos básicos), mientras que el 5 años subía hasta el 1,88% (7 puntos básicos). Y ya si nos vamos a plazos largos el diferencia es mínimo, con el bono a 30 años en niveles del 2,26% de TIR. En este sentido no hay que olvidar que los altos precios del crudo y del gas actúan como un impuesto sobre la economía global, a la vez que mantienen fuertes las tasas de inflación, y que cuanto más tiempo dure la crisis ucraniana, mayor será el efecto de desaceleración sobre el crecimiento.

                Spread 2-5 años americano desde el 2015.

Además los Banco Centrales tienen a los mercados tratando de adivinar la trayectoria de la normalización en la política monetaria. En el caso de la Reserva Federal, que está semana publicó las Actas de su reunión de enero, que muy probablemente subirá un 0,5% de golpe en marzo, mientras que la carrera para ver quien pronostica más subidas este año perderá fuelle dentro de poco.

En siete semanas se ha pasado de un mercado esperando 2 subidas de tipos en el 2022, a 7 subidas (incluida una de 0,50% en marzo). El riesgo en el precio del petróleo parece asimétrico, y si finalmente se calma el conflicto Rusia-Ucrania, no tendría que corregir mucho, pero sin embargo, si el conflicto empeora podemos ver precios de 120 dólares el petróleo según los analistas de JPMorgan. Aun así hay analistas, como los de JPMorgan que siguen pensando que lo más probable es que la subida de tipos de Marzo sea de 25pb y no de 50pb. Cuesta pensar que a corto plazo la yield del bono a 10 años americano se vaya a ir muy por encima del 2%. Si bien la corrección del S&P500 desde máximos del 4800 hasta los 4300 que ha llegado es del 10%, la corrección media que hemos llegado a ver en los 10 valores más grandes ha sido del 20% que parece suficiente, y deja los PERs sólo 0.5x por encima de los niveles pre-pandemia, cuando las expectativas de crecimiento para los siguientes trimestres era más flojas.

Los inversores han metido en precio siete subidas para este año (además del Quantitative Tightening). La gran pregunta que se hacían los analistas de JPMorgan en su estratégico de esta semana es ¿Pueden la economía y los mercado con esto? Normalmente, unos meses después de la primera subida, la renta variable comienza a caer. La estabilización suele llegar unos 3-4 meses después y entre seis y doce meses después la renta variable suele hacer máximos de nuevo. Esa corrección debería de ser interpretada como táctica, ya que no supondría un cambio fundamental de dirección. El comienzo de las políticas restrictivas suele ser una confirmación de que el ciclo tiene pies propios y se mueve. Rara vez se trata de una señal de final de ciclo.

¿Qué pasaría con la curva?  La retirada inicial de liquidez no debería de tomarse como algo negativo. No al menos hasta que sea restrictiva en términos absolutos. Una de las confirmaciones que el mercado espera ver en este caso es la inversión de la curva. Aún no hemos llegado a ese punto. Normalmente, la renta variable suele hacer pico un año después de la inversión de la curva. El Quantitative tightening debería de retrasar este evento. Solemos ver una ralentización una vez los tipos reales entran en territorio positivo. Pero con los tipos aun en -40bps aún hay margen.

A nivel sectorial en Estados Unidos, materias primas y bancos suelen ser quienes mejor lo hacen tras las primeras subidas. Por estilos, value suele hacerlo mejor que growth. Las Bolsas europeas suelen hacerlo mejor que las americanas.

En el caso de Europa una encuesta realizada por Reuters sobre las perspectivas de subida de tipos por parte del Banco Central Europeo no trasladó un consenso del todo claro. De esta manera, 21 personas plantearon que las acciones comenzarían en el 4T22, 16 respaldaron el 3T22, 1 el 2T22 y hasta 13 abogaron por retrasar el momento al año que viene. Lindner (Ministro de Finanzas alemán) se mostró bastante escéptico respecto a la posibilidad de bajar el IVA para compensar el impacto negativo de los altos precios de la energía, ya que posteriormente podría incentivar la inflación.

El último dato de inflación en Estados Unidos, junto con la salud del mercado laboral, justifican una primera subida de tipos en marzo de mayor entidad (0,5% en lugar de 0,25%), seguido de una subida de 0,25% en mayo y 0,25% adicional en junio. Tras estas subidas, la reducción de los cuellos de botella productivos y un consumo más débil reducirán la presión inflacionaria y permitirán a la Fed tomarse una pausa en la segunda mitad del año. De la mano de estas subidas esta semana analistas como Julius Bär han revisado sus estimaciones para el bono americano a 10 años al 2,1% a 3 meses y 2,3% a 12 meses.

Los bonos gubernamentales de Estados Unidos están sometidos a fuerzas contrapuestas, mayor demanda por las tensiones geopolíticas (activo refugio), mientras que el final de las compras por parte de la Fed ha hecho que aumente la volatilidad debido a menor liquidez. Hasta que no se asiente el mercado será difícil que veamos converger los diferenciales de crédito hasta niveles consistentes con la menor tasa de impago.

JPMorgan ha publicado un informe en el que actualiza su visión sobre la actuación de la Fed en los próximos años, sus economistas creen ahora que la Fed puede subir tipos hasta 7 veces este año (desde 5 antes), y luego otras 3 el año que viene. El primer motivo es el dato de inflación que se publicó en Enero que reflejaba presiones inflacionistas más extendidas por sectores. Por otro lado, el hecho de que otros Bancos Centrales se estén subiendo al “Hawkisness” reduce el riesgo de que el dólar se fortalezca demasiado, que llevaría a la Fed a parar a las subidas. Según el informe no parece que en la reunión que se haga el anuncio de la reducción de balance, se anuncie otra subida de tipos. Y además parece que en las declaraciones que van haciendo, están indicando que están dispuestos a subir tipos en las reuniones en las que “no toca revisar estimaciones” (cada mes y medio tienen reunión, pero solo publican revisión de estimaciones en las reuniones cada tres meses). De momento según JPMorgan y cada vez más analistas creen que la Fed esté apuntando a 50pb de subida el 16 de Marzo. La mayoría de analistas del mercado está descontando 6 subidas de tipos en el 2022, y luego 2 subidas en el 2023.

La economía de Reino Unido creció un 1% en el último trimestre del año, lo mismo que en el trimestre anterior, demostrando que efecto de Omicron ha sido poco relevante. El PIB aún se sitúa un 0,4% por debajo del nivel prepandemico. El trimestre actual aún será algo flojo, a cambio de un segundo trimestre más sólido. El consenso de analistas espera otra subida de tipos de interés por parte del Banco de Inglaterra en febrero y que después se tome una pausa.

Los flujos de crédito tienden a mejorar en enero en China, si bien este año el aumento ha sido especialmente fuerte, sobre todo en términos de crédito bancario. Sin embargo, los indicadores adelantados de la economía siguen mostrando una dinámica de crecimiento floja en enero y en las fiestas del Nuevo Año Lunar, lastrado por la corrección del mercado inmobiliario y las restricciones Covid. Serán necesarias más medidas para estabilizar la economía, lo que seguramente ocurra después del congreso del partido en marzo.

El sector de petróleo y gas es el que mejor comportamiento está teniendo en este comienzo de año gracias a la fuerte subida de los precios. Los analistas de Julius Bär creen que el mercado está cotizando en máximos de ciclo y que el crecimiento de la oferta va a ser superior al crecimiento de la demanda, lo que llevará el precio del barril a 62,5 dólares el barril a 12 meses.

Esta semana Bloomberg Intelligence ha actualizado sus previsiones, siendo más optimistas que la mayoría de analistas, esperan un crecimiento del PIB Global para este 2022 de un 4,70% y esperan que la inflación se vuelva a relajar una vez que los precios de la energía corrijan.

Bloomberg Intelligence esperan que España sea de los últimos países de la Eurozona en recuperar el PIB nominal previo a la pandemia, pero para el 2023, 2024 y 2025 el crecimiento español será más sólido:

Bloomberg Intelligence espera que la inflación a nivel Global se vaya por debajo del 3% en el 2023 y a niveles del 2,30% en Estados Unidos.

Importante esta semana:

El ministro de Exteriores ruso, Lavrov, ha aceptado reunirse con el secretario de Estado norteamericano, Blinken, la próxima semana, en un nuevo intento de resolver el conflicto por la vía diplomática. Ayer, Biden advirtió de que la posibilidad de invasión de Ucrania continuaba «muy elevada» en un día donde se incrementaron los bombardeos de las fuerzas prorrusas en el este del país.

Las Bolsas se animaron el martes después de que Rusia anunciase que retiraba parte de las tropas de la frontera del sur y del oeste, pero por otra lado ha aumentado la presión en Donbás. El Kremlin traslada ahora la presión a Donbás tras la petición de la Duma de reconocer a los separatistas de Donetsk y Lugansk seguida de las palabras de Putin, que calificó el martes la situación en el este de Ucrania como un «genocidio» por parte de Kiev. Una posible motivación del gobierno ruso en elevar la tensión en el Donbás es la de desencadenar una escalada en el conflicto en la región que justifique la entrada de fuerzas rusas en territorio ucraniano.

Biden prepara 30.000 millones de dólares para combatir la covid. El nuevo paquete incluiría 18.000 millones dedicados a vacunas y antivirales, 5.000 millones para tests y 4.000 millones destinados a prepararse para futuras variantes, entre otras partidas. Algunos senadores republicanos ya habrían mostrado su disposición a apoyar la medida en el Senado.

Hace poco más de dos semanas, Jay Powell aseguró a los mercados financieros y a la opinión pública estadounidense que la Reserva Federal sería “humilde y ágil” mientras centraba sus esfuerzos en combatir la inflación. Pero el presidente del Banco Central estadounidense afronta dudas sobre si se está adaptando con la suficiente rapidez y comunicando con eficacia la respuesta de la Fed a los precios obstinadamente elevados.

El dato del índice de precios al consumo conocido la semana pasada volvió a superar las previsiones, y los inversores empezaron a apostar por una serie de subidas de tipos de interés más tempranas y agresivas que las señaladas por la Fed hasta ahora.

Es muy poco probable que el Banco Central actúe de emergencia para subir los tipos antes de la reunión que tendrá lugar a mediados de marzo, pero el hecho de que algo así se discuta entre algunos seguidores del banco central y actores del mercado ha puesto de manifiesto la presión sobre Powell.

Según Villeroy el Banco Central Europeo podría finalizar el programa de compras en el tercer trimestre. El gobernador del Banco de Francia se mostró contrario a prolongar el QE más allá de octubre para no «atarse las manos durante demasiado tiempo», señalando que tiene menos sentido continuar con las compras tras converger hacia ese objetivo del 2% de inflación en el medio plazo. Con todo, Villeroy ha destacado que no es necesario subir tipos inmediatamente después a finalizar las compras.

Al final de la última reunión del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC) en enero, Powell subrayó que el Banco Central se basaría en los datos entrantes para juzgar con qué fuerza actuaría para subir los tipos. Ya ha adoptado una posición más dura: mientras que en el ciclo de ajuste que siguió a la crisis financiera la Fed se movió muy gradualmente para subir los tipos, Powell ha dejado claro que está abierto a moverse más rápido si es necesario. Esto podría significar un aumento de los tipos de interés de 50 puntos básicos en lugar de 25 puntos básicos en la primera parte de este año.

Pero aunque algunos miembros del Comité Federal de Mercado Abierto especialmente beligerantes como James Bullard, el presidente de la Fed de San Luis, que ha pedido que los tipos estén un punto porcentual más altos en julio, se inclinan por ir más lejos y antes, no existe un consenso claro en la Fed para fijar la política en esa línea.

Mary Daly, la presidenta de la Fed de San Francisco, se mostró más cauta en una entrevista con la CBS el domingo. “Lo más importante es ser comedidos en nuestro ritmo y, sobre todo, partir de los datos”, dijo Daly.

Los datos más recientes han reforzado los argumentos a favor de un endurecimiento más agresivo, pero probablemente sólo de forma marginal. De aquí a la reunión de dos días que comienza el 15 de marzo, el panorama económico y los posibles argumentos a favor de un mayor endurecimiento podrían hacerse más evidentes con la publicación de un informe mensual adicional sobre el empleo y nuevos datos sobre el IPC. Mientras tanto, en el frente internacional, los funcionarios de la Fed sopesarán el efecto que podría tener un posible conflicto armado en Ucrania, si Rusia decide lanzar una invasión de su vecino.

El lunes, el presidente de la Reserva Federal de Saint Louis, miembro de la Fed, James Bullard, volvió a insistir en subidas de 100 puntos básicos para julio y en reducir el balance desde el 2T22. El presidente de la Reserva Federal de St. Louis cree que la Fed debe comenzar a subir tipos para subrayar la credibilidad del organismo en su estrategia por controlar la inflación. Además, ha insistido en que la Fed debería subir el tipo de referencia en 100 puntos básicos para el 1 de julio y empezar a reducir balance en el segundo trimestre del año.

Con una inflación que en enero se disparó al 7,5%, la Reserva Federal considera que el contexto económico “justifica una subida de tipos a un ritmo mayor” que el que se produjo después de 2015, cuando el banco central estadounidense terminó con los estímulos iniciados en 2008, en niveles próximos al 0%, como ahora.

Eso es lo que se desprende de las actas publicadas este miércoles por la Fed de su última reunión, celebrada en enero, tras la que su presidente, Jerome Powell, ya anunció que el banco mantendría su calendario para iniciar a principios de marzo la retirada del programa de estímulos, de forma que, a partir de mediados del próximo mes, cuando se vuelva a reunir el consejo, tenga vía libre para anunciar la primera subida de tipos este año.

Del acta trasciende que sólo dos miembros eran partidarios de optar por una política más agresiva, mientras que la mayoría se decantó por mantener el calendario previsto y volver a analizar en cada reunión la situación para acelerar o no el ritmo de las revisiones en el precio del dinero. Lo único claro es que la política monetaria podría ser más dura que en el pasado, porque reconocieron que la subida de la inflación “es más persistente de lo que habíamos anticipado”.

Antes de marzo de 2020, tuvieron lugar nueve subidas de tipos en tres años. En total, se incrementaron en 2,25 puntos. De estas revisiones, las cuatro últimas tuvieron lugar con Powell ya en el cargo.

Aun así, no señalaron cuánto. Los analistas daban por descontado en enero que los tipos podrían llegar a subir en la reunión de marzo hasta 25 puntos básicos, pero tras los datos de la inflación publicados la semana pasada son muchas las apuestas a un alza de 50 puntos básicos. De tres subidas a lo largo de 2022, que era la cifra que se manejaba hace un par de meses, ahora son muchas las voces que apuntan incluso a siete revisiones este mismo ejercicio.

El eurodólar sigue con muchísima volatilidad movido por las expectativas de actuaciones de los bancos centrales europeo y fluctúa en base a titulares y declaraciones de miembros de los bancos centrales:


Putin deja a Occidente sumido en dudas. Max Seddon y Victor Mallet. Financial Times.

Una mesa exageradamente grande separó a Vladímir Putin y Emmanuel Macron en Moscú la semana pasada en sus conversaciones destinadas a evitar una guerra en Ucrania.

La explicación oficial de la enorme distancia fue que Macron se negó a hacerse una prueba de coronavirus en Rusia, pero la imagen puso de manifiesto el abismo que existe entre Putin y Occidente mientras Moscú sigue aumentando el despliegue de tropas en las fronteras con Ucrania.

Los asesores de Macron han expresado su sorpresa por cuánto ha cambiado Putin en los últimos años: está preocupado por la pérdida de la influencia de Rusia desde el colapso de la Unión Soviética y la necesidad de ser más duro con Estados Unidos y la OTAN, aunque eso implique acercarse a China.

“Putin se ha vuelto mucho más duro incluso en privado desde 2014. Está obsesionado por reexaminar lo ocurrido en los últimos 30 años. Es un Putin que ya no cree en Occidente. Quiere que Occidente le tema”, señala un funcionario francés.

Semanas de intensos esfuerzos diplomáticos para convencer a Putin de que redujera su actividad militar no parecen haber cambiado la mentalidad del líder ruso. Un alto cargo estadounidense reconoce que la conversación telefónica que mantuvieron el presidente Joe Biden y Putin el sábado no supuso “ningún cambio fundamental en la dinámica” que se ha creado desde que Rusia empezó a mandar más tropas a la frontera ucraniana el año pasado, y añade que Moscú “podría decidir emprender una acción militar de todos modos”, incluso mientras continúa la actividad diplomática.

Pero el ambiente frenético en torno al despliegue militar y la exposición cada vez más frecuente de quejas de seguridad pueden haber reportado ya importantes dividendos a Putin, según dos personas cercanas al Kremlin.

Conversación con Biden

“En su llamada, Biden no hizo hincapié en las posibles sanciones de EEUU si Ucrania fuera atacada. En cambio, propuso toda una serie de ideas que tienen en cuenta muchas de las preocupaciones de Rusia”, declaró Yuri Ushakov, asesor de política exterior de Putin.

Antes de viajar a Moscú para mantener más de cinco horas de conversaciones, Macron declaró que era “legítimo que Rusia planteara sus preocupaciones en materia de seguridad”. También afirmó que Putin había dado señales de estar dispuesto a rebajar el despliegue militar, aunque los movimientos de sus tropas sugerían lo contrario. “Occidente ha captado las señales. Putin ha demostrado que puede utilizar esta situación para obtener los resultados que queremos. La estrategia de Moscú está dando resultados. Occidente tiene que pensar más en nuestras exigencias, y lo está haciendo”, declaró un alto cargo del Kremlin.

Personas cercanas al Kremlin afirman que la postura cada vez más dura de Putin se debe en parte a sus medidas estrictas para no contagiarse del Covid-19. Putin obliga a la mayoría de sus visitantes a aislarse durante dos semanas antes de reunirse con él, según personas familiarizadas con los protocolos de cuarentena del Kremlin. Dignatarios extranjeros como John Kerry, enviado de EEUU para el clima, han viajado a Moscú sólo para hablar con él por teléfono.

Desde que comenzó la pandemia, Putin sólo ha realizado unos pocos viajes al extranjero, celebra la mayoría de las reuniones de su gabinete por vídeo y ha reducido drásticamente el número de actos a los que asiste. En sus apariciones públicas generalmente hay muy pocas personas. El mes pasado asistió a una misa ortodoxa de Navidad en una capilla vacía, salvo por la presencia de los sacerdotes y un cámara.

Las restricciones han provocado que Putin, de 69 años, dependa cada vez más de un pequeño grupo de asesores de seguridad. “Su círculo de contactos es cada vez más pequeño. Esto afecta a su mente. Antes veía las cosas en un ángulo de 360 grados, ahora es más bien de 60”, señala un ex alto cargo del Kremlin.

Muchos de sus principales asesores –como Nikolai Patrushev (secretario del Consejo de Seguridad); Sergei Naryshkin (director de inteligencia exterior) y Alexander Bortnikov (director del FSB, el principal servicio de seguridad de Rusia)– tienen similitudes con Putin: también trabajaron en el KGB y tienen un arraigado escepticismo hacia Occidente que roza lo conspiratorio. Por otra parte, los miembros del gabinete y el Gobierno encargados de los asuntos económicos, comparativamente liberales, son cada vez más reacios a oponerse a la opiniones de Putin, señala el ex alto cargo: “Si valoras tu puesto no vas a discutir con él. El Kremlin se ha convertido en una fortaleza asediada”.

Un ejemplo de la estrecha visión del mundo de Putin es que en sus comentarios públicos y en sus conversaciones con los líderes occidentales critica mucho a EEUU y a la OTAN, como hacían los líderes soviéticos décadas atrás.

La retórica contra la OTAN aumentó tras la invasión de Crimea por parte de Rusia en 2014 y su posterior anexión, y se ha prolongado por la guerra de poder en la región fronteriza del este de Donbás.

Occidente escucha a Rusia

Sin embargo, según las personas cercanas al Kremlin, a causa de la crisis actual de Ucrania ahora es la primera vez que Moscú siente que Occidente está escuchando sus demandas: “Este antagonismo podría ser malo a largo plazo, pero es bueno para nosotros a corto plazo. Puede que Occidente no empiece diciendo que sí al 100%, pero este es un proceso más largo”.

Macron y sus asesores esperan que exista la posibilidad de que Putin evite la guerra si se le da una salida para salvar las apariencias y así poder declarar que ha tenido éxito y también dar marcha atrás. “Su estado de ánimo es agresivo, prepotente y provocador como lo demuestra el despliegue militar, pero se cuida de mantener abiertas todas las opciones para el diálogo”, dijo otro alto cargo después de que Macron y Putin hablaran durante casi dos horas el sábado.

Pero los planes finales de Putin siguen siendo un misterio para todos, excepto para sus asesores más cercanos. “Son sólo cuatro personas. Se toman un té, revisan unos papeles y lo deciden todo. A Putin no le gusta tener mucha compañía”, declara un diplomático occidental en Moscú, refiriéndose a Putin y su círculo íntimo.


Las subidas de bonos soberanos han llegado para quedarse. Daniel Rodríguez Asensio. Consultor Estratégico y Presidente de Acción Liberal Think Tank For Freedom.

El cambio de tendencia en la evolución de las rentabilidades exigidas a los bonos soberanos ya es un hecho. En las últimas semanas hemos visto cómo el bono a 10 años de Alemania ha coqueteado con una vuelta al terreno positivo, mientras que el bono a 10 años estadounidense, por citar solamente a los dos más representativos, también ha evolucionado al alza y algunos analistas lo han vuelto a situar en el 2%. Hay dos asuntos que debemos entender de forma previa al análisis de esta situación: El primero es la condición de fenómeno extraordinario que suponían unos bonos soberanos en terreno negativo; y el segundo, y no menos importante, que esta situación anómala se producía como consecuencia de las políticas de represión monetaria llevadas a cabo desde los principales bancos centrales. Tanto en Europa como en Estados Unidos han pasado de ser prestamistas de última instancia a convertirse, para algunos países, en los principales compradores de deuda soberana, con los efectos que ello conlleva sobre los mercados financieros.

Esta política monetaria excesivamente expansiva ha provocado enormes desequilibrios en mercados financieros, pero también en la economía real. Hasta ahora, todo se ha tapado con endeudamiento, dinero gratis y una aparente calma en los mercados financieros que nunca fue tal. Pero los desequilibrios se han acumulado y, como consecuencia, ahora vivimos un proceso inflacionista del que no habíamos tenido noticias desde hace décadas.

La falacia de que la inflación es temporal se cae por su propio peso. Como consecuencia de ello, aumentan las expectativas de inflación futura y, con ellas, disminuyen los rendimientos de los bonos en términos reales. Como los inversores no están dispuestos a perder dinero, exigen más rentabilidad nominal, y así es como suben los bonos del Tesoro.

El segundo elemento que explica esta subida es el descuento de las subidas de los tipos de interés de referencia que ya están haciendo los agentes del mercado. Debemos recordar que en Inglaterra, Noruega, Nueva Zelanda y Corea del Sur ya han subido tipos; que en Estados Unidos, Canadá, Australia y Suecia han anunciado que lo harán este año; y que el BCE, por su parte, por el momento evita esta cuestión, aunque el hecho de que otros agentes lo estén haciendo supone una presión más inflacionista que hará que se replantee su postura en los próximos meses. Y, por último, a la hora de explicar la subida de los bonos de las grandes economías hay que tener en cuenta un elemento fundamental: La percepción de riesgo se está disparando. Cada vez son más los indicadores de desequilibrios severos en muchos mercados financieros, pero también en otros tantos que ya han supuesto problemas en el pasado como, por ejemplo, la vivienda. De ahí que también estén evolucionando al alza otros activos refugio como, por ejemplo, el oro.

El factor

Este último factor es muy importante, pues es el que va a definir la agresividad de la subida de tipos y, sobre todo, si ésta se produce de forma homogénea o comienza a haber divergencias. Por el momento las primas de riesgo se mantienen estables, esto es, todos los países sufren incrementos de los tipos de una forma homogénea. Pero si en algún momento los desequilibrios dan la cara y el riesgo se manifiesta (o, al menos, la percepción de riesgo) los países con mayores desajustes sufrirán incrementos mayores y volverá a hacer acto de presencia este indicador que todos damos por olvidado. En definitiva: Las subidas de tipos de interés de la renta fija están aquí para quedarse, y la gran pregunta es cuánto tiempo pasará hasta que los niveles de riesgo soberano y de mercado se incrementen y comience el baile en las primas de riesgo de los países periféricos de la zona euro.

Una situación como esta era cuestión de tiempo. Merece la pena recordar que 2019 ya fue un año de una debilidad económica notable y unos estímulos sobredimensionados que provocaban un riesgo elevado de subidas de tipos. Ahora la estanflación es un escenario cada vez más probable y, con ella, el mantenimiento de incrementos de precios moderadamente altos durante un período de tiempo lo suficientemente amplios como para que las expectativas sufran modificaciones.

La economía mundial mantiene los mayores niveles de recursos ociosos en el balance de los bancos centrales de su historia reciente. Los bancos llevan ya muchos años prefiriendo pagar dinero por mantener reservas en el BCE que asumir el riesgo de afrontar créditos para proyectos de escasa solvencia y recibir unos tipos de interés muy bajos. Veremos si todos estos recursos amortiguan la subida o si, por el contrario, el aumento del perfil de riesgo supone una escalada en los tipos de interés de la deuda pública que ponga en entredicho las economías de algunos de los países del mundo.


La amenaza inminente de un largo Covid financiero. Martin Wolf. Financial Times.

La actividad económica se contrajo en el 90% de los países de todo el mundo en 2020. Esta cifra supera la proporción afectada por las dos guerras mundiales, la Gran Depresión y la crisis financiera mundial. Una pandemia, como sabemos ahora, supone un desastre total. También lega mala salud y trastornos sociales y económicos. Entre los legados más duraderos podrían estar los financieros, especialmente en los países emergentes y en desarrollo. El espectro de una década perdida se cierne sobre las naciones vulnerables. Será necesario actuar con determinación para evitarlo.

Este es el tema del último Informe sobre el Desarrollo Mundial (IDM), titulado Financiación para una recuperación equitativa, elaborado bajo la dirección de la economista jefe del Banco Mundial, Carmen Reinhart, una reconocida experta en finanzas mundiales. Señala que “en 2020 la carga media de deuda total de los países de ingresos bajos y medios aumentó aproximadamente 9 puntos porcentuales del Producto Interior Bruto, frente al aumento medio anual de 1,9 puntos porcentuales en las décadas anteriores. 51 países (incluidas 44 economías emergentes) experimentaron una rebaja en la calificación crediticia de su deuda soberana”. Se considera que el 53% de las naciones de bajos ingresos corren ahora un alto riesgo de sufrir problemas de deuda.

El fuerte aumento del endeudamiento fue una respuesta necesaria a la pandemia. De hecho, el problema para la mayoría de los países emergentes y en desarrollo fue que podían permitirse un endeudamiento demasiado bajo, con graves resultados para sus poblaciones. Debido en parte a ello, el Covid ha aumentado la desigualdad no sólo dentro de los países, sino también entre ellos. No en vano, el número de personas en situación de pobreza extrema aumentó en 80 millones en 2020, lo que supone el mayor incremento en una generación.

Pérdidas persistentes

Por desgracia, estas pérdidas pueden persistir. Una de las razones es que, aunque la pandemia esté retrocediendo, el suministro de vacunas y otros tratamientos sigue siendo muy desigual en todo el mundo. Otra es que algunos sectores importantes, como el turismo, pueden tardar en recuperarse. Una más son los trastornos ocasionados en la educación. Otra es que los pequeños negocios y las empresas informales de las que depende una enorme proporción de la población de los países en desarrollo se vieron obligados a cerrar durante la pandemia.

Sin embargo, es probable que la fuente más importante del “largo Covid económico” sean los problemas financieros. Los países emergentes y en desarrollo no sólo tienen ratios históricamente elevadas de deuda pública en relación al PIB. También presentan otros síntomas. Entre otras cosas, señala el IDM, se han producido aumentos de la morosidad de gobiernos del África subsahariana, así como claros signos de apuros entre las empresas.

Los balances de los hogares, las empresas no financieras, las empresas financieras, los gobiernos y los acreedores extranjeros están interconectados. Estos vínculos son siempre opacos. Sin embargo, esto es deliberadamente cierto en esta ocasión. Como señala el IDM, “en muchos países, la respuesta a la crisis ha incluido medidas de alivio de la deuda a gran escala, como moratorias de la deuda y congelación de los informes de crédito”. Muchas de estas políticas no tienen precedentes. Nadie sabe lo que se revelará cuando la indulgencia llegue a su necesario fin. Pero la combinación de la disminución del apoyo gubernamental con la escala de la deuda pendiente de pago seguramente se traducirá en incrementos de los préstamos morosos. Esto último debilitará el crédito, iniciando un bucle de retroalimentación negativa con la economía real. Lo que se aplica dentro de los países, se aplica aún más entre ellos, con la excepción de que los deudores no pueden hacer frente a la deuda externa sin ayuda.

La principal recomendación del IDM es la hacer frente directamente a la morosidad. Como señala Reinhart, “la detección temprana y la rápida resolución de las fragilidades económicas y financieras pueden marcar la diferencia entre una recuperación económica sólida y una titubeante –o peor aún, una que retrase la recuperación por completo–”. Pero los gobiernos se encontrarán entonces inevitablemente con que parte de las pérdidas recaerán sobre sus propios débiles balances, lo que agravará los problemas de deuda soberana.

La historia de la gestión de la necesaria reestructuración de la deuda soberana es terrible. Por término medio, el proceso ha durado ocho años. Entretanto, la economía y los ciudadanos sufren. Redunda en el interés de todos resolver rápidamente las situaciones de deuda inasumible y permitir así que el país vuelva a crecer. Desgraciadamente, no a todos interesa hacerlo. Este problema se ha agravado a medida que ha cambiado la composición de la comunidad de acreedores, especialmente con el papel mucho más importante que desempeñan hoy en día el sector privado y China: en 2019, el primero tenía el 59% de la deuda de los países emergentes y en desarrollo, y el segundo otro 5%. China poseía hasta el 11% de la deuda de los países de ingresos bajos y medios-bajos. Sus participaciones deben hacerse mucho más transparentes de lo que lo son ahora.

Lo ideal sería contar con el mecanismo de reestructuración de la deuda soberana propuesto por el FMI hace dos décadas. En su ausencia, necesitaremos la persuasión de los organismos internacionales y de los gobiernos más importantes. A medio plazo, los contratos de deuda deben hacerse más flexibles de lo que lo son ahora. En el estado actual, las necesarias reestructuraciones de la deuda serán prolongadas y desordenadas.

La recuperación de la pandemia será lenta en muchos países emergentes y en desarrollo, que carecen de medios médicos y financieros para afrontarla adecuadamente. Además, ahora esperamos tipos de interés más altos en Estados Unidos y en otras regiones. Esto generará, casi seguro, un aumento desproporcionado de los diferenciales de riesgo, así como una inversión de los flujos de capital. La única buena noticia para muchos de estos países son los altos precios de las materias primas.

Los principales responsables políticos deben reconocer los riesgos, especialmente los financieros, para una recuperación verdaderamente global. Una década perdida para una serie de países pobres sería inconcebible. También agravaría la amenaza de inestabilidad social y política. Están advertidos.


Buen fin de semana.

Comentario de mercado viernes 11 de Febrero

Siguen destacando las ventas de deuda pública, motivado por las preocupaciones sobre el endurecimiento de la política monetaria, sobre todo a raíz del dato de ayer de inflación en Estados Unidos que comentaré más adelante (7,50%). El Rendimiento del Bono a 10 años americano (T-Note) está en máximos desde Agosto del 2019, situándose en 2,03%, el Bono a 10 años alemán (Bund) cotiza a 0,28% y el bono español a 10 años a 1,18%. Niveles de TIR elevados, no vistos desde el comienzo de la pandemia. Algunos economistas opinan que los mercados podrían haber reaccionado demasiado al mensaje del Banco Central Europeo. El gobernador del Banco de Francia, miembro del consejo de gobierno del BCE, declaró que el mercado tuvo reacciones demasiado expresivas en los últimos días.

Las Bolsas a comienzos de semana han estado más tranquilas, aunque ayer se aceleraron de nuevo las caídas motivadas por el dato de IPC americano. Dos fueron los principales catalizadores paras las subidas de Bolsa de comienzos de semana que llevaban a las Bolsas europeas a situarse a un 3,50% de sus máximos historícos, por un lado, el buen tono que están tomando las negociaciones con Irán, que cuenta con 1,3 millones de barriles de capacidad sin utilizar, y por otro lado, las previsiones para 2022 de la Agencia de la Energía en Estados Unidos. El organismo gubernamental apunta a un fuerte crecimiento en la producción de crudo en el país, que en 2022 sobrepasará los 12 millones de barriles por día, su nivel más alto en la historia. Además señalan que nos encontramos en un periodo de transición hacia un mercado mejor abastecido y en sus previsiones señalan que la oferta global empezará sobrepasar a la demanda a partir del segundo trimestre, algo que será una constante para el resto del año.

En el último informe de estrategia de JPMorgan sus estrategas no dan el ciclo por terminado. Creen que la renta variable aún tiene recorrido alcista. Esperan que los beneficios sigan creciendo, esperan un rebote en la actividad china y no piensan que la Fed vaya a ponerse más “hawkish” de lo que ya está metido en precio. El sentimiento de los inversores se ha ido volviendo negativo en las últimas semanas. Esto queda patente en los indicadores Bull-Bear. Los RSIs parecen sobrevendidos. El índice de volatilidad del S&P 500 (VIX) no sigue dando señales de compra. Estas señales han llevado en el 100% de los casos a subidas de mercado a 1M/6M salvo en momentos de recesión.


Los analistas de JPMorgan creen que es muy pronto para posicionarse de cara a una recesión. Las condiciones financieras son buenas, los tipos reales siguen en -70bps, los mercados laborales siguen mejorando, los balances de los bancos y los consumidores siguen siendo robustos, y los cashflows de las compañías aún no han dado muestras de debilidad. El impacto del COVID debería de seguir desapareciendo, la variante Omicron sigue probando ser mucho menos agresiva que el resto. Esto debería de facilitar un rebote en la actividad y el consumo. Por otro lado, creen que los problemas de escasez de oferta han pasado ya su peor momento. Así mismo, los precios de la energía han comenzado a aflojar. El mayor riesgo a corto plazo es el geopolítico. Es probable que veamos una nueva escalada de las tensiones durante la segunda mitad de febrero. JPMorgan cree que cualquier altercado será muy localizado y corto, por lo que debería de ser una oportunidad de compra.

Tras la desaceleración del verano pasado, los analistas de JPMorgan creen que el ritmo de crecimiento se estabilizará este año. Sus economistas creen que 2022 será un año de crecimiento por encima de tendencia. Más en particular, destaca la eurozona con una estimación de crecimiento del 4.6% interanual. Esta cifra está por encima de la de Estados Unidos por primera vez desde 2017. Los inventarios siguen cerca de mínimos y su reconstrucción debería de dar algo de viento de cola. Así mismo, creen que las ayudas fiscales aun seguirán ahí durante un tiempo y que el mercado de crédito sigue comportándose bien. No creen que la Fed vaya a meterse en territorio más hawkish de lo que ya está metido en precio. El headline de inflación está haciendo pico, lo cual le podría dar algo de margen a la Fed para maniobrar. El gap entre los forwards de inflación y los bonos sigue siendo amplio, pero creen que se estrechara por ambos lados.


El equipo de estrategia de JPMorgan cree que aún hay margen para que los beneficios de las compañías sigan creciendo. De hecho, estiman que el consenso de analistas para este año probara será demasiado bajo de nuevo. Esperan que el Beneficio Por Acción del 4T21 se quede algo por detrás del nivel del 3T21. Esto es algo que no suele suceder. En términos absolutos, los múltiplos PER son elevados. Sin embargo, el diferencial entre el equity yield y el bond yield no lo parece. El año pasado vimos algo de compresión de múltiplos gracias al fuerte crecimiento de BPA. Creen que este año habrá aún más compresión de múltiplos.  

El mercado laboral en Estados Unidos está en buena forma. Omicron no parece haber tenido un efecto importante sobre el mercado laboral y aumenta la presión sobre la Reserva Federal (Fed) para que normalice su política monetaria. La participación (proporción de la población que se clasifica como activa, es decir, trabajando o buscando trabajo activamente) sigue mejorando y apunta a un aumento de la oferta laboral. La mayor participación aumenta la tasa de desempleo de primeras (hay más gente buscando trabajo), pero es un alivio para la escasez de mano de obra. Si sigue aumentando permitirá a la Fed normalizar hasta un nivel aceptable a lo largo del año (quizá 1% – 1.5%) y después proceder con cautela. El mercado ya descuenta una subida de 0.5% en la reunión de marzo.

El cambio de tono del Banco Central Europeo está presionando los tipos al alza. En la reunión de la semana pasada el Banco Central Europeo (BCE) cambió su retórica hacia un posicionamiento más restrictivo. Al contrario de lo ocurrido en diciembre Lagarde no descartó una primera subida de tipos de interés este año aunque si se comprometió a no subir tipos hasta no acabar con el programa de recompras. Los analistas creen que el BCE irá subiendo la tasa de depósito desde el -0.5% a lo largo del año, si bien el mercado no ve subidas del tipo de referencia por ahora. Todo esto ha hecho subir a los tipos de largo plazo y aumentó los diferenciales de crédito de las peores calificaciones crediticias. El BCE insistió en su compromiso con mantener una condiciones financieras favorables e irá con mucha cautela.

Las perspectivas de una curva de tipos de interés plana, condiciones financieras menos favorables y menor crecimiento económico van a pesar especialmente sobre las pequeñas compañías, según los estratega de Julius Bär. Estas compañías tienden a hacerlo bien en entornos de mayor inflación, pero no está siendo así en esta ocasión ya que tienen menor capacidad de lidiar con cuellos de botella. Pese a todo, las pequeñas compañías están cotizando a valoraciones históricamente bajas, lo que debería darles cierta protección frente a mayores caídas y nos lleva a dejar la recomendación en neutral desde sobreponderar.

Continúan las revisiones al alza de beneficios esperados para 2022. Los analistas de Bernstein prevén beneficios creciendo un 6% en Europa y un 8% en Estados Unidos en 2022. Los inversores siguen invirtiendo en Renta Variable a pesar de la reciente volatilidad ya que  las Bolsas siguen estando baratas frente a los bonos. Los estrategas de Bernstein siguen viendo revisiones al alza de beneficios 2022 tanto en Europa como en Estados Unidos.

El consenso de analistas espera un crecimiento en 2022 del 6,4% en Europa y del 7,8% en Estados Unidos. Compara con crecimientos de entre el 4% y el 5% hace 3 meses.

En Europa los sectores de Energía, Tecnología, Consumo Discrecional y Financiero están beneficiándose de subidas de previsiones de los analistas superiores a los del mercado.

Las estimaciones de crecimiento del PIB mundial en 2022 son muy superiores a las que teníamos pre-pandemia: +4,3% en el mundo, +4% en la Eurozona y +3,8% en Estados Unidos, compara con media histórica de largo plazo del 3%.

Importante esta semana:

Ayer se publicó el dato más importante de la semana, el IPC estadounidense, siendo el más alto de los últimos 40 años (7,50%).

EL IPC de Estados Unidos se saldó con un nuevo incremento, volviendo a superar las expectativas del consenso de analistas del mercado. Así los precios al consumo crecieron un 7,5% interanual (frente al 7,30% estimado) en el índice general, lo que supone un nuevo máximo desde 1982.

                                                              IPC Americano desde 1975

Por su parte la referencia subyacente (exfood & energy) creció un 6% (frente al 5,90% esperado).

A diferencia del resto de partidas que componen el índice, que aportaron positivamente a la referencia general, el coste de las materias primas drenó crecimiento en su variación mensual (-0,60%).

Los precios de los coches usados siguieron subiendo con cierta fuerza (+1,50% mensual), aunque desacelerándose respecto a las lecturas anteriores.

Destacaron especialmente las presiones inflacionistas procedentes de componentes de carácter estructural y con un peso muy relevante en la cesta del IPC como son los alquileres.

Este dato refuerza las intenciones de la Fed de empezar a subir tipos en Marzo y, probablemente, ahondar en un proceso de normalización monetaria más agresiva de lo normal. El Bono a 10 años americano se fue al 2%:

                                               Yield del bono a 10 años americano últimos 12 meses.

Ya algunos bancos de inversión prevén más de 4 subidas de tipos por parte de la Fed durante el 2022, esta mañana Goldman Sachs ha publicado una nota en la que espera 7 subidas consecutivas de 25 puntos básicos en cada una de las reuniones de la Reserva Federal de este año 2022, frente a las 5 subidas de tipos que esperaban antes del dato de inflación de ayer.

“Following the strong CPI print, we are raising our Fed forecast to include seven consecutive 25bp rate hikes at each of the remaining FOMC meetings in 2022 (vs. five hikes in 2022 previously). We continue to expect the FOMC to hike three more times at a gradual once-per-quarter pace in 2023Q1-Q3 and to reach the same terminal rate of 2.5-2.75%, but earlier.

We see the arguments for a 50bp rate hike in March. The level of the funds rate looks inappropriate, and the combination of very high inflation, hot wage growth, and high short-term inflation expectations means that concerns about falling into a wage-price spiral deserve to be taken seriously. We could imagine the FOMC concluding that even a meaningful risk of an outcome as serious as a wage-price spiral requires a more aggressive and immediate response.

So far, though, most Fed officials who have commented have opposed a 50bp hike in March. We therefore think that the more likely path is a longer series of 25bp hikes instead. St. Louis Fed President James Bullard became the first FOMC participant to call for a 50bp hike earlier today, and we would consider changing our forecast if other participants join him, especially if the market continues to price high odds of a 50bp move in March”

En el apartado de Bancos Centrales esta semana destacó la comparecencia de Lagarde ante el Parlamento Europeo este martes, en la que siguió planteando un tono un tanto ambiguo respecto a lo que se puede esperar por parte del BCE en marzo. Sí es cierto que las palabras de la Presidenta respecto a las curvas periféricas pueden dar margen a ver una continuidad en la penalización. En este sentido, señaló que, pese a que las rentabilidades habían subido en los últimos días, los diferenciales se habían mantenido bastante constantes.

Lagarde comentó que las posibilidades de que la inflación se estabilice en el 2.0% han aumentado. De igual manera, dijo que no hay que sacar conclusiones prematuras todavía y que el Consejo mirará cuidadosamente las proyecciones macro que haya en marzo. Por último, señaló que cualquier ajuste que se pueda producir será gradual.

Bullard, miembro de la Fed, ve 100 puntos básicos de subidas de tipos en julio. El presidente de la Reserva Federal de Saint Louis cree que es demasiado tarde para que la Fed actúe de forma gradual y pide una subida de 50 puntos básicos en marzo tras la publicación del dato de inflación de enero.

La Comisión Europea elevó ayer hasta el 3,5% su previsión de inflación en 2022. Bruselas cree que la inflación será del 3,5% en la eurozona, tres décimas más que la cifra que espera el BCE para el mismo periodo (3,2%). En España, la expectativa es que sea del 3,6% durante este año, mientras los países bálticos registrarán cifras superiores al 6%. Por contra, la Comisión recortó su previsión de crecimiento del PIB para 2022 hasta el 4,0%, tres décimas menos que la anterior previsión de noviembre. España será el segundo país, tras Malta, con la mayor tasa de crecimiento (5,6%), aunque también será el único país europeo que no recupere el PIB previo a la pandemia durante este año.

El Banco Central Europeo (BCE) es, a día de hoy, el gran comprador de bonos soberanos de la zona euro. Por ese motivo, cuando anuncia que su retirada podría ser más rápida de lo esperado (y que incluso podría subir los tipos ya este año) el mercado se resiente.

Los intereses de la deuda pública no se tomaron bien el discurso del jueves de la semana pasada de Christine Lagarde, presidenta de la institución monetaria. Por más que la banquera central advirtió de que no permitirán una fragmentación en el mercado como ocurrió al comienzo de la pandemia, las rentabilidades repuntaron con fuerza el jueves y continuaron su escalada el viernes y esta semana.

El interés del bono español, que se mueve de forma inversa a su precio, cotiza en el 1,19%, tan sólo 3 puntos básicos de los máximos alcanzados en el peor momento del confinamiento. A diferencia de entonces, cuando las primas de riesgo se dispararon para los bonos periféricos, ahora, aunque se han ampliado, el movimiento es común a todos los bonos.  El problema es que no hay garantía de que cuando el BCE emprenda realmente la retirada de sus estímulos vayan a verse igualmente afectados (dentro de sus respectivos niveles) todos los bonos de forma similar. Si las primas de riesgo se tensan en demasía, se puede producir una rotura del canal de transmisión de la política monetaria. Por ese motivo, Lagarde ha confirmado que el BCE vigila esos indicadores y hará uso de la flexibilidad de sus herramientas si es necesario.

Por el momento, Lagarde moderó este lunes el tono en su intervención frente al Parlamento Europeo respecto su discurso en la cumbre de política monetaria de la semana pasada. La presidenta del BCE insistió en que la contracción monetaria se acerca y en que podrían subir los tipos ya este año por la persistencia de la inflación, pero incidió mucho más en que cualquier movimiento será gradual y que no se apresurarán en la toma de decisiones. Además, indicó que no hay sobrecalentamiento en la economía del euro, a diferencia de en otras regiones, como Estados Unidos, donde los bancos centrales sí se verán forzados a actuar con más contundencia. Por su parte, Klaas Knot, presidente del Banco de Países Bajos prevé una subida de tipos antes de que acabe el año. El hecho de que los representantes más duros hablen de una subida y no varias, junto con las nuevas palabras de Lagarde, indican que el mercado puede haber ido demasiado lejos, pues el consenso descuenta dos alzas para 2022.

Por otro lado el nuevo presidente del Banco Central alemán, Joachim Nagel, alzó la voz este miércoles para instar a actuar «lo antes posible» y combatir los altos niveles de inflación de los últimos meses. Según Nagel, hay indicios de que el aumento de precios de la energía podría ser más persistente y afectar a otros bienes y servicios, habiendo además mayor riesgo en actuar tarde que en hacerlo prematuramente.

Este lunes se produjo una importante reunión entre Putin y Macron, el mandatario ruso trasladó que algunas propuestas del francés podrían ser una base positiva para empezar a negociar. En este sentido, se comprometió a no tomar mayores iniciativas militares en la frontera de Ucrania. Biden señaló que cualquier invasión de este último país precipitaría una parada del gaseoducto Nord Sream 2.


Cuánto cuesta a la Bolsa española cada subida de tipos de la Fed. Roberto Casado (Expansión).

Adivinar cuántas subidas de tipos aplicará la Fed para combatir la inflación es uno de los retos actuales del mercado. Ethan Harris, economista de Bank of America, asustó el lunes a los inversores en una conferencia, al pronosticar siete ajustes al alza en 2022 y otros 4 en 2023, lo que llevaría la tasa de referencia en Estados Unidos hasta el 3%.

El consenso del mercado es menos radical. Según Capital Economics, los precios de los bonos anticipan 5 incrementos de tipos este año por parte de la Fed (de 0,25% cada uno).

La velocidad y alcance del endurecimiento de la política monetaria es clave para la evolución de los mercados, tanto de renta fija como variable. Sara McCarthy, de Bernstein Research, calcula que la Bolsa de Estados Unidos todavía puede resistir bien un aumento de 40 puntos básicos en la rentabilidad real de los bonos a 10 años, mientras que los parqués europeos tienen holgura para aguantar hasta 60 puntos básicos de alzas en la deuda alemana.

Para determinar la relación entre la Fed y las cotizadas, UBS ha tomado los datos históricos desde 2002, cuando se produce un rápido endurecimiento de la política monetaria.

El estudio incluye al Ibex español. La entidad suiza calcula que el índice español se deja un 0,65% por cada 10 puntos básicos de alza real (descontada la inflación) en los bonos estadounidenses. Por ejemplo, si éstos subieran un 1% en los próximos meses, la Bolsa de Madrid perdería un 6,5%.

El mercado español no figura entre los más sensibles. Bolsas emergentes como Tailandia e Indonesia, y europeas como Reino Unido y Suiza, sufren más cuando la Fed sube tipos. El S&P 500 también, aunque no mucho más que el Ibex.

Este análisis histórico puede servir de poco ahora. El Ibex parte de una valoración más baja que otros índices, y el fuerte peso de la banca compensa el impacto de las condiciones financieras más restrictivas en las empresas. Además, según UBS, “la recuperación tras Ómicron puede apoyar las Bolsas europeas”.


La Fed y el BCE, tras la curva de la inflación. Mohamed El-Erian. Presidente de Queens’ College, Cambridge, y asesor de Allianz y Gramercy.

En las últimas dos semanas se ha esclarecido mucho más cómo y por qué los dos bancos centrales más influyentes del mundo están intentando recuperar el control de la narrativa sobre la inflación y evitar más daños a su credibilidad política.

El mensaje clave que se desprende de las últimas reuniones de sus consejos de política monetaria es que la inflación es mayor y más persistente de lo que se esperaba y que sus previsiones se inclinan por que los precios subirán aún más.

Se trata de un cambio importante para la Reserva Federal de EEUU y el Banco Central Europeo (BCE) que, a diferencia del Banco de Inglaterra, han mantenido durante demasiado tiempo la idea de que la inflación era “transitoria”.

El giro es parcial en el mejor de los casos, sigue siendo demasiado lento y corre el riesgo de dar pie a una sobrecompensación este mismo año. Actualmente, la política extremadamente acomodaticia de los dos bancos es incoherente tanto con su cambio de lenguaje sobre la inflación como con lo que está ocurriendo en el mundo.

Esta estrategia continuada de lentitud obligará a ambos a endurecer más este año sus políticas de lo que habría sido necesario si no hubieran sido tan lentos, aumentando la preocupación sobre cómo harán frente la economía mundial y los mercados al incremento de los costes del crédito y de los precios.

Ya está aumentando el temor a que las expectativas inflacionistas se afiancen más. Existe el riesgo de que a la hora de fijar los precios y los salarios no sólo se tengan en cuenta los aumentos de costes anteriores, sino que también se consideren las repercusiones de la inflación prevista para el futuro.

Estos aspectos han llevado al Banco de Inglaterra a subir los tipos de interés 25 puntos básicos, encadenando dos alzas consecutivas por primera vez desde 2004. Lo que considero medidas deseables y oportunas por parte del Banco de Inglaterra contrasta claramente con la inacción del BCE y de la Fed.

En su reunión de política monetaria del mes pasado, la Fed debería haber anunciado, como mínimo, medidas más contundentes para combatir la inflación y haber puesto fin inmediatamente a sus compras de activos a gran escala.

Incluso antes de publicarse los datos de empleo de diciembre el viernes pasado, el hecho de que la Fed no anunciara medidas serias contra la inflación generó un notable cambio en las expectativas del mercado, que prevé cinco subidas este año. En mi opinión, esto constituiría un endurecimiento excesivo de la política monetaria, dado que también se espera que la Fed reduzca su abultado balance.

Por su parte, el BCE debería haber dado una idea más clara sobre las subidas de los tipos de interés este año en su reunión de política monetaria de la semana pasada. Los mercados descuentan ya esas subidas. El BCE también reiteró que seguirá una estrategia “gradual” sobre la subida de los tipos sólo después de poner fin a las compras netas de bonos, una medida que reducirá aún más su grado de libertad. Todo esto incrementa la posibilidad de que estos bancos centrales cometan un segundo error de política monetaria en dos años. Cuanto más se retrase la Fed, mayor será el riesgo de que se aplique un fuerte endurecimiento de la política monetaria en verano, lo que asfixiará excesivamente la tan necesaria recuperación económica fuerte, inclusiva y sostenible.

Riesgos

Un riesgo aún mayor es que ese endurecimiento de la política se produzca después de que hayan desaparecido las expectativas inflacionistas, lo que supondría un doble golpe: precios más altos e ingresos más bajos. Esto afectaría especialmente a los segmentos más vulnerables de la población.

La Fed y el BCE han tardado demasiado en corregir su interpretación errónea del aumento de los precios. Las dificultades adicionales que esto plantea se ven ahora agravadas por los retrasos innecesarios en la modificación una política monetaria inexplicablemente súper estimulante. Los dos principales bancos centrales mundiales pueden verse obligados a endurecer excesivamente la política monetaria “para ponerse al día”.

El giro estratégico que seguramente se producirá en los próximos meses corre el riesgo de perjudicar notablemente el día a día de los ciudadanos.


El ‘value’ ha vuelto. Lo que no sabemos es por cuánto tiempo. The Wall Street Journal. James Mackintosh

 

El repunte de los rendimientos de los bonos es una buena noticia para los que pagan dividendos

La inversión en valores, que consiste en comprar acciones que se caracterizan por tener valores bajos en medidas como las ganancias o el valor contable, está resurgiendo de sus cenizas. Hasta el jueves pasado, los grandes valores superaban a los valores ‘growth’ (de crecimiento) más caros, alcanzando la mayor diferencia de cualquier periodo de 50 días desde el estallido de la burbuja tecnológica en los años 2000 y 2001, con la excepción del repunte posterior a la vacuna a principios del año pasado.

La pregunta que se hacen ahora los inversores es si esto indica que lo que ya se veía como una estrategia moribunda está renaciendo de sus cenizas o si no es más que un espasmo que ya se está desvaneciendo con el repunte de los valores tecnológicos.

La respuesta depende en gran medida del papel que desempeñe el aumento de los rendimientos del Tesoro. Los rendimientos de los bonos han subido desde principios de diciembre, a medida que crecían las expectativas de que la Reserva Federal subiría los tipos agresivamente este año para hacer frente a la inflación. Esto coincidió con una caída de los valores ‘growth’, que arrastró al índice Nasdaq al filo de un mercado bajista, con una caída de casi el 20% desde su máximo alcanzado en noviembre.

Algunos interpretan que la subida de los rendimientos ha reventado la burbuja de los valores ‘growth’, haciendo que los inversores dejasen de gandulear y asumir que las grandes tecnologías siempre suben. Para los inversores de valor acérrimos (característica indispensable tras años de malos resultados), este es el momento en que la compra de acciones baratas puede volver a ocupar el lugar que le corresponde como estrategia principal.

Cliff Asness, fundador de la gestora de fondos cuantitativos AQR, opina que es plausible que el aumento de la rentabilidad de los bonos haya sido el factor que ha hecho que cambie la opinión de los inversores acerca de los valores ‘growth’. «Es un catalizador no por razones económicas sólidas, sino porque los catalizadores de estallidos de irracionalidad se deben a la magia del comportamiento y no la economía», argumenta.

A mi parecer, esta explicación funciona para los valores ‘growth’ que son realmente especulativos. Desde principios del año pasado, una serie de criptomonedas, energías limpias, acciones de ‘memes’ y SPAC de precios muy elevados se han ido desinflando, mientras que los rendimientos de los bonos se han disparado. Este año han vuelto a caer cuando los rendimientos se dispararon, y el fondo cotizado Ark Innovation, que contiene muchos valores altamente especulativos, ha caído un 34%, hasta alcanzar un mínimo el pasado viernes. (Al cierre del lunes, había subido un 17% desde ese mínimo).

El vínculo entre el rendimiento de los bonos y los valores ‘growth’ especulativos es, sin duda, muy débil, ya que su precio está dominado por el sentimiento o, como lo llamaba Asness, la «magia del comportamiento», y no por hojas de cálculo del flujo de efectivo descontado.

No cabe duda de que los valores más grandes también pueden estar dominados por el sentimiento, como demuestra la participación de los grandes valores de telecomunicaciones, medios de comunicación y tecnología en la burbuja de las ‘puntocom’ del año 2000. No obstante, en la mayoría de los casos, se da prioridad a las perspectivas de beneficios y al tipo de descuento.

Es en esa tasa de descuento en la que se basa la interpretación alternativa de la razón por la que los valores ‘growth’ se vendieron a la par que subieron los rendimientos de los bonos: las matemáticas. Incluso las empresas muy rentables, como Microsoft, tienen una valoración alta porque se espera que sus beneficios sigan aumentando a un ritmo elevado durante mucho tiempo, y esos beneficios futuros valen más hoy cuando el tipo de descuento, basado en el rendimiento de los bonos, es más bajo. A medida que el tipo de descuento aumenta, esos beneficios futuros deberían valer menos para un inversor.

En el mercado de bonos, este concepto se conoce como la duración de un bono, el tiempo medio que tarda el efectivo de este en alcanzar el precio que se paga por él. Cuanto más tiempo sea, más sensible es el precio a los cambios en el rendimiento. Un ejemplo: el precio de los bonos a 30 años del Tesoro cayó más de un 10%, desde el máximo del 3 de diciembre hasta un mínimo a mediados de enero, a la par que su rendimiento subió solo 0,5 puntos porcentuales, porque el bajo rendimiento significaba que tenía una duración excepcionalmente larga, de 23 años.

Algo similar ha ocurrido este año con las acciones. Cuanto más larga era su duración, más caían, utilizando la rentabilidad por dividendos como indicador de la duración.

Dado que los valores ‘growth’ tienen la mayor duración (los dividendos más bajos) y los ‘value’, la menor (los dividendos más altos), a estos últimos les ha ido de perlas. Como los rendimientos de los bonos han retrocedido un poco, o al menos se ha interrumpido su ascenso, hubo un repunte de los valores ‘growth’.

El problema de esta explicación es que el vínculo entre los rendimientos de los bonos y las ganancias más elevadas de las acciones ‘value’ no es muy fuerte, y cambia con el tiempo. Incluso durante el último año, los rendimientos de los bonos a largo plazo y una medida pura de las acciones ‘value’ solo se movieron a la par alrededor del 30% del tiempo, y esa relación ha sido más débil recientemente.

En parte, esto se debe a que hay otros factores que también importan, entre los que destaca la evaluación del mercado de la fortaleza de la economía, que tiene un gran efecto sobre las acciones ‘value’.

Pero el movimiento de los mercados no solo sigue a la cabeza, sino también al corazón. Asness tiene razón en que el sentimiento es importante, y puede estar volviendo a favorecer al valor, ayudado por las matemáticas. Opino que el rendimiento de los bonos es un factor más importante. Si estoy en lo cierto, el peligro es que la Reserva Federal, la geopolítica o los problemas de suministro hagan retroceder los rendimientos, y la reciente fortaleza del valor se evaporaría.


Buen fin de semana.

Comentario mercado 4 de Febrero del 2022

El mes de Enero, en general, no ha sido un buen mes para los mercados financieros. Las rentabilidades de los bonos de los países core y las expectativas de subidas de tipos de interés aumentaron (el bono alemán a 10 años se puso en positivo por primera vez desde comienzos del 2019), la Fed mantuvo un tono agresivo, las tensiones geopolíticas se avivaron en un enfrentamiento entre Rusia y la OTAN, los diferenciales de crédito se ampliaron, los índices de las bolsas bursátiles cayeron, mientras que los únicos beneficiarios reales fueron el dólar y la energía. Esto ha dejado a la mayoría de los índices de renta fija y de renta variable (S&P 500 -5,26%, Nasdaq -9%, Euro Stoxx 50 -3% a 31 de Enero) en territorio negativo en el primer mes del año.

Este comienzo de mes está siendo muy movido, sobre todo en el mercado de bonos y de divisa, hoy el Bono a 5 años alemán cotiza en territorio positivo por primera vez desde el 2018, después de la comparecencia del Banco Central Europeo de ayer.

                                               Rentabilidad del bono a 5 años alemán desde Enero del 2017.

El precio del petróleo Brent ha subido un 17,3% en Enero (+26,3% en los últimos tres meses) mientras el sector Energía lo ha hecho un +7,2%/+15,5%, siendo el segundo mejor sector del Euro STOXX después del sector bancario.

Los principales catalizadores para la subida del petróleo han sido, las disrupciones de oferta (Nigeria, Libia y Angola -2,5 millones barriles al día, la reducción de producción de la OPEP y las dificultades que estaría teniendo para volver a elevarla. Además tensiones geopolíticas en Ucrania (subida del gas y riesgo de sanciones a Rusia). La fuerte recuperación de la demanda. Así las previsiones de la AIE apuntan a una demanda mundial creciendo en 1,7 millones de barriles diarios en 2022 (4,5 millones en 2021) frente a una oferta 6,1 millones de barriles diarios en 2021 y 2,2 millones en 2022, con lo que el ligero superávit del 1T22 se revertirá en los siguientes trimestres volviendo a presionar los inventarios a la baja. Técnicamente el objetivo de subida se sitúa en 97 dólares el barril.

Un crudo cerca de 100 dólares contribuiría a que la inflación se mantenga alta en el primer semestre del 2022 (5,0% frente al 3,9% esperado por el consenso) y no baje tanto en 2S22 (3,3% vs 2,4% consenso), lo que incrementa la presión sobre el BCE para subir tipos en 4T22.

                                               Precio del petróleo Brent últimos 5 años.

En cuanto a la crisis Rusia-Ucrania esta semana me ha llegado desde AXA IM un gráfico muy interesante en el que se analizan quiénes serían los países más vulnerables en caso de que hubiese un embargo energético a Rusia.

Los diferenciales se ampliaron en consonancia con otros activos de riesgo como la renta variable. De hecho, los diferenciales globales de Grado de Inversión (IG) se ampliaron más que en las caídas de noviembre. Con 109pbs, son los spreads más amplios desde finales de 2020 y un 10% más amplios en lo que va de año. El crédito de mayor calidad (AAA) fue el que peor desempeño tuvo.

Después de la reunión del Banco Central Europeo de ayer el mercado ya espera que los tipos de interés en Europa terminen este año 2022 cerca del 0% desde el -0,50% actual:

Durante el mes de Enero hemos visto como el PIB del cuarto trimestre de 2021 de Estados Unidos superó con creces las expectativas con crecimiento de un 6,8 % intertrimestral anualizado, aunque esto se vio inflado por un aumento de inventario. Posiblemente se revertirá con los datos del primer trimestre de 2022. Por otro lado, la confianza de los consumidores cayó al final de año y las solicitudes semanales de desempleo aumentaron a medida que la variante Omicron pasó factura, aunque la tasa de desempleo se situó por debajo del 4 % en diciembre. La inflación también llegó a un nivel notablemente alto, 7% interanual, y ha demostrado ser menos transitoria de lo que se esperaba hace unos meses.

El crecimiento se derrumbó en Alemania en el cuarto trimestre de 2021, donde el PIB se contrajo un 0,7 % intertrimestral y le afectó la caída del gasto de los consumidores vinculada a la introducción de restricciones para hacer frente a la propagación del virus. La inflación siguió la tendencia mundial y se situó en el 5% para toda Europa. El aumento sobre expectativas de tipos fue beneficioso para el dólar estadounidense, con el euro cotizando por debajo de 1,12 al final de la semana. La debilidad también se sintió en las criptomonedas, ya que el supuesto regreso a una política monetaria más «normal» hizo mella en su atractivo místico. Fue una historia similar para los metales preciosos que también bajaron este mes por razones similares. Sin embargo, los precios de la energía aumentaron, lo que sugiere que, como resultado, llevará más tiempo normalizar la inflación.

Precio Bitcoin últimos 12 meses (Mínimo: 29.865$ Máximo: 67.734$).

La volatilidad de las criptomonedas sigue siendo absolutamente brutal, y las opiniones respecto al tratamiento de las mismas como activos financieros son tan volátiles o variables como su precio… Esta semana Nassim Nicholas Taleb, para mí una de las mentes más brillantes que hay en el mundo, dijo que el “Bitcoin es como una enfermedad contagiosa. Se expande, se expande y su precio se dispara hasta la saturación, es decir, hasta que todos aquellos tan imbéciles para comprar la historia estén invertidos. Esto es la fragilidad máxima”. En su opinión, “no es una moneda, ni un refugio de valor, ni una cobertura contra la inflación, ni una protección contra la tiranía gubernamental o las catástrofes, sino una burbuja frágil” en línea con opiniones de grandes gestores como Buffet o Charlie Munger, que califican las criptomonedas como “veneno de ratas al cuadrado”, “imán para imbéciles” o “el traje nuevo del emperador”. Warren Buffett reconoce que la tecnología blockchain en la que se sostienen las criptomonedas es “importante”. Pero opina que las criptomonedas “no tiene ningún valor único en absoluto, no produce nada. Se compra sólo porque se espera que crezca el grupo de gente al que se lo quieres vender”. Por otro lado la gran gurú de la gestión “growth”, Cathie Wood, y su firma de inversión, Ark Invest, creen que el precio del Bitcoin estará por encima del millón de dólares (1,36 millones de dólares) para el 2030. Yassine Elmandjra, analista de Ark Invest, publicó un informe de perspectivas anuales, Big Ideas 2022. El racional por el que justifican que el precio del Bitcoin vaya a subir de esa manera obedece a que su capitalización «representa una porción de los activos globales y es probable que aumente a medida que los países lo adopten como una moneda de curso legal«. Recientemente, Putin abogó por su regulación y no por prohibir su minería y su utilización tras decantarse el Banco Central de Rusia por la segunda opción. El informe sostiene la valoración de los 1,36 millones de dólares bajo distintos escenarios de uso. Por ejemplo, si la red de remesas del bitcoin supone el 50% del total y crece a una velocidad de 1,5 billones, aportaría alrededor de 0,3 billones de dólares a la capitalización y 14.000 dólares en términos de precio. Además, si consigue hacer de ‘activo refugio’ y acaparar el 50% de la capitalización del mercado del oro, aportaría en torno a 5,5 billones en 2023 o el equivalente a 260.000 dólares en el precio.

La diferencia entre las actuaciones de los bancos centrales ha llevado al diferencial entre la deuda europea y americana a ampliarse todavía más (Bono a 10 años americano 1,80% Bono a 10 años alemán 0,17%), y eso ha llevado al dólar a fortalecerse frente al euro, hasta la reunión de ayer del Banco Central Europeo que luego comentaré.

Tras la reunión de la Fed de la semana pasada el mercado descuenta una progresiva subida de tipos de interés, la presidenta de la FED de Kansas City, Esther George, en su comparecencia de esta semana comentó que «a nadie le interesa tratar de alterar la economía con ajustes inesperados». La jefa de la Fed de San Francisco, Mary Daly, coincide que los movimientos de política «tienen que ser graduales y no disruptivos”.

La revalorización del dólar frente al euro se paró a niveles de 1,11 y de ahí el euro rebotó de nuevo, el escenario de previsiones de consenso de mercado de Bloomberg es que el eurodólar debería cotizar en un rango bastante estrecho en 2022, el consenso de mercado estima que eurodólar cierre el 2022 en 1,14.

Hay riesgos a corto plazo para el euro como las elecciones francesas, la revisión del pacto de estabilidad y crecimiento en la UE que conllevará un endurecimiento de las políticas fiscales, también el inacabable Brexit y las tensiones en Ucrania son factores que pueden penalizar al euro a corto plazo.

La ola de ómicron ha impactado en la actividad en Europa aunque los analistas esperan que la recuperación continúe y que la demanda a nivel global se recupere y empuje al euro al alza (debido a su superávit comercial crónico) a medio plazo. Algo similar pasó durante la segunda mitad de 2020 tras el shock inicial del covid. El Euro pasó del  1.08 hasta niveles por encima del 1.20. 

Importante esta semana:

Lo más importante de la semana fue la reunión del Banco Central Europeo de ayer, como se esperaba el BCE mantuvo la política monetaria inalterada. Si bien Lagarde insistió en que el 50% del repunte de precios se debe a la energíareconoció que los riesgos sobre inflación están sesgados al alza y que existe una preocupación generalizada por las sorpresas al alza en las últimas cifras. En este sentido, el BCE advierte que  la inflación se mantendrá elevada durante más tiempo del previsto pero que retrocederá a lo largo de los próximos 12 meses. Finalmente, Lagarde ratificó que las decisiones futuras dependerán de la evolución de los datos y que utilizarán todas las herramientas disponibles para contenerla.

La conferencia de prensa de Lagarde no fue para nada lo que habían previsto los analistas, la presidenta del Banco Central Europeo dio un giro radical al tono de la institución respecto a la inflación y el nivel de los tipos de interés. Si bien en el comunicado inicial el discurso y las herramientas se mantuvieron inalteradas, tal y como se esperaba, luego todos los pronósticos saltaron por los aires cuando ante los periodistas Lagarde se negó a reiterar con convicción la idea de que es “altamente improbable” que el BCE pueda subir los tipos de interés ya en 2022 como respuesta a la elevada inflación, algo que sí había sostenido en diciembre.

La presidenta aseguró que “la situación ha cambiado” con las últimas sorpresas respecto a la inflación, y que el impacto en el medio plazo se valorará en marzo, cuando el banco central presente sus nuevas proyecciones macroeconómicas.

La inflación en la zona euro se elevó en enero hasta el 5,1%, frente al 5% de diciembre cuando la autoridad monetaria preveía que se situaría 100 puntos básicos por debajo.

Pero la presidenta fue más allá e indicó que existe una “preocupación unánime” en el seno del Consejo de Gobierno respecto a los últimos desarrollos en el campo de la inflación. Además, si bien garantizó que “no se tomarán decisiones apresuradas”, también señaló que “no seremos complacientes”.

Aunque una aceleración en la retirada de los estímulos dependerá del ajuste de las proyecciones que se hagan en marzo, las palabras de Lagarde invitaron a pensar que ese movimiento será inevitablemente al alza: “Nos estamos acercando mucho más al objetivo de inflación a medio plazo”, aseguró.

“En cuanto se alcancen los criterios para hacerlo actuaremos, porque es nuestro deber”, sentenció Lagarde en lo que se considera una auténtica victoria para los halcones de la institución, nombre bajo el que se conoce a los miembros menos afines a los estímulos monetarios.

El giro brusco en el tono y la valoración de la inflación de Lagarde dejó a los inversores sumidos en la confusión, porque pese a ese discurso, Lagarde señaló que el alza de precios es transitoria y descenderá en la segunda mitad del año. Resaltó el peso que está teniendo la energía en los elevados números de los últimos meses y que subir los tipos no corrige ese shock.

Lagarde también reconoció que, de momento, la presión por parte de los salarios a la inflación siguen sin aparecer, una condición que el economista jefe de la institución, Philip Lane, ha señalado como indispensable para comenzar a contraer la política monetaria.

La presidenta terminó de confundir a los mercados al señalar que la situación en Reino Unido y Estados Unidos, donde los bancos centrales ya suben tipos o se preparan para ello, es muy diferente a la que vive el euro. La reacción de los mercados llegó en tromba, con los inversores azorados y descontando subidas de tipos ya incluso para junio, una fecha totalmente descartada dado que el BCE todavía estará desarrollando para entonces sus programas de compras de deuda. Y Lagarde sí hizo hincapié en que el BCE mantendrá la secuencia de retirada de estímulos, es decir, que terminará de retirar las compras de deuda antes de subir tipos.

Así, el Programa de Compras de Emergencia Pandémica (PEPP), acabará en marzo, fecha a partir de la cual el plan tradicional de compras (APP) se conducirá a un ritmo de 40.000 millones al mes. En el tercer trimestre, el ritmo bajaría hasta los 30.000 millones y en el último, hasta los 20.000 millones.

Es precisamente sobre este instrumento sobre el que los expertos ponen el foco ahora. Tras las palabras de Lagarde, el consenso de analistas apunta a que se acelerará el ritmo de retirada de las compras con la posibilidad de dejar de adquirir deuda entre el tercer y el cuarto trimestre del año.

Eso llevaría a la posibilidad de subir tipos en diciembre de este año o en el primer trimestre de 2023.

La propia presidenta, sin anunciar nada concreto, sí anticipó por dónde irán los tiros en las compras al señalar que “determinaremos en marzo el ritmo, la velocidad y las cantidades que aplicaremos al resto de 2022”, adelantando un cambio.

El eurodólar se fue del 1,1267 antes de la conferencia del Banco Central Europeo al 1,1456 actual:

Y el bono a 10 años alemán (Bund) se fue del 0,06% previo a la conferencia de Lagarde al 0,1583 actual:

Ayer también se conoció la decisión del Banco de Inglaterra de subir hasta el 0,50% su tipo oficial. Lo más sorprendente fue saber que cuatro de los nueve miembros del Comité habían abogado por una subida del 0,75% como medida de choque para contener la inflación.

Putin elevaba esta semana el tono y amenaza con la guerra si Ucrania entra en la OTAN. El mandatario ruso ha advertido que en los planes de Ucrania está la recuperación de Crimea por la vía militar, justificando el inicio de la guerra contra la OTAN si Ucrania entra a formar parte de la organización. Las declaraciones fueron hechas en una rueda de prensa con Orban, donde el primer ministro húngaro ha mostrado su cercanía con Rusia, rebajando la tensión («nadie en la UE quiere la guerra») y señalando que es posible llegar a un acuerdo que garantice tanto la seguridad de Rusia como los intereses de la OTAN. La amistad con Rusia ha proporcionado a Hungría un contrato de gas con Gazprom hasta 2036, motivo por el cual cuentan con los precios más bajos de Europa.

El crecimiento se modera en la última parte del año pasado en la zona euro. El incremento de los contagios y la menor movilidad que conllevó, frenaron la actividad de la región en el 4T, donde el avance del PIB se moderó hasta el +0,3% trimestral desde el +2,3% del trimestre anterior. Con este resultado, cabe destacar que la economía de la eurozona recupera su nivel pre-COVID (4T 2019). En términos de crecimiento interanual, el ritmo de avance de la economía de la zona euro se situó en el +4,6% desde el +3,9% anterior y cierra el 2021 con un promedio de crecimiento del 5,2%, tras el desplome del 6,5% de 2020. Por países el comportamiento fue dispar: Francia creció un +0,7% trimestral, Italia un +0,6% y destacó España al avanzar un +2%. Por su parte, Alemania decepcionó en el 4T al retroceder un -0,7% trimestral, tras crecer un +1,7% en el trimestre anterior y todavía está casi un 1,2% por debajo de su nivel precrisis. En balance, el crecimiento alemán fue un modesto 2,8% en 2021, tras el –4,9% de 2020.

Se publicó el miércoles los datos de inflación de Europa, la inflación interanual en la eurozona subió una décima en enero, hasta el 5,1%, de acuerdo con las cifras que publicó la oficina estadística comunitaria, Eurostat, máximo de la serie histórica. Y, además, cada vez va quedando más claro que la energía no es el único problema de los precios, ya que los alimentos sin procesar ya suben a un ritmo del 5,2% anual, al tiempo que la subida de la factura de la luz se empieza a filtrar hacia los bienes industriales y determinados servicios.

Esto supone una mala noticia. En primer lugar, una subida de los precios afecta a la demanda interna, lo que reduce la fuerza de la recuperación. Si esta subida de precios se mantuviera a lo largo del año, el consumo en la eurozona se vería mermado en más de 300.000 millones de euros. Y eso supone un problema, porque esta área es el principal destino de las exportaciones españolas, de donde se ingresan seis de cada diez euros en ventas internacionales. Pero a esto hay que sumar un efecto añadido: la inflación diferencial con otros países. “Si todos los países tuviéramos la misma inflación, no habría pérdida de competitividad. pero no es el caso”, explica Leticia Poole, profesora de Economía y Empresa de la Universidad Europea de Valencia, que señala que “Francia o Portugal tienen la mitad de inflación que España, y también Alemania e Italia están por debajo de las cifras españolas. Hemos perdido posición competitiva en todos nuestros grandes mercados”. Esto se debe, en buena medida, a que el sistema eléctrico de países como Francia es mucho más competitivo debido a la elevada presencia de centrales nucleares, lo que a su vez frena la escalada de los precios industriales y alivia los márgenes de las empresas.

El bono a 10 años alemán cerraba ayer en  niveles del 0,14% de TIR (0,18% actual), mientras que el 10 años holandés ya está por encima del 0,32% de TIR cuando ambos, hace apenas pocos días, cotizaban todavía en terreno negativo. Comportamiento parecido en los bonos periféricos, que continuaban subiendo en rendimiento hasta el 1,90% de TIR en el caso del bono griego, o el 1,43% en el 10 años italiano. Las expectativas con respecto a lo que pueda hacer el BCE tras este dato de inflación se están moviendo al alza, y estamos viendo cómo el mercado está pasando de descontar una subida de un +0,1% en los tipos de interés a final de año a una subida de un +0,25%.

                               Rentabilidad Bono Alemán a 10 años desde Enero del 2017.    

Rentabilidad Bono Holandés a 10 años desde Enero del 2017.


En España la inflación frenó su fuerte escalada en enero pero se mantiene en cotas muy elevadas. En concreto, la tasa de inflación general se moderó hasta el +6% interanual en enero (vs. +6,5% en diciembre) según el dato preliminar del INE, frenando así la tendencia alcista de los últimos meses. Sin embargo, esta moderación se debe al efecto base provocado por las subidas del precio de la electricidad en enero 2021, mientras que por el lado de la inflación subyacente continúa el repunte acelerado de los precios: en enero esta tasa alcanzó un crecimiento del +2,4% (vs. +2,1% en diciembre). Este ascenso indica que las elevadas tasas de inflación se están extendiendo a los demás componentes de la cesta de consumo

En el lado microeconómico la presentación de resultados del 4T21 de los bancos está siendo muy positivo, el sector bancario español deja atrás las pérdidas registradas por la pandemia y encara el futuro con más optimismo. Las seis principales entidades españolas (Santander, BBVA, CaixaBank, Sabadell, Unicaja y Bankinter) obtuvieron un beneficio recurrente, sin tener en cuenta los extraordinarios sobre todo por las fusiones entre CaixaBank y Bankia y entre Unicaja y Liberbank, y por la venta de la filial de Estados Unidos de BBVA, de 16.240 millones de euros, frente a las pérdidas de 5.673 millones contabilizadas en 2020, cuando Santander declaró unos números rojos históricos de 8.771 millones.

La gran diferencia entre un ejercicio y otro se dio en la línea de la cuenta que refleja las provisiones. De media, los grandes bancos redujeron un 44% el nivel de dotaciones ante la mejora de las previsiones económicas. CaixaBank fue la entidad que más las redujo: un 67,5%. De momento, los bancos se mantienen prudentes y no liberarán las provisiones extra por el Covid en España. Santander, por ejemplo, con un perfil más internacional, liberó unos 750 millones, en la parte baja de la horquilla prevista y que se concentró en Estados Unidos y Reino Unido.

El descenso de las provisiones afloraron parte de la rentabilidad del negocio bancario y la mayoría de las grandes entidades españolas cubre el coste del capital o está cerca de hacerlo.

La rentabilidad sobre patrimonio tangible, conocida como Rote y de referencia en los planes estratégicos, se situó en un media superior al 8%. Sabadell dio un salto de cinco puntos porcentuales, hasta alcanzar una Rote del 5%, y anticipó su objetivo del 6% de 2023 a este año.

Las ganancias recurrentes se impulsaron, como viene siendo habitual en los últimos trimestres, en los ingresos por comisiones, sobre todo generados por la comercialización de fondos de inversión y seguros. BBVA, Bankinter y Unicaja destacaron sobre el resto de competidores, con un aumento de doble dígito en esta partida.

La actividad comercial se acerca a niveles pre-Covid, gracias al impulso de las nuevas hipotecas y la reactivación del crédito al consumo. Pero el margen de interés, que mide los ingresos típicos, sigue sufriendo mientras los ejecutivos bancarios ven más cerca la subida de tipos de interés en Europa. Bankinter despuntó sobre el resto de entidades, con un crecimiento del 5,2% en el margen de interés.

Los equipos directivos de los principales bancos españoles ven el futuro con optimismo, con la morosidad media contenida en el 3,3%, niveles similares a los del año pasado, y sin excesiva preocupación por el repunte esperado en el segundo trimestre del año, cuando expiran las carencias de los préstamos ICO

Putin y Xi Jinping se reúnen hoy para trazar una estrategia común. Ambos mandatarios se reunirán en persona por primera vez en más de dos años en la previa de la inauguración de los JJOO de invierno. El foco va a estar en saber si Putin conseguirá el compromiso de China en su confrontación con la OTAN y Estados Unidos, aunque también tratarán de estrechar lazos en materia energética y financiera. Sobre la mesa está la posibilidad de la construcción de un nuevo gaseoducto entre ambos países que cruce Mongolia, aunque por el momento ya han acordado elevar el flujo de gas hasta duplicar las exportaciones rusas a China. Además, también tratarán el papel del dólar como moneda de reserva internacional y la necesidad de reducir esa dependencia.

En Gran Bretaña el gobierno de Johnson se desmorona. Cuatro asesores del Primer Ministro han dimitido tras el episodio de las “fiestas del covid”, entre ellos, el director de Comunicación, el jefe de personal y su asesora de Estrategia Política. La revelación de las reuniones de Johnson durante el primer confinamiento ha desplomado la popularidad del ejecutivo, siendo ya 12 los diputados conservadores que piden su dimisión.


Menudo mes de enero; y empieza el año del tigre… Pablo García. Director de Divacns-AlphaValue.

El pasado mes de enero ha sido trepidante. Los datos de crecimiento son sólidos, aunque se están revisando a la baja (v.gr. FMI). Pero la crisis energética (espoleada por una, esperemos, efímera crisis en la frontera de Ucrania) y los persistentes problemas logísticos, están llevando las tasas de inflación a cotas insostenibles (EEUU podría marcar en enero un IPC del +7,3% anual, tras el +7% en diciembre). El ciclo de tipos pondrá su punto de inflexión en EEUU con la primera subida de los tipos de la Fed en la reunión de marzo, que incluso no se descarta que pueda ser de 50 puntos básicos. Además, para el próximo mes tendremos la finalización del tapering y comenzará también a reducirse el balance de la Reserva Federal. Pero, ¿qué ocurre en Europa? La señora Lagarde no da su brazo a torcer, manteniendo el calificativo de “temporal” a las elevadas subidas de la inflación en la eurozona, destacando los casos de España o Alemania (mucho más comedida en Francia o Italia). Incluso su lugarteniente, Luis de Guindos, ya ha claudicado hablando de una subida de precios más persistente de lo esperado.

¿A qué teme Christine Lagarde? Francamente creo que a un credit crunch o crisis crediticia. Las economías domésticas, empresas y entidades públicas, están muy endeudadas debido al easy money, tras años de políticas monetarias ultra expansivas. Los tipos reales (descontando la inflación) son históricamente bajos e insostenibles. La curva de tipos está cogiendo pendiente de forma evidente (el bund acaba de ponerse en rentabilidades positivas) y el camino parece indefectible.

Además, el BCE está más apalancado incluso que la Fed en términos relativos de PIB. En algún momento, la presidenta de la autoridad monetaria de la eurozona tendrá que reconocer que la inflación actual no cuadra con mantener los tipos al 0%.

Lagarde teme a subir tipos demasiado rápido y frenar el crecimiento, aunque eso cueste pérdida de competitividad por la inflación y, mientras el dólar no se aprecie demasiado, aguanta poniendo velas a santas Justa y Rufina. En los pensamientos de Lagarde deben estar circulando los fantasmas de subidas rápidas de tipos que generen incrementos de mora, restricción del acceso al crédito, suspensiones de pagos por doquier… Pues eso, una crisis crediticia que acerque el miedo a la estanflación (paro más estancamiento más inflación). Así que patata caliente para el año chino del tigre.

Mientras tanto, los inversores han hecho sus claras apuestas de vencedores y vencidos. Respecto a la renta variable, el outperformance del Euro Stoxx 50 (índice más financiero) vs S&P 500 (gran peso de tecnológicas) es relevante. En el DJStoxx 600 europeo vemos una clara dicotomía entre la positiva evolución de bancos, seguros, metales, minas y petróleo, respecto a una empinada cuesta de enero para los sectores de tecnología, industrial, alimentación, bebidas, salud o químicas. Y es que la divergencia se está ampliando y no parece que vaya a remitir en el corto plazo. Así que cuidado con la selección de sectores y valores. Nuestras apuestas son claras y mantenemos nuestro gusto por financieras y cíclicos pesados.

Respecto a las valoraciones, todo parece un galimatías. Mientras que los resultados que se están conociendo del cuarto trimestre de 2021 no están disipando las dudas, tampoco están tumbando las expectativas.

El mercado estará caro o barato en función de que se cumplan unas estimaciones de beneficio por acción (BPA) que tienen una exigente base comparable en el ejercicio 2021 (Divacons-AlphaValue estima para Europa un BPA 2021/20, creciendo un 84,2%, pero para 2022/21 de tan sólo el +6,44%, lo cual nos lleva actualmente a un PER 2022 de 15,5veces).


La inflación afectará tanto a las acciones como a los bonos. Nouriel Roubini. Profesor emérito de la Escuela de Negocios Stern en la Universidad de Nueva York y economista jefe de Atlas Capital Team

La creciente inflación en Estados Unidos y en todo el mundo está obligando a los inversores a evaluar los posibles efectos tanto en los activos de riesgo (generalmente acciones) como en los activos “seguros” (como los bonos del Tesoro de Estados Unidos). El consejo de inversión tradicional es asignar fondos según la regla de 60/40: 60% de la cartera debería estar en acciones de más alto retorno pero más volátiles y el 40% en bonos de menor retorno y menos volatilidad. El razonamiento es que los precios de las acciones y los bonos por lo general están correlacionados negativamente (cuando uno sube, el otro baja), de manera que esta combinación equilibrará los riesgos y retornos de una cartera.

Durante un “período de riesgo”, cuando los inversores son optimistas, los precios de las acciones y los rendimientos de los bonos aumentarán, mientras que los precios de los bonos caerán, lo que resultará en una pérdida de mercado para los bonos; y durante un período sin riesgo, cuando los inversores son pesimistas, los precios y los rendimientos seguirán un patrón inverso. De la misma manera, cuando la economía está en auge, los precios de las acciones y los rendimientos de los bonos tienden a subir y los precios de los bonos caen, mientras que, en una recesión, sucede lo contrario.

Pero la correlación negativa entre los precios de las acciones y los bonos presupone una inflación baja. Cuando la inflación sube, los retornos sobre los bonos se vuelven negativos, porque los rendimientos en alza, liderados por las expectativas de inflación más altas, reducirán su precio de mercado. Consideremos que cualquier incremento de 100 puntos básicos en los rendimientos de los bonos a largo plazo conduce a una caída del 10% en el precio de mercado –una pérdida importante–. Debido a la mayor inflación y a las expectativas de inflación, los rendimientos de los bonos han aumentado y el retorno general sobre los bonos a largo plazo alcanzó el -5% en 2021.

Mercado alcista prolongado

En las últimas tres décadas, los bonos han ofrecido un retorno anual general negativo sólo en unas pocas oportunidades. La caída de las tasas de inflación de niveles de dos dígitos a niveles de un solo dígito muy bajo produjo un mercado alcista prolongado en bonos; los rendimientos cayeron y los retornos sobre los bonos eran altamente positivos ya que su precio aumentaba. Los últimos 30 años, en consecuencia, han contrastado marcadamente con los años 1970 estanflacionarios, cuando los rendimientos de los bonos se dispararon junto con la inflación más elevada, lo que condujo a inmensas pérdidas de mercado para los bonos.

Pero la inflación también es mala para las acciones, porque genera tasas de interés más altas –tanto en términos nominales como reales–. En tanto la inflación sube, la correlación entre los precios de las acciones y los bonos pasa de negativa a positiva. Una inflación más alta lleva a pérdidas tanto en las acciones como en los bonos, como sucedió en la década de 1970. En 1982, el ratio precios-ganancias del S&P 500 era de 8, mientras que hoy está por encima de 30.

Ejemplos más recientes también demuestran que las acciones se ven afectadas cuando los rendimientos de los bonos aumentan en respuesta a una mayor inflación o a la expectativa de que una inflación más alta conduzca a un ajuste de la política monetaria. Ni siquiera las acciones tecnológicas y de crecimiento tan elogiadas son inmunes a un aumento en las tasas de interés de largo plazo, porque estos son activos de “larga duración” cuyos dividendos están más en el futuro, lo que los torna más sensibles a un mayor factor de descuento (rendimientos de bonos de largo plazo). En septiembre de 2021, cuando los rendimientos de los títulos del Tesoro estadounidense a diez años aumentaron apenas 22 puntos básicos, las acciones cayeron entre un 5% y un 7% (y la caída fue mayor en el Nasdaq, con un alto componente tecnológico, que en el S&P 500).

Este patrón se ha extendido a 2022. Un incremento modesto de 30 puntos básicos en los rendimientos de los bonos ha provocado una corrección (cuando la capitalización total de mercado cae por lo menos el 10%) en el Nasdaq y una casi corrección en el S&P 500. Si la inflación se mantuviera muy por encima de la tasa objetivo del 2% de la Reserva Federal –aún si cae modestamente de sus niveles altos de hoy–, los rendimientos de los bonos a largo plazo subirían mucho más, y los precios de las acciones podrían terminar en terreno bajista (caída del 20% o más).

Más concretamente, si la inflación sigue siendo más alta de lo que fue en las últimas décadas (la “Gran Moderación”), una cartera de 60/40 provocaría pérdidas masivas. La tarea para los inversores, por tanto, es encontrar otra manera de proteger el 40% de su cartera que está en bonos.

Proteger la renta fija

Existen por lo menos tres opciones para proteger el componente de renta fija de una cartera 60/40. La primera es invertir en bonos indexados por inflación o en bonos gubernamentales de corto plazo cuyos rendimientos se revalorizan rápidamente en respuesta a una mayor inflación. La segunda opción es invertir en oro y otros metales preciosos cuyos precios tienden a aumentar cuando la inflación es más alta (el oro también es una buena protección contra los tipos de riesgos políticos y geopolíticos que pueden afectar al mundo en los próximos años). Por último, se puede invertir en activos reales con una oferta relativamente limitada, como son los terrenos, inmuebles e infraestructuras.

La combinación óptima de bonos de corto plazo, oro e inmuebles cambiará con el tiempo y de maneras complejas dependiendo de las condiciones macro, de políticas y de mercado. Es cierto, algunos analistas sostienen que el petróleo y la energía –junto con otras materias primas– también pueden ser un buen refugio contra la inflación. Pero esta cuestión es compleja.

En los años 1970, fueron los precios del petróleo más altos los que causaron inflación, no al revés. Y dada la presión actual para abandonar el petróleo y los combustibles fósiles, la demanda en esos sectores puede alcanzar un pico pronto.

Si bien se puede debatir cuál es la combinación correcta de una cartera, está claro que los fondos de riqueza soberana, los fondos de pensión, los fideicomisos, las fundaciones, las empresas familiares y los individuos que siguen la regla de 60/40 deberían empezar a pensar en diversificar sus carteras para protegerse de la creciente inflación.


Buen fin de semana.

Comentario mercado viernes 21 de Enero del 2022

Termina la semana marcada por la incertidumbre en dos frentes, la Fed y su reunión de la semana que viene, y la tensión geopolítica en el frente entre Rusia y Ucrania. Por una parte, no podemos dejar de vigilar el conflicto Ruso-Ucraniano.

Ayer Biden decía que Rusia  “pagará un alto precio” si alguna de sus fuerzas cruza la frontera hacia Ucrania…después de sugerir anteriormente que los aliados occidentales podrían tener dificultades para reaccionar ante un ataque a pequeña escala.  Todo esto, un día antes de que el principal diplomático americano se reúna con el ministro de relaciones exteriores de Rusia en Ginebra.  Biden dijo el jueves que emitió claras advertencias a Putin, que ya ha acumulado alrededor de 100.000 soldados en la frontera a pesar de negar cualquier plan de ataque. Esta mañana ha comentado Lavrov (el diplomático ruso), que Rusia no tiene planeado un ataque a Ucrania

El 2022 ha empezado con un comportamiento dispar en bolsas favoreciendo a los Emergentes, a Europa y al cíclico value frente a los desarrollados, Estados Unidos y sectores growth, el Nasdaq lleva una caída en lo que llevamos del año de un 10%, ayer presentó resultados del 4T21 Netflix, y decepcionó ligeramente en número de suscriptores a lo que esperaba el mercado (ha sumado 8,3 millones de nuevos suscriptores en el 4T21 frente a los 8,5 millones que esperaba la propia compañía, además prevén sólo alcanzar para el 1T22 un crecimiento de 2,5 millones de suscriptores, cuando el año pasado sumó 4 millones en el 2T21), y está cayendo un 20% en pre-market, ayer Peloton, el fabricante de bicicletas estáticas, comunicó que había paralizado temporalmente su principal fábrica por el descenso en el número de pedido, y cayó un 23%… estos movimientos pueden ser temporales, como recogida de beneficios de muchos inversores que durante el 2020 y el 2021 ganaron mucho dinero en estas compañías tecnológicas y en sectores “growth” o puede deberse a un cambio de tendencia impulsado por esa inflación que parece ya no ser tan transitoria como parecía... El brusco reajuste de expectativas de inflación y de tipos se ha traducido en repuntes de tipos de interés en el tramo largo de la curva de deuda soberana. Tras estos movimientos seguimos viendo mayor aplanamiento de la pendiente 2-10 años en Estados Unidos al no tener recogido el 2 años las subidas de tipos esperadas por parte de la Fed, con unos futuros que ya descuentan 4 subidas en 2022.

Con un balance cercano a los 9 billones de dólares la Fed plantea su reducción posiblemente a partir del segundo semestre del 2022 lo que podría suponer un tensionamiento adicional de los tipos de interés del 1% aproximadamente hasta finales de 2023 y, a medio plazo, más presión a la baja tanto para la TIR real (tras un repunte transitorio) como para la pendiente. Así, la reducción de balance es uno de los mayores elementos de riesgo para las bolsas de cara a 2022 por el impacto en la liquidez de los mercados. En 2018 ya provocó caídas de hasta el -20% en el S&P 500. Por otro lado, el progresivo aplanamiento de la pendiente 2-10 años no es negativo para las bolsas a corto plazo pero aumentaría el nerviosismo a medida que se aproxime a cero.

                Curva deuda americana 2-10 años últimos 12 meses (bono a 2 años 1,06% a 10 años 1,90%).

A poco más de una semana de la reunión de la Fed el próximo 26 de enero, los mercados han empezado a asumir una senda de subidas de tipos de interés más intensa de lo proyectado en su anterior reunión. Una vez que el tapering finalice el próximo mes de marzo, el mercado prevé una primera subida inmediata, y hasta cuatro en el conjunto de 2022. No se esperan nuevas  decisiones en el próximo comité, pero no se puede descartar alguna señal clara de la Fed sobre las futuras subidas de tipos. En las últimas semanas los mensajes de diversos miembros del FOMC han señalado la necesidad de una mayor normalización de la política monetaria para hacer frente a la elevada inflación, lo que ha llevado la rentabilidad del bono a 10 años estadounidense a sus niveles máximos de 2021 en torno a un 1,78%.

Según las previsiones de la OCDE, en Estados Unidos deberíamos ver una normalización del crecimiento desacelerando hasta el 4% aproximadamente. El fin de la extraordinaria política fiscal debería empezar a notarse, aunque se debería compensar, al menos en parte, con la necesaria reconstrucción de los inventarios, con el fuerte crecimiento de la demanda y la falta de una oferta funcional, los inventarios de muchas industrias se han agotado. Cuando las cadenas de suministro se recuperen y vayan colmando la demanda insatisfecha, veremos a las empresas acumular inventarios para evitar que el episodio

se repita si llega otra variante del COVID.

En Europa el crecimiento solo debería desacelerar muy ligeramente hasta llegar a niveles del cuarto trimestre de 2019 a finales de año y cerrar 2022 por encima del 4%, probablemente por encima del de Estados Unidos. El motivo de que nuestro crecimiento sea más sólido que en otras áreas del mundo es que es ahora cuando están empezando a llegar los fondos del Plan de Recuperación de la Unión Europea, y además no hay mucha voluntad de ajustar los déficits tanto como se podría con estos niveles de crecimiento, especialmente ahora que en Alemania gobierna una coalición menos austera que lo que era la de Merkel.

Estas semanas continúa la presentación de resultados del 4T21 y del año 2021 completo. El 4T de 2021 va a marcar el último trimestre con tasas de crecimiento excepcionalmente elevadas que se inició en el 1T de 2021 tras la recesión de beneficios de 2020. A partir del 1T de 2022 las tasas de crecimiento se van a desacelerar de respectivamente en los tres primeros trimestres de 2022. De acuerdo con las previsiones del consenso de analistas, sin embargo, esta desaceleración no sería la antesala de un fin del ciclo de crecimiento, sino consecuencia de una comparativa beneficios de 2021.  A partir del 4T de 2022 el crecimiento se volvería a acelerar a tasas de en torno al 10% anual, que se mantendrían a lo largo de 2023.

En el cuarto trimestre del 2021 la tasa estimada actualmente de crecimiento de los beneficios es de un 21,7%. Sería el cuarto trimestre consecutivo de crecimiento interanual superior al 20%. El 30 de septiembre, se proyectaba un crecimiento de un 20,9%, lo que refleja que en conjunto las previsiones se han mantenido estables a lo largo del trimestre.

Hasta ahora 56 compañías del S&P 500 han revisado a la baja su previsión de ingresos (guidance) y 37 al alza. Representa la primera vez desde el 2T de 2020 en que hay mayores revisiones a la baja que al alza.

De las 20 compañías del S&P 500 que han publicado resultados del 4T21, 15 han superado las previsiones de beneficios y 18 las de ingresos.

A pesar de los mayores anuncios negativos, las estimaciones en el 4T se han revisado ligeramente al alza en los tres últimos meses. La previsión de crecimiento de los beneficios para el S&P 500 en el 4T es actualmente de un 21,7%, frente al 20,9% que se estimaba al inicio del trimestre (30 de septiembre). A nivel sectorial, nueve de los once sectores proyectan crecimiento positivo en el trimestre, liderados por los de Energía, Materiales e Industria.

Continúa la presión al alza de las rentabilidades de los bonos soberanos ante el temor a la elevada inflación que obligue a los bancos centrales, especialmente a la Fed, a acelerar el ritmo de retirada de sus estímulos monetarios. Una encuesta realizada por Reuters sobre la evolución de los datos de inflación en la Zona Euro, plantea una media del 4.6% en el 1T22 y del 3.7% en el 2T22.

Gráfico Yield Bono a 2 años americano desde el 2017.

El Bund (Bono a 10 años alemán) ha llegado a cotizar en positivo por primera vez desde mayo del 2019 a 0,012% esta semana (19 de Enero)

A esos temores a una inflación al alza durante más tiempo del esperado está contribuyendo esta semana el precio del petróleo Brent marcando máximos de 2014 (88 dólares el barril), +30% desde principios de diciembre, aupado por las expectativas de una sólida demanda (menor impacto de Ómicron del inicialmente estimado) y aumento del riesgo geopolítico (ataque con drones a Emiratos Árabes Unidos, el tercer mayor productor de la OPEP, situación de Rusia-Ucrania).

Precio del Brent en máximos desde el 2014 (87,72$).

Como decía al comienzo del email, la tensión entre Rusia y Ucrania se ha incrementado notablemente en las últimas semanas hasta el punto de no poder descartarse una acción militar por parte de Rusia para apoyar a las provincias separatistas del este y asegurar un mejor acceso a Crimea. Los principales analistas descartan una intervención de Estados Unidos o de la OTAN.

De momento el impacto de la incertidumbre geopolítica ha sido muy local (bolsa, mercados de deuda y divisa de Rusia y Ucrania). La capacidad para imponer sanciones a Rusia por parte de Estados Unidos es relativamente limitada (con impacto reducido en algunos inversores en emergentes). El riesgo de un efecto económico más relevante estaría en el gas, no obstante, cabe destacar que en ningún momento durante toda la guerra fría Rusia dejó de atender sus compromisos de suministro de gas con Europa (dependencia mutua).

Para las cinco principales economías de Europa los costes energéticos de las familias del IPC se mantendrán sin cambios según Bloombegr Economics que no esperan una caída en los próximos meses, incluso prevén que en Reino Unido suban un 50%. Este análisis refleja cómo la región está afrontando el conflicto gasista de Rusia.

Según los analistas de Julius Bär la rotación del growth al value, aunque intensa, debería ser breve. Creen que la inflación está tocando máximo y que, como muestran los últimos datos de ventas minoristas, el “boom” de consumo ha pasado ya en Estados Unidos una vez dejan de sentirse los efectos de las fuertes paquetes de estímulo fiscal. A medida que esto ocurre, la presión sobre la Reserva Federal para subir tipos de interés disminuiría y mucho de lo que está poniendo en precio el mercado resultará excesivo. Para que continuase la rotación sería necesario que el tipo de interés a 10 años siguiera subiendo hasta niveles de 2.5%-3% y la estimación de Julius Bär a 12 meses es que se quede en el 2.05%.

Una vez que las economías son capaces de crecer sin necesidad de ayudas extraordinarias (estímulos cuantitativos) es necesario y deseable que se ponga en precio una normalización de las curvas de tipos de interés (subidas de los plazos largos de las curvas de tipos de interés). Dicha normalización ya ha ocurrido en gran medida y, por tanto, la rotación debería perder fuerza. Julius Bär cree que la parte del “value” que más se beneficia de la normalización de las curvas de tipos de interés serán los sectores financieros, pequeñas compañías y por países Italia y Francia. Piensan que las materias primas ya han visto máximos de ciclo y son algo negativos con el sector.

La menor liquidez en el mercado, provocada por la disminución del ritmo de las compras por parte de los Bancos Centrales, siempre iba a traer más volatilidad. 

VALUE (EUROPE) / STOXX 600

MSCI EUROPE GROWTH / MSCI EUROPE VALUE

Muy interesante el informe semanal de flujos de Kepler Chevreux, pese al movimiento de tipos reales sigue entrando dinero en Renta Variable (+20 billones de dólares) especialmente en mercados emergentes (+$6,8 billones, +$5,4bn en CHINA EQUITY ETFs y +1,4bn en Emerging Markets ETFs). Desde Agosto hemos tenido flujos de entrada (compras) en Bolsas emergentes en todas las semanas salvo una (agregado desde Agosto +63 billones de dólares!!). En Europa empieza entra dinero (+$1,7 billones, veremos si es tendencia en las próximas semanas) y en Japón sale dinero (-$280 millones) por quinta semana consecutiva.

Una señal de complacencia en el mercado es que el índice Bull-Bears (Alcistas frente a bajistas) está cerca de mínimos del año. Puede ser uno de los motivos de las correcciones de las Bolsas americanas.

AAII Bulls – Bears

Los fondos cambian tecnología y liquidez por banca y ‘commodities’ según un informe de Bank of America Merrill Lynch.

Los inversores huyen de las tecnológicas y apuestan por carteras de inversión de mucho mayor riesgo. La apuesta de los grandes gestores de fondos en valores tecnológicos está en mínimos desde 2008, según muestra la última encuesta a gestores de fondos, elaborada por Bank of America. 

En el último mes, los grandes inversores han rebajado el nivel de liquidez en cartera. Aunque lo cierto es que el recorte ha sido ligero, y sigue moviéndose en niveles altos, han aprovechado para elevar su exposición a sectores muy cíclicos

La liquidez está yendo hacia las bolsas y, sobre todo, hacia las materias primas. De hecho, la inversión en commodities está en máximos históricos. Y los inversores profesionales no estaban tan sobreponderados en renta variable respecto a renta fija desde febrero de 2011. 

La rotación no es nueva. Y lleva produciéndose desde hace meses, pero en enero se ha intensificado. Por temáticas, los gestores se mueven de todo lo defensivo hacia el riesgo. Según Bank of America, van de las tecnológicas a los bancos. Del crédito a las materias primas. Del growth al value

La razón es sencilla de explicar. La deuda, los mercados emergentes y la tecnología son los activos que se pueden ver más perjudicados por las subidas de tipos. Y la política monetaria es el gran motor de acción de los grandes inversores este mes. 

Los gestores están preparando la cartera para más subidas de tipos en Estados Unidos de las que preveían hace tan solo un mes. Mientras que a finales de 2021, los inversores esperaban dos subidas del precio del dinero durante este año, la última encuesta sugiere, como hemos comentado antes, que ahora esperan que la Reserva Federal mueva los tipos hasta en tres ocasiones durante 2022 (el mayor número desde 2018). Incluso se ha disparado el número de gestores que cree que podrían producirse hasta cuatro alzas de tipos durante este año (ha pasado desde el 3%, hasta el 20%). 

Las previsiones sobre las decisiones de la Fed han rebajado el miedo de los grandes inversores ante el repunte de la inflación. La preocupación persiste, pero ahora, creen que la reacción de la Fed será suficiente. Así, la mitad de los inversores profesionales internaciones cree que el alza de los precios está cerca de su máximo y el IPC, preparado para moderar su alza y comenzar a caer. 

Las perspectivas sobre el crecimiento de la economía global se habían enfriado en los últimos meses, sobre todo en diciembre con la aparición de una nueva variante de coronavirus, Ómicron. 

Pero en solo unas semanas, la confianza sobre una mejora de las economías también ha repuntado. Según la encuesta de Bank of America, la mayoría de los gestores confía en un crecimiento estable para los próximos 12 meses, mientras que ahora tan sólo el 7% ve posible una recesión en este tiempo

Europa sigue siendo la región favorita de los gestores. Y la Bolsa europea, de los inversores. El porcentaje de gestores que cree que el rally de las Bolsas europeas se extenderá hasta el cuarto trimestre del año crece desde el 28% el mes pasado, hasta el 39%.

Dentro de Europa, Alemania se sitúa como el destino preferido para inversores, un 22% de ellos apuesta por este mercado. España es el segundo país más infraponderado, tras Suiza.

Importante esta semana:

Ayer se publicó el dato de inflación de la Eurozona de Diciembre que demostraron que los precios en Europa suben un 5% anual.

Hace poco más de un año, los grandes analistas apostaban por una fuerte recuperación de la economía europea, apuntalada por la liberación del ahorro embalsado durante el confinamiento, la retirada de restricciones a la actividad y las políticas expansivas. Sin embargo, no se contaba con que la puesta en marcha de programas similares de forma simultánea en todo el mundo disparara el apetito por unas materias primas y unos componentes cuya oferta está reaccionando más lentamente, provocando cuellos de botella en la fabricación de todo tipo de productos y la subida de los precios de la luz y de cada vez más, bienes y servicios. Todo ello ha llevado a que la inflación en la eurozona escale hasta el 5% anual en diciembre, comiéndose gran parte del crecimiento económico y poniendo, además, en un brete al Banco Central Europeo (BCE), que se puede ver obligado a cerrar el grifo monetario en un momento que podría ser muy peligroso para los países y empresas más endeudados.

El Índice de Precios de Consumo en la eurozona subió una décima en diciembre, hasta el 5%, tres puntos por encima del objetivo fijado por el Banco Central Europeo (BCE) para la estabilidad de precios y 3,6 puntos más que las previsiones realizadas hace un año por la Comisión Europea. Y estos 3,6 puntos extra suponen un golpe directo al crecimiento del PIB, porque la subida de precios resta cerca de 220.000 millones de euros al consumo en toda la eurozona. Y el impacto puede ser mayor en determinados países donde el incremento de los precios es más elevado, como es el caso de Estonia (12%), Lituania (10,7%), Polonia (8%), Letonia (7,9%), Hungría (7,4%), Rumanía (6,7%), España, Bulgaria o Bélgica (6,6%). Y, aunque la subida de los precios de la energía ha sido determinante en este incremento (con un alza del 25,9%), esta subida de los costes se ha ido filtrando hacia otros productos, como es el caso de los alimentos frescos (que se encarecen un 4,7%) y los bienes industriales (2,9%). Esto hace que las subidas de precios tengan mayores probabilidades de proyectarse en el futuro durante más tiempo, lo que a su vez puede tensar las negociaciones salariales y llevar a efectos inflacionarios de segunda ronda. Y eso, a su vez, pone una presión añadida para que el BCE cierre el grifo de la política monetaria, lo que podría ser letal para los países más endeudados, como es el caso de España, donde la deuda pública supera el 120% del PIB, y, por extensión para las empresas nacionales.

Desde el Banco Central Europeo ayer se publicaron las actas de la reunión de diciembre que no descartaron una inflación más alta durante más tiempo, pero mostraron dudas por un endurecimiento de las condiciones monetarias antes de tiempo. En este sentido, Lagarde justificó una respuesta más pausada que la Fed por la menor recuperación y una inflación sensiblemente más débil que de momento no se está trasladando a salarios

El banco central chino ha movido bajó tipos ayer por segunda vez en enero, mientras que el mercado especula, como he comentado, con cuatro subidas de tipos en Estados Unidos para este año siendo la primera subida en el mes de marzo, inmediatamente después de la eliminación del programa de compras. Debido a la laxitud del banco central chino las bolsas asiáticas ha subido esta semana con fuerza, por la pausa en las recientes ventas de deuda soberana y ante las señales positivas desde China para suavizar las dificultades de liquidez en el sector constructor e inmobiliario del país. En concreto el Banco Popular de China ha anunciado un nuevo recorte de tipos, esta vez el tipo preferente de los préstamos a cinco años que se reduce por primera vez desde abril de 2020.

En Estados Unidos, la tecnología y el sector financiero están penalizando en este comienzo de año a los índices bursátiles americanos. El sector tecnológico sigue reajustando sus valoraciones ante el movimiento de los tipos a largo plazo, algo que aprovechó este martes Microsoft para anunciar un movimiento corporativo importante. Anunció un acuerdo para la compra del estudio Activision Blizzard por 68.700 millones de dólares (aprox. 3,1% de la capitalización bursátil del grupo), en la que se considera como una operación récord dentro del sector tecnológico, superando los 67.000 millones del acuerdo de compra de Dell sobre EMC en 2016. Con la compra de Activision Blizzard,  dueña de franquicias tan conocidas como Candy Crush, World of Warcraft o Call of Duty, Microsoft se convierte en el tercer mayor grupo mundial de videojuegos por ingresos, sólo superada por la china Tencent y la japonesa Sony. Según los términos de la operación, Microsoft pagará 95$/acción, en metálico, que en la práctica supone una prima del 45% con respecto al cierre de la cotización de Activision la semana pasada. Los títulos de Activision habían caído un 30% desde julio, y ayer Microsoft se dejaba un 2,4% al cierre del martes.
  
También a comienzo de la semana tuvimos los resultados de Goldman Sachs (cayó un 7%) que decepcionaron las expectativas del mercado. Por un lado disminuyeron en el 4T21 sus ingresos por comisiones de trading en un 15% con respecto al cuarto trimestre de 2020 y por otro lado, al igual que en JP Morgan, se ha visto un notable aumento de los gastos operacionales ocasionado principalmente por el aumento en los costes laborales.

El CEO de Pfizer predijo que esta será la última ola del virus «con tantas restricciones». El ejecutivo cree que el virus permanecerá durante muchos años, aunque «gracias a las herramientas creadas por la ciencia, esta será la última ola del virus con tantas restricciones». También ha asegurado que la nueva vacuna contra Ómicron estará lista en tres meses, además de calificar de insuficientes dos dosis de la vacuna para contener la nueva variante.

En Europa el martes se publicó el indicador ZEW alemán. El componente de expectativas del Zew alemán experimentó en el mes de Enero un fuerte repunte al alza superando con creces las expectativas del consenso (51,7 vs 32,0 estimado) y alcanzando un máximo desde Julio del 2021. Por economías, en lo que a la zona euro se refiere, la visión futura volvió a mejorar por tercer mes consecutivo, aunque en esta ocasión lo hizo experimentando un fuerte repunte (de 26,8 a 49,4). Este mayor optimismo se refleja la esperanza de los inversores de ver una fuerte recuperación de la actividad una vez pase la ola actual de infecciones por Covid-19, que se espera suceda antes de verano.

Fuente: Dunas Capital.

También en Alemania, el miércoles, se publicó el dato final de inflación de diciembre que confirmó el fuerte repunte del crecimiento de los precios en la parte final del año pasado. En concreto, el dato final no trajo sorpresas al situarse el crecimiento del IPC en el +5,3% interanual, situándose una décima por encima del mes previo y en su mayor ritmo de crecimiento desde el inicio de la década de los 90.

En España la Airef rebajó al 5,1% y al 5,9% su previsión de PIB para 2021 y 2022 frente al 5,5% y 6,3% que estimó a finales de octubre.

En su revisión de la situación de España, Moody’s  menciona que tendrán en cuenta «si las autoridades españolas se muestran incapaces de hacer un uso eficaz y pleno de los fondos europeos», añadiendo presión a la baja en el rating en caso de que esto no fuese así. Otro riesgo para la economía española es la previsión de crecimiento del PIB a medio plazo, que en caso de menguar afectaría negativamente al endeudamiento público. Para mejorar el rating, la agencia hace referencia a la necesidad de un enfoque renovado en las reformas estructurales, especialmente en materia laboral y en pensiones.

El Banco de Japón mantiene su política monetaria ultra expansiva, en línea con lo esperado (tipo repo -0,10% y objetivo TIR 10 años del 0%), ante una inflación aún muy lejana a su objetivo, en clara contraposición a lo que ocurre en EEUU o Eurozona.

En China se publicó esta semana la producción industrial del mes de diciembre, anual, superando lo estimado y alcanzando el +4,3% (+3,7% esperado por el mercado y +3,8% anterior), por lo contrario, las ventas minoristas de este mismo mes en términos anuales, han resultado menores de lo que se esperaba (+1,7% frente al +3,8% estimado y +3,9% anterior). También se han podido conocer el PIB anual 2021 +8,1% (vs +8% esperado) y trimestral 4T21 +1,6% (vs +1,2% esperado), siendo ambos mejores de lo esperado.

Esta semana PwC publicaba un informe que siempre suele publicar a comienzo de año en el que se pone de manifiesto que los CEO mundiales confían en el despegue económico en 2022 pese a Ómicron.

La explosión de contagios provocada por Ómicron, sin precedentes desde el inicio de la pandemia, ha sembrado dudas sobre la actividad a corto plazo, pero no ha logrado truncar el optimismo de los agentes económicos en el medio y largo plazo. Creen que la sexta ola será un bache temporal para la economía y no hará descarrilar la recuperación. Un sentimiento que parecen compartir los primeros espadas de compañías de todo el mundo. El 77% de los CEO mundiales (presidentes y consejeros delegados) prevé “una mejora de la coyuntura internacional en los próximos 12 meses” frente al 15% que teme un empeoramiento, un punto más que en 2021 y 55 por encima de 2020, cuando más de la mitad de los primeros ejecutivos descontaban el desplome de la economía ese año. Así lo reflejan los resultados de la 25 Encuesta Mundial de CEO publicada ayer por PwC, que recoge las opiniones de 4.446 máximos ejecutivos de 89 países, entre ellos España,y que sitúa la confianza de los CEO en la economía mundial en máximos de la última década.

El sondeo, cuya presentación se hacía coincidir tradicionalmente con el Foro Mundial de Davos, cuya celebración en formato presencial se ha pospuesto precisamente por la pandemia, aunque a cambio se han organizado una serie de videoconferencias y debates virtuales, muestra que los primeros ejecutivos españoles figuran entre los más optimistas. El 85% confía en que la marcha de la economía sea más favorable en los próximos doce meses, frente al 77% de la media mundial. Unas expectativas que superan en 4 puntos a las del año pasado y que se alimentan, en buena parte, del esperado efecto balsámico y regenerador de los fondos europeos, aunque los directivos españoles no esconden su inquietud por la opacidad y exceso de burocracia con que se afronta el proceso en España.

Aunque las perspectivas globales han mejorado, la brisa del optimismo no sopla, sin embargo, con la misma intensidad en todos los países. Así, mientras que el optimismo de los CEO de Reino Unido, Francia, España, Italia, Japón o India ha crecido respecto al año pasado, el de países como EEUU, Alemania, China o Brasil se ha desinflado. La causa, según PwC, hay que buscarla en el ciclo económico y en las asimetrías en la fase de recuperación. Esto es, potencias como EEUU y China “fueron las primeras que rebotaron después de la irrupción de la pandemia y ahora están experimentando en mayor medida los efectos del incremento de la inflación, el recalentamiento de sus mercados inmobiliarios, los problemas en las cadenas de suministro y, especialmente, la escasez de trabajadores y de mano de obra”.

Junto a la pandemia, este cóctel envenenado de factores ha sido uno de los principales lastres en el proceso de reactivación de la economía global y, según todos los indicios, aún lo seguirá siendo en los próximos meses. El propio presidente chino, Xi Jinping, citó el lunes desde la virtual Agenda Davos 2022 las disrupciones en las cadenas de suministro, el aumento de precio de las materias primas y lo ajustado del “abastecimiento energético” como los principales riesgos para la recuperación.

Pese a su optimismo en el futuro, los CEO mundiales son claramente conscientes del terreno pantanoso en que se mueve la economía en estos momentos. De hecho, sus respuestas muestran un amplio catálogo de amenazas para sus negocios en los próximos doce meses. Entre ellos sobresalen los ciberriesgos, cuestión en la que 49% de los directivos mundiales se ha mostrado muy preocupado o extremadamente preocupado (en el caso de los CEO españoles, el porcentaje se eleva al 62%), aunque la preocupación es mayor en sectores como el financiero.

La segunda gran inquietud a escala global siguen siendo los riesgos sanitarios, citados por el 48% de los directivos (el 45% de los españoles), y que inquietan especialmente a los directivos de empresas vinculadas al turismo. La tercera es la volatilidad macroeconómica, con el 43%, aunque este factor es la mayor preocupación para los primeros ejecutivos españoles, que la mencionan en el 69% de los casos. Un riesgo que vinculan con las posibles oscilaciones del crecimiento del PIB, de la inflación y del desempleo, temores que se producen en un contexto en el que tanto los avances de crecimiento oficiales como las previsiones de los principales organismos nacionales e internacionales sobre España se han visto ajustadas en varias ocasiones.

A estos desafíos se suman el cambio climático, citado por el 33% de los directivos globales y por el 53% de los españoles; los conflictos geopolíticos, mencionados por el 32% (el 43% de los españoles) y la desigualdad social (18% global versus el 45% de los CEO nacionales).

El gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, insistió ayer en que el actual episodio inflacionista tiene un “componente transitorio” que “se irá diluyendo” a lo largo del año, aunque admitió que en España el IPC todavía se mantendrá en tasas “relativamente elevadas” durante el primer semestre del año, antes de ir reduciéndose a lo largo del ejercicio hasta acabar “incluso por debajo del 2%”. Eso sí, el Banco de España prevé que la tasa media de inflación este año escale hasta el 3,7%, precisamente por esas mayores presiones en la primera mitad del ejercicio. En este escenario de amenaza persistente pero pasajera, Hernández de Cos insistió ayer en la necesidad de un pacto de rentas para evitar una “espiral viciosa” de incremento de márgenes, precios y salarios, que “se retroalimenta” y que generaría pérdidas de competitividad y de empleo. Son los temidos efectos de segunda ronda. No es la primera vez que el gobernador del Banco de España pide repartir la pérdida que supone una inflación disparada, aunque sea temporalmente. Semanas atrás ya propuso un pacto en el que, “por una parte, márgenes empresariales, por otra parte, salarios, y una parte cubierta con déficit público para ayudar a los más vulnerables”, permita afrontar la inflación para que no se acabe generando un problema estructural. De momento, la sangre no ha llegado al río y, como reconoció ayer el propio supervisor, se observa una moderación en los salarios. De hecho, las subidas de sueldo pactadas en convenio hasta diciembre pasado rondaban de media el 1,47%, frente al 6,5% con que cerró el IPC ese mes (6,6% en tasa armonizada y el 3,1% en tasa media anual), mientras que solo el 15,6% de los convenios rubricados contaba con cláusula de garantía salarial. Sin embargo, la presión de los sindicatos para renovar la negociación colectiva y acometer alzas salariales que mitiguen la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores es cada vez mayor. La reforma laboral pactada entre el Gobierno y los agentes sociales, cuyo futura aprobación por el Congreso sigue siendo muy incierta, abre la puerta a esas subidas, ya que otorga primacía a los convenios sectoriales en la negociación de sueldos. Junto a la dinámica márgenes-salarios y cómo ésta puede acabar afectando al IPC, el otro gran riesgo que Hernández de Cos atisba son los precios energéticos, en tanto que buena parte de la actual escalada tiene su origen en las tensiones geopolíticas y en la dependencia de parte de Europa del gas ruso.

MELIÁ HOTELS (Tenemos una exposición en la SICAV del 3,06%):

El fin de semana pasada El Economista publicó una entrevista a Gabriel Escarrer (CEO) en la que destacaron los siguientes puntos:

  • Recuperación ingresos: a pesar del entrono inflacionista, esperan mejorar márgenes en 2022 frente a 2019 (EBITDA 2019 26,6%) aunque no dan fechas concretas ni especifican la mejora. Detrás de ello estaría sobre todo la digitalización de la compañía, con un alto peso de las ventas a través de melia.com que permite no solo reducir la cifra de comisiones, sino que también ayuda a conocer al cliente lo que permite subir la tarifa promedio. El consenso de analistas espera un margen del 27,8% en 2024.
  • Beneficio neto positivo en 2022: Gabriel Escarrer está convencido de que en 2022 Meliá alcanzará beneficio neto positivo, aunque la previsión del consenso sigue siendo de perdidas (-11,5 millones de euros).
  • Venta de activos: esperan realizar una nueva operación similar a la realizada a mediados de 2021 para reducir deuda. La operación rondaría los 200 millones de euros y Meliá se quedaría con una participación minoritaria de la sociedad resultante de la venta (20% del capital). Esperan poder anunciarla en el 2T22.
  • Dividendo: no repartirán dividendos hasta que las ratios de deuda vuelvan a los niveles de 2019 (< 2x DFN/EBITDA excl. IFRS 16).

Visión de mercado en 2022: un contexto de política monetaria cambiante. William Davies, Global CIO  Columbia Threadneedle.

Se espera que la situación de la inflación y la cadena de suministro disminuyan a medida que avance el año. Por su parte la reapertura del comercio presentará oportunidades concretas. La transición de las economías hacia la recuperación tras el inicio de la pandemia conllevará cambios y desafíos. Sin una política monetaria acomodaticia que respalde los precios de los activos en general, los inversores deberán ser más selectivos para encontrar oportunidades de calidad.

  1. El telón de fondo monetario y fiscal cambia

Los tipos de interés han sido históricamente bajos durante más de una década, amortiguados por la avalancha de estímulos monetarios introducidos tras la crisis financiera mundial. En 2022, esperamos que esto cambie. A medida que avanzamos hacia la recuperación económica tras la pandemia de COVID-19, el nuevo año estará marcado por una inversión de la política monetaria: El apoyo a la crisis, el estímulo y el gasto sustituidos por la recuperación, la reparación, la reducción del estímulo fiscal y la vuelta a la «normalidad». El compromiso político será clave, sobre todo en Estados Unidos, a medida que los gobiernos aborden la transición. A medida que se retira el apoyo a los precios de los activos, la gestión activa -descubrir empresas con las características duraderas que les ayudarán a sortear la volatilidad- será esencial para el éxito en 2022.

  • Inflación: No hay tiempo para el pánico

La inflación transitoria está durando más de lo previsto, pero creemos que la inflación se moderará hasta 2022.

Una de las razones por las que creemos que la inflación caerá durante este año son las mejoras en la cadena de suministro. Independientemente de que se crea que el COVID u otros factores estructurales y políticos (en Europa especialmente) son los culpables, muchos de nosotros subestimamos el grado en que la cadena de suministro afectaría al contexto empresarial. Creemos que los vientos en contra de la cadena de suministro seguirán siendo menos dominantes en 2022, pero puede que sea hacia la última mitad del año cuando se sientan los impactos positivos.

  • La calidad saldrá a flote

Hemos visto una buena recuperación de los beneficios este año, un reflejo de la gestión relativamente sólida de los balances por parte de las empresas, con un control más estricto de los costes y una fuerte disciplina en torno a los dividendos y la recompra de acciones. La reapertura del comercio y el repunte duradero de la demanda se han traducido en un aumento de los flujos de caja, que han impulsado la caja de las empresas, dándoles las herramientas para reducir el apalancamiento. Pero teniendo en cuenta esos cuellos de botella en la cadena de suministro y la persistencia de la inflación, será más difícil que las empresas superen las previsiones de la forma en que lo han hecho en 2021. Al menos a corto plazo.

Para las empresas, prevemos que el año 2022 será una vuelta al ciclo de decepción de los beneficios frente a las sorpresas positivas. En ciclos anteriores, cuando la curva de rendimientos se ha aplanado, el impacto en la renta variable ha mostrado que los inversores buscaban empresas de calidad que pudieran sobrevivir a cualquier movimiento de tipos inminente. Durante 2021, hemos visto cómo la curva de rendimiento se empinaba, se aplanaba y volvió a subir a final de año. Y eso ha llevado a un escenario más mixto en términos de lo que está descontando el mercado. No creemos que esto cambie a corto plazo, pero algunas áreas que han tenido un rendimiento superior recientemente podrían sufrir, como las compañías «meme», aquellas que se hacen populares entre los inversores minoristas a través de las plataformas de los medios sociales. Las empresas que nos gustan -negocios de calidad con balances sólidos y ventajas competitivas- tienen más posibilidades de capear la volatilidad.

  • A nivel regional

Muchos inversores se han alejado de China este año a causa de su publicitada represión reglamentaria, junto con un mercado inmobiliario desequilibrado. Reconocemos la preocupación por la regulación, los brotes de COVID, el entorno extremo que afecta a la producción de alimentos y al transporte, y la ralentización del crecimiento. Pero China se recuperó primero del COVID y lo hizo con un marco normativo más estricto que el de otras regiones. Aunque el crecimiento del país es una gran preocupación, aumenta la probabilidad de que las autoridades chinas proporcionen estímulos en 2022. Hay oportunidades en China (y en el resto del universo de los mercados emergentes), pero se requiere un análisis fundamental y un enfoque más de stock picking

En Japón, el Primer Ministro Fumio Kishida no representa un catalizador positivo como lo fue Shinzo Abe. Sin este activo político y la expectativa de un cambio significativo, Japón se ha convertido en una región menos interesante para los inversores, a pesar de las mejoras en las cadenas de suministro que ayudarán a la naturaleza industrial del país. Dicho esto, los inversores de gestión activa no están desprovistos de oportunidades y hay más oportunidades en el mercado japonés de la que se le atribuye, sobre todo en los sectores tecnológico y de servicios. Este último es inusual teniendo en cuenta el COVID, pero hay iniciativas en curso diseñadas para mejorar la productividad que están favorecen a nuevas oportunidades.

En cuanto a Europa, esperamos un fuerte crecimiento, aunque con la posibilidad de que se produzcan retrasos en la cadena de suministro, ya evidentes en la falta de camioneros y la reducción de la mano de obra. Estos factores conducirán probablemente a una inflación más alta de lo previsto. También hay un tema de cambio en la región: Angela Merkel, en Alemania, sigue teniendo una fuerte presencia, pero se ha retirado. Una Alemania dirigida por Olaf Scholz, del Partido Socialista Democrático, junto con los Verdes y el Partido Federal Democrático, podría ver más volatilidad. También habrá elecciones presidenciales en Francia en abril, y las elecciones francesas son notoriamente difíciles de predecir. Estos acontecimientos influirán en el mercado, pero es difícil estimar en qué medida.

  • Un año de cambios 2022

Será un año de cambios. Llevamos un tiempo con un entorno de estímulos fiscales y monetarios. Pero el cambio se avecina, por muy indeseado que sea, y nos enfrentamos a un mundo de recuperación económica en el que los mercados y los inversores deben considerar el impacto de la reducción del estímulo fiscal.


Buen fin de semana.

Comentario de mercado viernes 14 de Enero 2022

Las Bolsas americanas han empezado el año con mal pie, ayer registraron importantes retrocesos tras una serie de declaraciones de funcionarios de la Reserva Federal que afirmaron que la FED combatirá activamente la inflación. La recién estrenada vicepresidenta de la FED Lael Brainard avisó sobre que podrían subir tipos tan pronto como en el mes de marzo para asegurar que las presiones de precios de alta generación económica se controlen. Las posibles subidas de tipos pudieran ser rápidas ya que la economía se sitúa en un ciclo económico mucho más sólido que en anteriores crisis. Algunos analistas son de la opinión que el aumento de los tipos, consecuencia del fuerte crecimiento económico podría impulsar a los inversores hacia las acciones de valor, que tienden a ser más cíclicas y ofrecen flujos de caja a corto plazo.

Positivas noticias en el plano de la pandemia, con el número de contagios reduciéndose en Londres (como ocurrió con Ómicron en el Sur de África), y las declaraciones de varios países (Suiza, España, Reino Unido) de que el Covid podría pasar de una fase pandémica a otra endémica, lo que reduciría el temor sobre una desaceleración del ciclo.

El movimiento más fuerte de esta semana se ha producido en el eurodólar, sin un motivo aparente el dólar se ha devaluado desde el 1,135 de antes de ayer al 1,148 que ha hecho esta mañana

                                             Movimiento euro/dólar últimos 3 días.

La curva del bono americano ya ha incorporado el ajuste inmediato, con la subida de 0,25% en la reunión de marzo altamente descontada, las previsiones del mercado apuntan a que la Fed subirá entre 3 y 4 veces este año, y algunos analistas esperan que la primera subida se produzca este mismo marzo.

Yield del Bono americano a 10 años últimos 12 meses:

De lo que he leído esta mañana sobre las posibles razones del movimiento de la divisa lo más interesante que podría justificarlo es:

– Se ha producido un giro en las inversiones de renta variable hacia la bolsa europea desde la americana, las Bolsa Europea lleva una subida en lo poco que llevamos de año del 2% el FTSE 100, plano el Euro STOXX y +0,89% el IBEX 35 frente a la caída del 5% en el año del Nasdaq y del 2,25% del S&P 500, que hacen que se compren euros para ese fin. Sobre todo, se está viendo en este comienzo de año una rotación de sectores y compañías growth a otras más value, como comenté anteriormente, que podría justificar esa compra de euros.

– Hay rumores de que el Banco Central Europeo pueda mover ficha este mismo año. Es cierto que la curva descuenta una subida de 10 puntos básicos para este año, pero ya lo hacía hace unas semanas, pero lo cierto es que el BCE no es la Fed ni las economías tampoco se parecen. El economista jefe del BCE, esta misma semana reiteraba que una subida de tipos por parte del BCE este año es muy poco probable.

El temor a la inflación y que los bancos centrales aceleren la retirada de estímulos, está provocando una liquidación de las carteras de deuda soberana de los gestores y una subida de las rentabilidades. Esto se complementa además con una oleada de emisiones por parte de entidades financieras, Gobiernos y empresas, que tratan de ampliar sus colchones de liquidez antes de que empeoren las condiciones del mercado.

Los gestores están acelerando la rotación hacia unos bonos que pagan precios ligeramente superiores, un fiel reflejo de que la era de los tipos cero se está acabando.

La semana pasada se publicaron las Actas de la Fed de la reunión de Diciembre en las que se empieza a hablar de reducción de balance (quantitative tightening), que según algunos miembros de la Fed debería empezar a reducirse poco después de la primera subida de tipos (en torno a Marzo-Junio). Esta interpretación de una retirada de estímulos más rápida de lo esperado ha impulsado las rentabilidades de los bonos soberanos de Estados Unidos al alza, como comentaba, con fuerza en lo poco que llevamos de 2022 (TIR 10 años +0,25% hasta 1,76%, en su peor semana desde Febrero del 2021) pero también con traslado a Europa (Alemania +0,13% a -0,04%).

En la Eurozona la inflación alcanzó un récord en diciembre en el 5% interanual.

En Estados Unidos, los datos de empleo de diciembre fueron positivos, con la creación de 0,2 millones de empleos, una tasa de paro que baja al 3,9% y unos salarios que suben un +4,7%.

Estas últimas semanas ha generado mucho interés entre los gestores e inversores la última nota de Ray Dalio, en el que espera que 2022 sea un año de transición, parecido a lo que fueron el 2010-2011 (etapa después de la crisis financiera y previa a la crisis soberana), o el 2002-2003 (etapa post-burbuja .com).

2022: A Year of Transition. 2022 will probably be one of those less volatile transition years that occur between those more volatile years that bracket the short-term (typically eight years, +/- four years) debt and political cycles. 2022 will be the third year after a massive global cyclical stimulation to end a recession and the second year after the big presidential political change from the right to the left in the United States. As a result I expect that most likely 2022 will be one of those transition years that come after the big stimulations and before the big tightenings and recessions—e.g., more like 2010-11 than 2008, or more like 2002-03 than 2000. With the economy more than back to having capacity constraints and experiencing inflation, there will be a lessening of the extraordinary easing and some tightening but probably not enough to kick things over. Typically in this phase of the cycle equities and other asset prices rise at the same time as interest rates rise. Also, typically in this phase of the cycle economic and market volatility is lower than in those exciting years that mark the major tops and bottoms of the short-term (eight years, +/- four years) economic and market cycles”.

https://www.linkedin.com/pulse/2022-year-transition-ray-dalio/?published=t

Importante esta semana:

En Estados Unidos el miércoles se publicó el dato de inflación de Diciembre. La inflación general de diciembre se aceleró en línea con lo esperado alcanzando los máximos desde 1982 con la general en el 7,0% y la subyacente en el 5,5% (por encima de lo esperado). En este sentido el miembro de la Fed Mester defendió una Reserva Federal ágil que reduzca el balance tan rápido como sea posible mientras que Daly (Fed de S. Francisco) se mostró a favor de empezar a subir en Marzo del 2022 y Harker (Fed de Filadelfia – no vota) y Bullard, en la misma dirección, respaldarían más de 3 subidas en 2022 (en línea con el mercado) y una reducción de balance más rápida que en 2018. El libro Beige de la Fed advirtió sobre un avance sólido de los precios y un impacto negativo sobre la actividad por los problemas adicionales en el mercado laboral a causa de los contagios por la variante Ómicron.

En el dato de inflación de Diciembre de Estados Unidos los precios de los vehículos usados siguieron subiendo, como lleva ocurriendo desde Octubre, con cierta fuerza (+3,50% mensual), mientras que el de los vehículos nuevos subieron de forma más moderada (+1,0%). Por otro lado, partidas más asociadas a la reapertura de la economía mostraron un crecimiento relevante, como es el caso de los servicios que crecieron un 0,3% mensual (4% interanual). Especialmente destacables fueron las presiones inflacionistas que se observan desde componentes de carácter estructural y con un peso muy relevante en la cesta del IPC como son los alquileres.

En la Eurozona las actas del BCE marcaron una recuperación que continúa por el buen camino, pero con problemas constantes por la cadena de suministros, el aumento de los precios y la variante Ómicron.

Esta semana las declaraciones de los miembros del Banco Central Europeo fueron más conciliadoras, con Lane señalando que espera que la inflación se modere a lo largo de este año y se sitúe por debajo del 2.0% para el 2023 y el 2024. Adicionalmente, planteó que no observa desarrollos en la actualidad que le hagan pensar que los precios se situarán por encima del objetivo de la Autoridad en el medio plazo. En este sentido, Lagarde compareció el martes en el Bundestag (Alemania) en la misma línea.

El Banco Mundial alerta de una “ralentización pronunciada” y revisa a la baja sus perspectivas de crecimiento Global al +4,1% para 2022 y +3,2% para 2023 frente al +5,5% en 2021. El Banco Mundial comenta que “tras una fuerte recuperación en 2021, la economía global está entrando en una desaceleración pronunciada en medio de amenazas como las variantes del COVID y una subida de la inflación, la deuda y las desigualdades en ingresos que pueden poner en peligro la recuperación en las economías en desarrollo”.

En el ámbito empresarial JP Morgan, Wells Fargo y Citi presentan hoy resultados del 4T21 y del año completo. El próximo martes lo hará Goldman Sachs, mientras que Morgan Stanley y Bank of America esperarán hasta el miércoles. Los analistas creen que los grandes bancos de Wall Street darán muestra de su fortaleza presentando unos beneficios anuales históricos, según estimaciones de Bloomberg y Refinitiv.

Más modestos serán los resultados del último trimestre que, según las previsiones de FactSet, podrían alcanzar en conjunto los 31.200 millones de dólares, es decir, un 2,4% menos que en el mismo periodo del ejercicio anterior.

En el cómputo anual, las estadísticas son mucho más optimistas. Por ejemplo, según las previsiones de los analistas, se espera que los beneficios netos de JPMorgan y Bank of America registren un incremento cercano al 60% en 2021. En el caso de Citi se calcula que podría llegar a ser casi el doble que en 2020, superando los 21.000 millones de dólares.

Esta mejora récord en la actividad de los grandes bancos de Wall Street se debe a dos factores. Por un lado, que el segmento de créditos a los hogares se ha comportado mejor de lo esperado. Los datos de la Reserva Federal recopilados por Bloomberg muestran que el volumen de préstamos de los 25 mayores bancos fue un 3,5% más alto a finales de diciembre que un año antes.

Generalmente, la evolución de los créditos es una variable clave para los inversores, ya que un descenso en la demanda es una mala señal para el negocio bancario. Sin embargo, las entidades estadounidenses han logrado desempeñar un buen papel pese a la debilidad en el mercado de los préstamos gracias a la buena evolución de otras líneas de negocio, sobre todo de la división de banca de inversión, aunque también destaca el área de operaciones bursátiles, que también muestra signos de mejora.

El mercado de fusiones y adquisiciones estuvo especialmente activo el pasado ejercicio, lo que se ha traducido en unos buenos números para los resultados de los bancos en 2021. Según Bloomberg, los ingresos de esta división podrían llegar a mostrar una mejora del 15% en el cuarto trimestre, hasta alcanzar en conjunto 31.000 millones de dólares entre octubre y diciembre, según cálculos de Dealogic. En términos de cuota de mercado, el liderazgo en este caso es para Goldman, seguido de JPMorgan y Morgan Stanley.

En cuanto a la actividad de los grandes bancos como intermediarios en los mercados bursátiles, Bloomberg pronostica una caída del 5%, pero los analistas ya hablan de una “vuelta progresiva a la normalidad” en la división de trading, una de las que más impacto tienen en la cuenta de resultados. En el caso de Goldman, por ejemplo, Factset prevé que aporte alrededor de 4.200 millones de dólares en beneficios sólo durante el último trimestre del año, lo que supondría una mejora del 20% respecto al mismo periodo de 2020, aunque todavía estaría un 45% por debajo de lo registrado entre enero y marzo de 2021.

Para 2022, todos los focos están puestos en la evolución de la inflación –en récord histórico del 7%– y en la respuesta de la Reserva Federal, que ha acelerado la retirada de estímulos en el primer trimestre para previsiblemente subir los tipos en marzo.

En Estados Unidos el Beneficio por Acción esperado para el 4T21 se ha revisado al alza un +0,9% desde el final de la presentación de resultados del trimestre anterior (todavía por encima de la media histórica pero más moderado que en las dos campañas anteriores) hasta un crecimiento de +22,3% (vs +40,1% del 3T21) impulsado por los sectores cíclicos, sobre todo. La previsión de ingresos para el 4T21 fue más negativa que positiva (60% negativo) por primera vez desde 2T20. Con todo los analistas esperan que las sorpresas positivas en resultados continúen moderándose por debajo del 82,7% del 3T21 (vs 78,3% media histórica), y donde pesarán cada vez más los problemas de suministros. El soporte a las bolsas será positivo pero más moderado que en los últimos trimestres.

En Europa, (Euro STOXX) el consenso espera un crecimiento del BPA 4T21 del +28,5% vs +50,1% en 3T21 tras revisarse un -2,0% desde el final del trimestre anterior (por el mayor impacto por distorsiones en las cadenas de suministro que en Estados Unidos). Con todo los analistas esperan un ratio de sorpresas positivas por debajo del 61,9% anterior y más cerca de su media de los últimos 5 años de 58,4%. En cuanto a márgenes en el Euro STOXX se espera impacto negativo todavía marginal por la inflación de costes en 4T21 y transitoriamente algo más severo para 1S22 (hasta que las empresas terminen de trasladar el incremento de costes a precios) frente a la estimación de consenso de analistas que apunta a niveles estables hasta 2023. En el Ibex 35 el BPA esperado por el consenso de analistas para el 2021 y el 2022 apunta a crecimientos del +174,1% y -6,4% respectivamente (sin revisiones considerables en el último mes).

MERLIN PROPERTIES (Tenemos una exposición 2,97%):

Sector Inmobiliario. El precio de la vivienda subirá más de un +5% en 2022 y las ventas superarán el nivel pre Covid.

La prensa económica española se hizo eco esta semana de las previsiones sobre el sector inmobiliario español, concretamente sobre la vivienda, mercado en el cual se augura una nueva subida de precios superior al +5% tras el +4,2% que habría registrado en 2021. La subida de precios vendría acompañada por una recuperación de las ventas hasta niveles previos a la pandemia (incremento estimado de entorno al 10% de acuerdo con información del diario Expansión).

Además de la escasez de producto, especialmente obra nueva y producto en buen estado en zonas con elevada demanda, se unen otros factores como la demanda embalsada y ahorro acumulado durante los meses de pandemia y el cambio de percepción y prioridades en cuanto a la vivienda principal por parte de la población.

También en el mercado del alquiler los expertos anticipan unas subidas de precios superiores al 5%, debido en gran medida al efecto de la actualización de rentas por la subida del IPC. Noticia positiva para el sector inmobiliario español, que anticipa un buen año tanto a nivel patrimonial como promotor, especialmente ante una coyuntura con una marcada inflación.

MELIÁ HOTELS (Tenemos una exposición en la SICAV del 3,06%):

Exceltur ha anunciado esta semana sus previsiones para el 2022:

1-. Exceltur prevé que la actividad en el sector turístico español cierre en 2022 tan sólo un 13% por debajo del nivel pre Covid-19.

2-. La aportación del sector a la economía española alcanzaría 135,5 millones de euros, un 10,5% del PIB 2022.

3-. Esta previsión implica un crecimiento de +53% frente al 2021 y Exceltur prevé que Ómicron deje de tener impacto a partir de abril.

4-. La actividad del sector cayó en 2020 hasta un 34% del nivel de 2019 y habría recuperado hasta el 57% en 2021.


La economía ante 2022: riesgos y oportunidades. Federico Steinberg y José Pablo Martínez. Real Instituto Elcano

El año 2022 debería consolidar la recuperación económica global y asegurar que los países más rezagados en el crecimiento durante 2021, como España, alcancen el nivel de producción prepandemia. Pero más allá de este tono de optimismo, que comparten prácticamente todas las instituciones económicas internacionales, existen elementos económicos y geopolíticos que podrían reducir significativamente el dinamismo y obligan a mantener la cautela. El principal sigue siendo la aparición de nuevas variantes del Covid-19 que lleven a mayores restricciones. Pero también destacan la elevada inflación, posibles subidas anticipadas de tipos de interés, la erosión de la cooperación internacional y la reaparición de las guerras comerciales o las tensiones en Ucrania y Taiwán, cuyo trasfondo es la redefinición de las relaciones internacionales y un marco de creciente antagonismo entre Occidente, por un lado, y China y Rusia, por otro.

Tras un 2021 en el que las vacunas contra el virus permitieron a la economía mundial en su conjunto superar los niveles de actividad previos a la pandemia, el escenario base de las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI) es que en 2022 se consolide esta trayectoria de recuperación y la economía global crezca en el entorno del 5%. No obstante, hasta el momento, dicha recuperación está teniendo un notable carácter asimétrico, con los países que han avanzado más rápido en la vacunación y que han podido sostener políticas monetaria y fiscales más expansivas (los avanzados en general, y en especial Estados Unidos, pero también China y otras economías asiáticas) destacando sobre las demás.

Esperando el rebote

En España, después de un 2021 en el que el efecto rebote fue menor de lo esperado y el PIB avanzó alrededor del 5%, de cara a 2022 se espera una expansión mayor, apoyada por una progresiva normalización del turismo internacional, el ahorro embalsado todavía no gastado (parte del cual se está dirigiendo a un sector inmobiliario al alza), y la llegada de cuantiosos fondos europeos; lo que debería impulsar el PIB por encima del registrado en 2019 (el empleo y la afiliación, afortunadamente, ya han superado los niveles prepandemia).

En este contexto, cabe subrayar la importancia del arsenal de medidas fiscales y monetarias puestas en práctica desde el inicio de la pandemia por la mayoría de los países, que han evitado la aparición de profundas cicatrices en el sistema productivo susceptibles de erosionar su potencial de crecimiento a costa, eso sí, de un incremento en sus ratios de deuda pública de entre 15 y 30 puntos sobre el PIB y de importantes aumentos de la desigualdad, sobre todo en España. En esta línea, a lo largo de los próximos años la Unión Europea (cuyos primeros ajustes fiscales no se producirán antes de 2023) y Estados Unidos, darán continuidad a esta política expansiva a través del plan de recuperación Next Generation EUdestinado a la transición hacia un modelo productivo más sostenible y digital, y del programa Build Back Betterque servirá sobre todo para modernizar las anquilosadas infraestructuras norteamericanos.

En todo caso, conviene recordar que la volatilidad seguirá siendo muy elevada. Habrá que tomarse las predicciones macroeconómicas con mucha cautela y también es probable que veamos revisiones del crecimiento al alza y a la baja, así como fuertes caídas y rebotes de las bolsas, según vayan apareciendo noticias sobre la evolución de la pandemia.

En el apartado de riesgos, y asumiendo que el Covid-19 se convertirá en endémica y que tendremos que seguir vacunándonos durante mucho tiempo, la clave estará en ser capaces de acelerar la vacunación, sobre todo en los países pobres y en desarrollo, para lograr que no aparezcan variantes todavía más letales y contagiosas que delta y ómicron que nos lleven a confinamientos y restricciones a la actividad económica. Convivir con el virus será, por tanto, el principal reto.

En el campo macroeconómico, y en un contexto de mantenimiento del tono expansivo de la política económica, la principal amenaza es la consolidación de la actual tendencia inflacionista, iniciada a mediados de 2021 fruto de la combinación de un auge en la demanda de bienes con un lento reinicio de la actividad productiva, que ha mostrado importantes limitaciones de oferta, así como cuellos de botella en las cadenas de suministro globales.

La evolución de precios

Así, aunque este desacople entre oferta y demanda mundial junto al resto de dificultades logísticas parece que tendrán una naturaleza transitoria, y que, por tanto, la inflación no debería volverse permanente, existen factores que sugieren que el alza de los precios se extenderá a lo largo de 2022, en particular los de la energía.

Entre ellos destaca una infraestimación del colapso de los puertos marítimos, el déficit crónico de transportistas, la posibilidad de que el aumento en la compra de productos tecnológicos se deba a un cambio permanente en el patrón de consumo en busca de una mayor digitalización del hogar, así como una falta de inversión del sector energético con capacidad para restringir la oferta e incrementar los precios, fenómeno que en Europa podría agravarse en caso de nuevos incidentes en el abastecimiento de gas procedente de Rusia y Argelia.

Un escenario de esta naturaleza, retroalimentado a su vez por un apreciable aumento de los salarios y de las expectativas inflacionistas de hogares y empresas, abocaría a los bancos centrales a retirar los estímulos monetarios y a subir los tipos de interés con mayor prontitud e intensidad de lo previsto, con el consiguiente tensionamiento en la sostenibilidad del endeudamiento tanto público como privado, especialmente en los países emergentes (y con un importante foco de riesgo en China, cuyo sector inmobiliario está claramente sobredimensionado y de Turquía, que ya está experimentando una importante depreciación de su moneda).

Esto sucedería antes en Estados Unidos que en la zona euro, y podría abocar a algunas economías en desarrollo a revivir el escenario de principios de los años 80 del siglo pasado, cuando la contracción monetaria norteamericana y los problemas de deuda llevaron a la década perdida de América Latina.

Pasando a los riesgos geopolíticos, hay que subrayar las posibilidades de reactivación de la guerra comercial y el proteccionismo en un contexto de tenue desglobalización por la revisión de las vulnerabilidades estratégicas vinculadas a la dependencia de productos clave de China, a la acelerada erosión de las instituciones de cooperación internacional, en particular la parálisis de la Organización Mundial del Comercio (OMC), y al apetito por utilizar la política comercial para lograr objetivos medioambientales o políticos, lo que hará de 2022 el año del inicio de los aranceles verdes liderados por la Unión Europea.

Conflicto EEUU-China

En este sentido, no es descartable un resurgir de la guerra comercial entre China y Estados Unidos, habida cuenta de que los compromisos alcanzados en diciembre de 2019 no se están cumpliendo. Pero también hay que subrayar que podría haber nuevos acuerdos comerciales preferenciales, sobre todo en Asia, y que los datos muestran que no se ha producido la intensa desglobalización que algunos vaticinaban al principio de la pandemia.

Y eso nos lleva a que las tensiones entre grandes potencias y a los riesgos asociados a los procesos electorales y las dinámicas políticas internas de algunos países clave. Se habla abiertamente de una posible invasión rusa de Ucrania o de un enfrentamiento militar en Taiwán como consecuencia del avance chino y la respuesta estadounidense (también de problemas en países del norte de África que tocan mucho más cerca a España).

Aunque ninguna de las dos tendría por qué producirse, ambas tendrían un importante impacto económico, además de tensar enormemente la relación transatlántica y entre los socios europeos, así como la rivalidad entre occidente, por una parte y China y Rusia (que se sienten cada vez más cerca), por otra. Conflictos de este calado, además, harían muy difícil avanzar en temas clave que requieren la cooperación internacional, sobre todo la lucha contra el cambio climático, la aceleración de la vacunación o las nuevas líneas maestras de la gobernanza de la globalización, en particular en temas de fiscalidad, finanzas y normas para la economía digital.

Por último, y de especial importancia para España, en Europa hay citas electorales destacadas, así como tensiones entre europeístas y euro-críticos nacionalistas de extrema derecha, que podrían dificultad el necesario (y vital para España) proceso de integración fiscal y política comunitario.

Calendario electoral

Habrá que estar atentos a las elecciones presidenciales francesas, en las que Emmanuel Macron debería volver a ganar; al posible paso de Mario Draghi de primer ministro a presidente en Italia, que podría desencadenar elecciones anticipadas que dieran la victoria a la extrema derecha; a los problemas en la implementación del acuerdo del Brexit o los retos al estado de derecho y la integración que plantean de forma cada vez más clara en países como Polonia o Hungría.

En definitiva, 2022 debería de ser el año de consolidación del crecimiento económico y paso de la pandemia a la endemia, con la subsiguiente necesidad de aprender a convivir con el virus. Será también el año en el que seguramente sabremos si la inflación se convierte en permanente (a partir del verano debería comenzar a reducirse, aunque aún no sabemos si habrá efectos de segunda vuelta y cómo reaccionaran los bancos centrales).

También será, probablemente, el último año de la expansión fiscal en Europa. En 2023 se reactivarán las reglas fiscales, probablemente reformadas para evitar una vuelta a una austeridad que en estos momentos podría ser letal para la estabilidad política.

Pero también será un año en el que, lamentablemente, veremos consolidarse un antagonismo en las relaciones internacionales cada vez más claro.

Aunque Rusia no invada Ucrania ni China Taiwán, se irá imponiendo con cada vez más fuerza el uso de las amenazas y la retórica de la confrontación entre grandes potencias, que nos retrotrae a los peligrosos años de la Guerra Fría.

Y nuestro problema es que aún no sabemos si la Unión Europea podrá convertirse en una gran potencia.


2022: disrupciones tecnológicas y amenazas empresariales. Ignacio de la Torre. Economista jefe de Arcano Partners, profesor en IE Business School.

A fecha de hoy, Tesla capitaliza más que las diez mayores empresas de coches cotizadas del mundo, que incluye a gigantes como General Motors, Nissan o Volskwagen. Aunque muchos criticaron a Elon Musk y su proyecto empresarial, el mercado le está dando la razón. Lo que subyace no es una guerra por un mercado, sino una forma disruptiva de entender los negocios. Posiblemente unas cuantas empresas de coches no sobrevivirán a dicha disrupción, al igual que empresas y sectores que en su momento eran líderes acabaron cayendo como consecuencia de su lentitud en entender la magnitud de una disrupción. Como ejemplo, el sector de ferrocarriles representaba más de la mitad de la capitalización bursátil en EEUU y en Reino Unido. Hoy su peso es insignificante. Algo parecido ocurre con el sector de televisión, amenazado por el auge de plataformas como Netflix o HBO.

Se ha denominado al Covid como una “explosión cámbrica” que ha acelerado la disrupción digital muchos años, algo que puede a su vez acelerar el triunfo y la muerte de empresas y sectores. Baste como ejemplo que prácticamente un nivel muy reducido de las acciones cotizadas (sobre todo las tecnológicas) han generado la casi totalidad de los retornos de la Bolsa norteamericana (a su vez la que mejor se ha comportado) en los últimos años.

¿Qué disrupciones podemos vislumbrar para este año entrante?

Primero: la revolución de la movilidad. No hablamos sólo de que el número de coches eléctricos se multiplicará por trece esta década. Hablamos también del impacto que los vehículos autónomos generarán en importantes sectores. La inteligencia artificial facilita que los camiones autónomos, que ya circulan en Nevada, puedan ser una solución a la escasez de mano de obra que se observa en varias economías, pero también una importante amenaza a una profesión numerosa. Conducir por ciudades con coches autónomos es más difícil para un robot, pero en Yokohama ya circulan taxis sin conductor de Nissan.

Segundo: la aceleración de la robótica. Si nos encontramos ante la llamada “gran dimisión”, mostrando un mercado laboral en la OCDE muy tensionado, las empresas reaccionan aumentando el volumen de robots. A medida que los sueldos de los trabajadores suben, los de los robots bajan. Las ventas de robots se han disparado desde la pandemia (presentan otra ventaja, no se infectan). Existe ya evidencia que muestra cómo una mayor penetración de robots puede explicar mayores incrementos de productividad. Con todo, este proceso puede generar importantes cicatrices sociales que hay que prever.

Tercero: la priorización de la ciberseguridad. Las empresas mundiales pierden seis billones (españoles) de dólares por ciberataques al año. A medida que las empresas aceleran su digitalización espoleadas por el Covid y facilitan el teletrabajo y el trabajo híbrido, también aumentan sus vulnerabilidades. Una estrategia de ciberseguridad impulsada desde el consejo de administración es una prioridad clave para afrontar esta amenaza, máxime si la evolución de la tecnología de la empresa no va a la misma velocidad que la madurez de su ciberseguridad.

Cuarto: la irrupción del metaverso. Con 4.500 millones de personas conectadas a redes sociales de un total de 7.700 millones de habitantes en la tierra, la posibilidad de que creemos avatares de nosotros mismos, denominados “gemelos digitales” para interaccionar en el metaverso genera múltiples ángulos. Los avatares podrán utilizar la realidad aumentada o virtual para, por ejemplo, visitar el Coliseo de Roma tal como está ahora, o bien para visitar una reconstrucción virtual del edificio en su apogeo. Podrán además socializar con otros avatares, incluso con aquellos de personas que hayan fallecido, pero que mantengan su avatar con sus características en el metaverso. Nike y Adidas ya han anunciado que venderán sus productos digitales en el metaverso (para calzar a nuestros gemelos), desarrollando un comercio electrónico ad hoc. Si las transacciones en el metaverso se generalizan en la criptodivisa ethereum, habrá que analizar el impacto en las divisas tradicionales, e incluso en la divisa de reserva. Además, surgirán industrias asociadas tanto a los datos como a la publicidad que generará el metaverso.

Quinto: el triunfo del comercio electrónico. El Covid ha adelantado una tendencia imparable de adopción del comercio electrónico unos cinco o diez años, tal como ocurrió en China durante la pandemia del SARS. Una vez que el usuario ha probado el comercio electrónico por primera vez es muy posible que repita. Amazon genera ya un volumen muy relevante de los envíos postales de EEUU y, por cierto, vende ya más productos de terceros que propios. Además, empresas como la canadiense Shopify han construido plataformas rivales a la de Amazon con más de 120.000 millones de dólares de ventas en cuestión de una década. Las implicaciones en la logística de última milla son evidentes.

Como señala el libro Where is my flying car?, Maquiavelo, en El Príncipe, escribió que a los innovadores se les oponen aquellos “a los que les ha ido bien bajo las antiguas condiciones”. Se ha señalado cómo este proceso también afecta a la producción de conocimiento científico e incluso en el mundo empresarial. El sistema a corto plazo es alérgico al cambio y recompensa a los incumbentes contra las ideas “no Tolemaicas”: la tierra es el centro del Universo. Se descubrió la electricidad en el año 1881, pero las fábricas no cambiaron radicalmente procesos hasta la década de 1920.

Pero la historia de la economía y de las empresas es categórica: la innovación y la verdad siempre vencen frente a la resistencia al cambio y a las viejas creencias. Por eso, Tesla vale más que las diez compañías más grandes de coches juntas.


Los cuatro grandes interrogantes del mercado para el año que empieza. George Steer/Chris Flood. Financial Times.

Las cifras rozan lo incomprensible. Desde que comenzó la pandemia, los bancos centrales han inyectado 32 billones de dólares en los mercados de todo el mundo, lo que, según Bank of America, equivale a comprar 800 millones de dólares de activos financieros cada hora de los últimos 20 meses. La capitalización del mercado mundial de acciones se ha disparado en 60 billones de dólares.

Sin embargo, la inflación ha aumentado y, en su intento por contener los precios, la Reserva Federal de EEUU anunció el mes pasado que sus compras de activos llegarán a su fin en marzo, y que seguramente habrá tres subidas de los tipos de interés el próximo año.

En este contexto, estas son las grandes preguntas que se hacen los bancos y los inversores para 2022.

Inflación: ¿será transitoria?

En 2021 los bancos centrales han dado un giro de 180 grados con respecto a la inflación en 2021, pasando de asegurar que sería un reflejo “transitorio” del repunte posterior a los confinamientos a reconocer que se prolongará durante más tiempo. En noviembre, los precios en EEUU subieron al ritmo más rápido desde 1982, los precios en la zona euro aumentaron un 4,9%, un récord, y las cifras en Reino Unido registraron el máximo de los últimos 10 años.

Sin embargo, muchos bancos e inversores esperan un retroceso.

Según Morgan Stanley, aunque es probable que los precios sigan siendo elevados el año que viene, el ritmo de aumento alcanzará su máximo a principios de 2022, a medida que los precios del petróleo retrocedan y se solucionen los problemas de la cadena de suministro.

Columbia Threadneedle también cree que las “mejoras en la cadena de suministro harán que la inflación acabe cediendo” en 2022. Esto plantea la alarmante perspectiva de que la Reserva Federal de EEUU empiece a subir los tipos justo cuando la inflación retrocede.

Pero BlackRock, la mayor gestora de activos del mundo, cree que la inflación más alta se mantendrá “durante los próximos años”.

Goldman Sachs prevé que los precios al consumo de EEUU se mantengan por encima del 4% hasta el próximo año.

Los bancos centrales han empezado a cerrar el grifo, o a anunciar que lo harán el próximo año y los inversores están nerviosos por si acaban yendo demasiado lejos.

David Folkerts-Landau, economista jefe de Deutsche Bank, afirma que si la inflación no se modera, los bancos centrales adoptarán una “política monetaria más agresiva, lo que provocará una reacción muy negativa en los mercados financieros y, muy probablemente, una recesión económica significativa”.

UBS cree que un error en la política de los bancos centrales sería uno de los “principales riesgos para los inversores y la economía mundial en 2022”. Bank of America añade que los mercados “están pasando de un periodo en el que los bancos centrales han intentado ser predecibles y suprimir la volatilidad a otro en el que serán una fuente de sorpresas”.

¿Subirán las bolsas en EEUU?

“Los clientes nos dicen que el boom del mercado, los beneficios y la liquidez han tocado techo, los bancos centrales van a endurecer sus políticas, y que es hora de recoger parte de los beneficios”, explica Mislav Matejka, jefe de estrategia de renta variable global y europea de JPMorgan. “No estamos de acuerdo con eso”.

Goldman Sachs prevé que el S&P 500 suba un 9% más a finales de 2022.

Sin embargo, a algunos les preocupa que las ganancias de la renta variable, especialmente en los sectores que más subidas han registrado, no sean sostenibles.

Morgan Stanley apunta a una caída el S&P del 5%. Bank of America, por su parte, pronostica que la desaceleración económica y la subida de los tipos de interés provocarán una caída del 3% del principal indicador de renta variable de EEUU.

¿Cuáles son las perspectivas para Europa?

En opinión de Frederik Ducrozet, analista senior de Pictet Wealth Management, el BCE se enfrenta a un entorno “difícil y volátil” en relación a los precios de cara al próximo año. “El panorama general no es sólo de una inflación elevada, sino también de una volatilidad de la inflación persistentemente alta”, añade.

La semana pasada, el BCE se comprometió a reducir su programa de compra de deuda desplegado durante la pandemia en respuesta a la subida de los precios, al tiempo que reiteró que las subidas de tipos tendrán que esperar hasta 2023.

Según datos recopilados por Bloomberg, todo apunta a que el índice Stoxx 600 subirá un 6%, ya que el crecimiento económico se mantiene y los rendimientos de los bonos siguen siendo bajos. Sin embargo, Bank of America espera que estas tendencias se inviertan en 2022, y que el Stoxx caiga un 10%.

Ben Ritchie, director de renta variable europea de Abrdn, la gestora de activos con sede en Edimburgo, afirma que los inversores deberían centrarse en empresas con posiciones competitivas sólidas.

Aunque los múltiplos de valoración de la renta variable europea suponen un desafío, Ritchie afirma que los sectores sanitario, de bienes de consumo y financiero ofrecen “muchas oportunidades”.

Sin embargo, Pimco predice que la renta variable europea tendrá “más dificultades” debido a la combinación de una composición sectorial desfavorable, los elevados precios de la energía y la creciente inquietud en torno a las perspectivas de Covid-19.

Jordan Rochester, analista de divisas de Nomura, cree que el repunte de los precios de la energía, los alimentos y los servicios harán que la tasa de inflación en Europa siga siendo demasiado alta el próximo año.

Recuerda que el precio del gas en Europa ha subido un 573% este año, lo que refleja la preocupación de que Alemania pueda quedarse sin suministros durante el invierno. El aumento del coste del gas está haciendo subir los precios de los fertilizantes, que están directamente relacionados con el precio de los alimentos. Según Rochester, es probable que los consumidores reaccionen ante esta situación exigiendo aumentos salariales.

Hay que estar atentos a las elecciones presidenciales francesas de abril.

¿Qué pasará en China y los emergentes?

“Los mercados emergentes han tenido un año terrible y va a haber muchas más malas noticias, en parte porque la política [de China] de cero Covid va a ser difícil de mantener, especialmente con Omicron”, afirma Chris Jeffery, gestor de multiactivos y responsable de tipos e inflación de LGIM.

El índice de renta variable CSI 300 de China ha caído un 3% este año después de que las autoridades de Pekín impusieran nuevas restricciones a las empresas de los sectores tecnológico, educativo e inmobiliario.

Por su parte, Claudia Calich, responsable de deuda de mercados emergentes en M&G Investments, afirma que los problemas del sector inmobiliario chino sirven para recordar los peligros y la fragilidad que pueden acechar a los mercados de deudas corporativa de Asia, hasta hace poco un área de creciente interés para los inversores internacionales.

Calich añadió que los inversores deberían prepararse para “importantes riesgos a la baja” en los mercados emergentes si la gravedad del virus resulta ser peor de lo previsto, especialmente entre los numerosos países que todavía no tienen a su población vacunada.


Un horizonte económico complejo. Jose MaríaRotellar.

El horizonte económico se está volviendo cada vez más sombrío y la ansiada recuperación, desgraciadamente, se tambalea. El crecimiento del PIB se ralentiza y presenta signos de estancamiento. Se apaga el consumo de los hogares mientras la industria no remonta y el sector servicios languidece, especialmente tras unas Navidades en las que la actividad turística y hostelera no ha funcionado como debería debido a las nuevas restricciones aplicadas en muchas regiones y al miedo por la propagación de la nueva variante del virus procedente de Sudáfrica, llamada Ómicron.

Los resultados de la actividad económica medidos hasta ahora, tanto en tasa intertrimestral como interanual, muestran, claramente, que la actividad económica ha perdido empuje. En el IV trimestre, la ralentización habrá sido mayor, porque, como digo, el mes de diciembre ha supuesto un freno claro en el turismo y la hostelería, siendo un mes especialmente fuerte, por las comidas y cenas navideñas, en esta última actividad, que se han visto canceladas en un altísimo porcentaje debido al aumento de contagios. Debería haberse explicado que la nueva variante contagia más, pero que es mucho menos agresiva en términos generales, y que la vacuna marca una diferencia notable entre quienes se contagian, tal y como se puede observar en los datos desagregados semanales que ofrece el Ministerio de Sanidad. Sin embargo, ha vuelto a propagarse el alarmismo en la sociedad. Hasta que no se afronte esta enfermedad como cualquier otra, que, gracias a la ciencia, es como ya hay que abordarla, el crecimiento económico y el empleo seguirán instalados en una montaña rusa.

Como segundo factor negativo, el coste energético no cesa en su escalada y, día tras día, se encarece la factura de la energía. El motivo principal de dicho incremento del coste de la energía se debe a una política energética equivocada, donde se abandonan algunas fuentes de energía sin tener un sustitutivo que haga viable el suministro, especialmente en un mercado con demanda creciente. Debe apostarse por la energía nuclear sin dudarlo; en este sentido, la Comisión Europea ha dado un paso esperanzador al incluir en un borrador una propuesta para considerar a la energía nuclear y el gas como energías verdes. Alemania, desde su sentimiento antinuclear irracional, se opone, pero cuenta con Francia enfrente, que tiene muy claro que la energía es un elemento estratégico nacional y que incrementará su capacidad nuclear. España, de manera absurda, pues podría ser una potencia generadora de energía nuclear, no ha tardado ni veinticuatro horas en criticar la propuesta de la Comisión Europea, poniendo la soga al cuello de nuestra economía, pues, sin energía nuclear, el coste energético será mayor, disminuirá el poder adquisitivo de los españoles y nuestra industria perderá competitividad y, por tanto, disminuirá su cifra de negocios.

Además, ese aumento de precios es avivado por el incremento de costes de transporte y la escasez de algunos componentes, por el lado de la oferta. Dicho coste se está repercutiendo ya con fuerza a lo largo de toda la cadena productiva. Eso se plasma en un IPC en el 6,7% interanual, con una inflación subyacente en el 2,1%. Dicha tasa general de IPC es la mayor desde que se firmó el Tratado de Maastricht; es preocupante y hay que actuar, o, mejor dicho, el Banco Central Europeo tiene que actuar y los gobiernos deben hacer reformas profundas.

En este sentido, la Reserva Federal ya ha anunciado que subirá los tipos hasta en tres ocasiones en el presente ejercicio de 2022, mientras que el Banco de Inglaterra ya los ha subido veinticinco puntos básicos. Sin embargo, el Banco Central Europeo, pese a que su único objetivo es, no lo olvidemos, velar por la estabilidad de precios, insiste en que este repunte de la inflación parece que será pasajero, sólo con impacto importante en el corto plazo, de manera que, aunque lo vigilen, no están tomando decisiones firmes conducentes a aplicar una política monetaria más restrictiva (la finalización de las compras extraordinarias por coronavirus parece que serán reemplazadas incrementando el programa ordinario), que embride el alza de precios que estamos viviendo, aunque ya admiten que es más duradera de lo que preveían y que repercutirá negativamente en salarios –especialmente, tras la contrarreforma laboral del Gobierno– y sostenibilidad de las pensiones.

Aquí, nos encontramos con dos problemas: el primero, que, siendo necesaria la vuelta a una política monetaria restrictiva, no puede ser excesivamente rápida, porque podría colapsar la economía, con lo que la corrección de la inflación podría no resolverse de inmediato (es el problema que tiene el llevar tanto tiempo con una política monetaria tan tremendamente laxa); la segunda, que con la subida de tipos se empobrecerán las familias endeudadas a tipo variable, de manera que les restará recursos para el consumo y el ahorro. Toda la financiación se encarecería, afectando, por tanto, a proyectos empresariales y, en definitiva, a la actividad económica y el empleo. También, en el medio y largo plazo se encarecerá el coste de la deuda de las AAPP, aunque en el corto plazo, por la vida media de su cartera no les impacte.

Todo ello, desemboca en un peor comportamiento de la economía española, como dejan ver la práctica totalidad de instituciones que realizan predicción económica. La OCDE ha rebajado las previsiones económicas de España 2,3 puntos en 2021 (hasta el 4,5%) y 1,1 puntos en 2022 (hasta el 5,5%), de manera que no recuperará su nivel de actividad previo a la pandemia hasta el primer trimestre de 2023, de manera que se retrasa la recuperación. Frente a ello, la OCDE ha mejorado las previsiones de crecimiento de Francia e Italia.

El FMI también recorta las previsiones de crecimiento de la economía española, desde el 5,7% al 4,6% para 2021, y del 6,4% al 5,8% para 2022.

El Banco de España rebaja la previsión de crecimiento de la economía española en 1,8 puntos para 2021, hasta dejar el crecimiento del PIB en el 4,5%, es decir, dos puntos menos que lo estimado en el cuadro macro por el Gobierno. Del mismo modo, para 2022 rebaja medio punto el crecimiento del PIB, hasta dejarlo en el 5,4%, que es 1,6 puntos inferior al mantenido por el Ejecutivo.

El Gobierno se agarra a unos datos anestesiados. Para empezar, la situación es peor que cuando el actual presidente del Gobierno llegó a la cabecera del banco azul. En segundo lugar, pese a los últimos datos de empleo, se han mantenido gracias a los ERTE cuya legislación se desarrolló a partir de la reforma laboral de 2012, y, por otra parte, sobre una actuación de política fiscal que ha llenado la economía de un gasto público exponencial, sólo posible por el respaldo del Banco Central Europeo a la hora de financiarlo. Cuando haya que regresar a la senda de estabilidad y el BCE deje de inundar el mercado de liquidez y de respaldar nuevas emisiones de deuda, la estructura puede tambalearse. Los niveles de déficit y deuda son insoportables; podrían entenderse como algo coyuntural, pero el problema es que el Gobierno no parece por la labor de volver a un nivel de gasto anterior a la pandemia, convirtiéndolo en estructural.

Por todo ello, el horizonte económico se muestra complejo. Para superarlo adecuadamente, debemos volver a la normalidad sin adjetivos y aceptar que el coronavirus es ya una enfermedad más, eliminando todo tipo de restricciones y combatiendo la enfermedad con vacunas y los fármacos que próximamente estarán disponibles; el BCE debe retornar a una política monetaria ortodoxa, no tan laxa, para dejar de financiar los cuellos de botella que provocan una elevada inflación; debe apostarse por la energía nuclear como energía limpia, que permita evitar el alza del coste energético; deben emplearse adecuadamente los fondos europeos en inversión productiva, y no en otro plan E fracasado; y debe eliminarse gasto estructural, no subir impuestos y retornar a la senda de estabilidad, base, junto a una inflación moderada, de la fortaleza del euro. El horizonte es complejo, pero tiene solución. Ahora, sólo queda que se apliquen dichas medidas para llegar a ella


Buen fin de semana.

Comentario de mercado Nochevieja 2021

Os deseo todo lo mejor para el nuevo año, y que esta noche empecéis con buen pie.

La mayoría de los principales índices bursátiles del mundo despiden hoy un 2021 muy bueno. El S&P 500, el indicador más representativo del mercado estadounidense, ha logrado anotarse 70 récord del año. En Europa el Stoxx 600, que integra a las compañías más relevantes de diecisiete bolsas europeas, cerró a un 0,25% de su máximo histórico, al igual que el Cac 40 de París y se sitúa un 0,11%. El MSCI World también acaricia su cota histórica. Suiza y Suecia cotizan igualmente en zona de récord.

Las revalorizaciones anuales son en muchos casos sustanciosas. El Cac 40 de París, el más rentable, se revaloriza un 29,21%, seguido del Ftse Mib de Milán, con un 23%, y el Euro Stoxx 50, con un 21,21%. En Wall Street, el S&P 500 suma un 27,23%, mientras que el Nasdaq Composite gana un 22,14% y el Dow Jones, un 18,92%.

En España el Ibex 35 se queda muy rezagado entre los índices occidentales, con un ascenso del 7,93%, poco más de la mitad que el Ftse 100 de Londres y del Dax Xetra de Fráncfort, que avanzan un 14,59% y un 15,79%, respectivamente.

Distinta suerte corren las bolsas asiáticas. El Nikkei de Japón mejora su marcador anual un 5,33%, pero el CSI 300, que integra los 300 principales valores de las bolsas de Shanghái y Shenzhen, cae un 6,29%, mientras que el Hang Seng de la Bolsa de Hong Kong se deprecia un 15,22%. Las presiones regulatorias de Pekín sobre varios sectores empresariales, entre ellos la potente industria tecnológica, y los problemas de solvencia en parte del sector inmobiliario han ahuyentado a muchos inversores internacionales de los mercados chinos.

La tendencia alcista ha sido sólida en las bolsas occidentales durante todo el año, gracias a la recuperación de los sectores cíclicos. Había arrancado noviembre de 2020, tras el anuncio de las primeras vacunas eficaces contra el Covid. Aun sí la marcha ascendente de los mercados de acciones no ha estado exenta de varios episodios de nervios por las presiones inflacionistas derivadas en buena parte de los cuellos de botella en la cadena de suministros, el temor a un endurecimiento prematuro de los estímulos monetarios y algunos sustos sobre la evolución de la pandemia, especialmente ruidosos con la entrada en escena de la variante Ómicron.

Pero los inversores han encontrado apoyos sólidos con los que neutralizar las dudas y llevar en volandas a los índices. Cada conato de corrección se ha visto como una oportunidad de compra ante la gigantesca liquidez puesta en bandeja por los gobiernos y los bancos centrales, mediante unos programas de estímulos monetarios y fiscales sin precedentes para responder a la histórica crisis sanitaria.

Los mensajes acomodaticios de la Fed, el BCE o el Banco de Inglaterra incluso cuando los indicadores de subidas de precios han disparado todas las alarmas (ayer se conoció que el IPC en España ha trepado al 6,7% en diciembre, el nivel mas alto en casi tres décadas, luego comento con detalle) y su compromiso en ir normalizando la política monetaria sin poner en riesgo la recuperación económica han devuelto la tranquilidad una y otra vez a los mercados.

El mayor respaldo ha llegado, sin embargo, de los resultados empresariales que es lo que realmente se cotiza en las bolsas. Su crecimiento trimestre a trimestre ha ido superado las expectativas del consenso del mercado, insuflando grandes dosis de optimismo. Las previsiones apuntan a que el BPA (beneficio por acción) de las compañías del S&P 500 aumentará al cierre de 2021 más del 38% respecto a las cifras de 2019. Los analistas creen que no tiene sentido compararlas con las del anómalo 2020. El BPA del Nikkei crecerá previsiblemente más del 45% y el del Euro Stoxx 50, más del 12%.

En esta foto tan favorable no está el Ibex, los analistas estiman que habrá que esperar hasta 2023 para que los beneficios empresariales superen los niveles previos a la pandemia. Es el único de los grandes índices que cotiza por debajo del inicio de la crisis del Covid-19.

La penúltima semana del año 2021 estuvo repleta de eventos. En primer lugar, el Banco Popular de China, por primera vez desde abril de 2020, bajó el tipo preferente de los préstamos a un año al 3,8%, desde el 3,85%. A pesar de que el tipo de interés preferente a cinco años se mantuvo sin

cambios desde el mes anterior en el 4,65%, se prevé que el banco central chino seguirá flexibilizando su política para frenar la desaceleración económica. La sensación es que el banco Central Chino seguirá apoyando la economía. El único problema está en que los dos sectores más importantes del país siguen en una situación algo complicada. Para ser más precisos, por un lado, las tensiones del mercado inmobiliario chino siguen siendo elevadas. Por el otro lado, las compañías tecnológicas siguen sufriendo de los ataques por parte del regulador – la semana pasada Alibaba Cloud Computing, una filial del conglomerado Alibaba Group, fue acusada de ocultar vulnerabilidades de ciberseguridad. Se cree que la vulnerabilidad permite a un atacante ejecutar código de forma remota en un sistema atacado y luego obtener el control total de los servidores.

En Estados Unidos la semana pasada los analistas de Goldman Sachs han vuelto a empeorar su previsión de crecimiento económico para la primera economía del mundo tras las declaraciones del senador demócrata Joe Manchin de que no apoyaría el plan de gasto de 2 billones de dólares. Las

previsiones del PIB de EEUU para el primer trimestre se han rebajado de un 3% a un 2%. La previsión para el segundo trimestre se redujo al 3% desde el 3,5% anterior y para el tercer trimestre al 2,75%, desde el 3%. El voto de Manchin es fundamental para que los demócratas se aseguren la mayoría. El proyecto de ley exige una inversión masiva del gobierno en programas de protección social y medidas para hacer frente al cambio climático. Se espera que el paquete se financie con subidas de impuestos. Dado que los republicanos se oponen unánimemente a la iniciativa, los demócratas necesitan el apoyo de los 50 senadores de su partido.

En Europa uno de los mayores riesgos es la crisis energética. El cierre de los reactores de las centrales nucleares en Francia ha reducido su capacidad en un 10%. Se estima que la situación podría verse agravada por la baja potencia de energía eólica. A principios de esta semana, en las subastas,

los precios de la electricidad subieron a su nivel más alto desde 2009. A medida que las temperaturas se mantengan por debajo de lo normal no se espera que la crisis energética de Europa se resuelva pronto. Aun así, esto no significa que los precios del recurso natural seguirán batiendo records. De hecho, la semana pasada las cotizaciones del gas han caído después de que Estados Unidos envió 30 metaneros a la Unión Europea.

Por el lado de coronavirus, a los analistas les preocupa el hecho de que los países europeos vuelven a imponer las restricciones a medida que se extiende la nueva cepa Omicron. Por ejemplo, Alemania cerró las discotecas a partir del 28 de diciembre y prohíben las reuniones de más de 10 personas. Finlandia y Suecia restringen el acceso a los bares y restaurantes. El Reino Unido aún no tiene previsto reforzar sus medidas de cara a las Navidades, aunque ha registrado el mayor aumento de nuevos casos de COVID-19 de Europa. Los Países Bajos han impuesto un estricto bloqueo desde el lunes de la semana pasada (20 de diciembre).

La buena noticia es que la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) aprobó el jueves pasado el uso de los comprimidos de COVID-19, desarrollados por la farmacéutica estadounidense Merck en colaboración con Ridgeback Biotherapeutics. El medicamento, llamado Molnupiravir, está diseñado para tratar la enfermedad de leve a moderada en adultos de riesgo. El día anterior, la FDA había aprobado los comprimidos de Paxlovid de la empresa farmacéutica Pfizer. Los fármacos de Merck y Pfizer podrían ser herramientas prometedoras en la lucha contra la pandemia de COVID-19, especialmente teniendo en cuenta la rápida propagación de una nueva variante del coronavirus «omicron». Se espera que el fármaco desarrollado por Merck sea menos popular que el de Pfizer, que reduce la probabilidad de hospitalización y muerte entre los pacientes de riesgo en un 90%, y prácticamente no tiene efectos secundarios. Por otro lado, el fármaco Megsk tiene mucha menos capacidad para prevenir la progresión grave de la enfermedad de lo que se afirmaba en un principio, con una reducción de sólo el 30% de los ingresos hospitalarios y las muertes entre los pacientes de riesgo.

Un buen resumen de este año tan raro ha sido que se ha superado un récord de salidas a Bolsa. Algunos analistas toman este dato como un indicador de burbuja bursátil. Lo cierto es que muchas compañías han aprovechado los múltiplos a los que cotizan los mercados cotizados para sacar parte de su capital a Bolsa, puesto que supone que el coste de capital que implican estos múltiplos es menor al que les exige un private placement un fondo de capital riesgo o incluso puede equivaler, en algunos casos al coste de la deuda, con lo que este año ha sido un momento perfecto para sacar compañías a Bolsa y eso ha generado este récord de 316 billones de dólares de OPVs.

Para el año que viene estamos muy positivos en el sector salud (tenemos posición en Grifols, Viatris, Faes Farma, Merck, Bayer y otras pequeñas compañías de biotecnología), ya que nos parece que es el sector más barato y con más potencial en el corto plazo, es un sector que en general tiene ratios de deuda por debajo del resto del mercado global, con rentabilidades sobre el capital empleado muy elevados, rentabilidades por dividendo también por encima del resto de los sectores globales, y que se ha quedado muy barato por el Covid19, ya que la FDA y el resto de autoridades sanitarias han estado centradas en el coronavirus y han dejado de lado otras patologías y medicamentos. Un indicador para determinar cómo de barato está el sector es que en el año 2020 se batió el récord de compras dentro del sector farmacéutico, ya que muchas compañías farmacéuticas grandes han aprovechado los múltiplos a los que cotizan compañías comparables, o pequeñas compañías de biotecnología o farmacéuticas para comprar y aprovechar el momento para crecer inorgánicamente.

Las principales compras estuvieron protagonizadas por la tecnología médica y la salud digital, que vivieron un boom por las restricciones. Pero el sector ha recuperado el pulso en 2021 y cierra el año con un nuevo récord histórico en adquisiciones, al sellar operaciones por valor de 554.170 millones de dólares (489.600 millones de euros), según datos de Dealogic. Esta cifra no sólo supera en casi un 38% los 402.140 millones de dólares del año pasado, sino también los 532.000 millones de dólares (470.000 millones de euros) de 2019.

Cáncer, enfermedades raras, inmunología o terapias genéticas son algunas de las áreas en las que las farmacéuticas han salido de compras para ganar músculo, maximizar el potencial de sus carteras y hacerse con biotecnológicas que desarrollan tratamientos innovadores que aportarán futuros ingresos ante el vencimiento de las patentes de sus fármacos estrella, la mayor competencia o entrar en áreas terapéuticas que marcarán el futuro de la medicina. Todo ello en un momento de sólidos balances y financiación accesible.

AstraZeneca completaba en julio una de las grandes adquisiciones, la de la americana Alexion Pharmaceuticals por 39.000 millones de dólares. Suponía la incursión en el segmento de las enfermedades raras de la farmacéutica anglosueca, que ha desarrollado, junto a la Universidad de Oxford una de las vacunas contra el coronavirus. Pero no ha sido su única compra este año para reforzarse en enfermedades raras. En septiembre ejercía, a través de Alexion, su opción de compra sobre Caelum Biosciences por 150 millones de dólares, a los que se sumarán 350 millones más si los fármacos de esta biotecnológica alcanzan ciertos hitos comerciales y regulatorios.

Tras dos décadas como accionista histórico, la suiza Novartis se desprendía de su participación con derecho a voto del 33% en Roche. Su competidor y vecino en Basilea, pagaba 20.700 millones de dólares (17.800 millones de euros) por sus propias acciones. Novartis, que obtuvo una plusvalía de más de 12.000 millones de euros con la venta, acaba de anunciar la compra de Gyroscope Therapeutics por 1.500 millones de dólares para reforzar su área de oftamología, donde también se ha hecho con Arctos Medical. Además, su división Sandoz tomó el control del negocio de cefalosporinas (uno de los antibióticos más utilizados) de GSK por 500 millones de dólares.

Entre las grandes transacciones, Thermo Fisher Scientific se ha hecho con PPD por 17.400 millones de dólares en efectivo, con una prima del 24% sobre el valor de la firma de ensayos farmacéuticos.

El gigante biofarmacéutico australiano CSL, con la suiza Vifor Pharma por 11.700 millones de dólares en efectivo, en la mayor adquisición de su historia para diversificarse más allá de la fabricación de plasma sanguíneo, donde es uno de los líderes mundiales. CSL fabrica en Australia la vacuna de AstraZeneca. Vifor acaba de entrar en la mallorquina Sanifit Therapeutics, en una operación 205 millones de euros, además de otros 170 millones en función de los avances del fármaco experimental que la biotech española tiene en investigación.

Casi todas las grandes farmacéuticas han seguido comprando para reforzar sus carteras. La estadounidense Merck (conocida como MSD fuera de Estados Unidos y Canadá) pagaba en octubre 11.500 millones por Acceleron Pharma para diversificarse hacia potenciales tratamientos que generen nuevos ingresos, más allá de los fármacos contra el cáncer, donde cuenta con el superventas Keytruda. Acceleron aporta un prometedor medicamento para la hipertensión arterial pulmonar (HAP), un mercado potencial de 7.500 millones en 2026. También entró en Pandion (terapias para enfermedades autoinmunes) por 1.850 millones, pagando 60 dólares por acción (el doble de su cotización).

La francesa Sanofi se hizo en enero con Kymab (anticuerpos monoclonales para inmunología), en agosto con Translate Bio (su socio en la tecnología ARNm para vacunas) y en septiembre con Kadmon (terapias biotecnológicas para trasplantes). Ha invertido 6.600 millones de dólares en estas tres compras.

Pfizer acaba de adquirir Arena Pharmaceuticals, que desarrolla terapias innovadoras frente a enfermedades inmunoinflamatorias, por 6.700 millones de dólares. También ha ampliado su portfolio en oncología con Trillium Therapeutics, por 2.300 millones, desembolsando la prima más alta pagada por una biotecnológica desde 2018, y con los derechos para comercializar fuera de Estados Unidos dos fármacos contra la migraña de Biohaven Pharmaceutical.

Bayer, que el año pasado adquirió Asklepios (terapia genética) y Viralgen (vectores adenoasociados), compró en agosto Vividion por 2.000 millones de dólares para reforzar su área farmacéutica. Amgen se hizo con Five Prime por 1.900 millones para crecer en oncología y ha tomado una participación en Neumora (medicamentos de precisión para enfermedades cerebrales); Roche con GenMark (diagnóstico molecular) por 1.800 millones; Lilly con Prevail (terapia genética) por 1.040 millones; y Novo Nordisk pagó 3.300 millones de dólares por Dicerna.

El capital riesgo ha tomado también posiciones en el sector. Pese a fracasar la opa de 7.600 millones de dólares de Advent y el fondo soberano de Singapur sobre la sueca Sobi, al no alcanzar el 90% del capital previsto en la oferta (AstraZeneca bloqueó la venta de su 8%), Nordic Capital cerró la compra de Advanz por 2.000 millones, incluida deuda, y Triton Investment Management pagó 1.600 millones por la británica Clinigen. En España, Uriach vendió a MCH Private Equity su negocio de fabricación, I+D, licencia y suministro de productos farmacéuticos por un precio no desvelado.

Importante esta semana:

En China el PMI Manufacturero de Diciembre salió algo mejor de lo esperado (50,3 vs 50,0 esperado y 50,1 anterior). El PMI de Servicios de diciembre, mejora también más de lo esperado hasta 52,7 vs 52,0 esperado y 52,3 anterior. Finalmente, el PMI Compuesto de diciembre repite el dato del mes anterior y se sitúa en 52,2. Datos en general positivos de PMIs dado que todos ellos se sitúan por encima del nivel de expansión (por encima de 50) por segundo mes consecutivo. El sector manufacturero sigue beneficiándose de la fortaleza de las exportaciones y de la progresiva recuperación de la demanda interna. En cuanto al El PMI de Servicios, la cifra sorprende presentando mejoras respecto al mes anterior cuanto se esperaba algo de recorte debido a la presión en el consumo y las ventas minoristas (fruto de las restricciones y confinamientos por la variante Ómicron que se están produciendo en el país).

En Estados Unidos se publicaron ayer las peticiones semanales de desempleo se mantienen estables en 198.000 vs 206.000 estimado y anterior. El Paro de Larga Duración se reduce a 1.716.000 vs 1.868.000 estimado y 1.856.000 anterior. Ambos se encuentran ya en niveles pre-pandemia (218.000 y 1.700.000 respectivamente de media en 2019, el PMI de Chicago también se publicó ayer con un dato de 63,1 en diciembre vs 62,0 estimado y 61,8 anterior, datos muy positivos para las bolsas, que ponen de manifiesto la fortaleza de la economía americana. El empleo sigue su proceso de recuperación y se prevé que vuelva a pleno empleo en 2022.

La semana que viene empezaremos el año 2022 con muchas referencias macroeconómicas.

 En Estados Unidos contaremos con los datos de empleo de diciembre, encuesta privada ADP (410.000 esperado frente 534.000 anterior)y con aceleración esperada en la creación de empleo en el informe oficial, nóminas no agrícolas 400.000 esperado vs 210.000 en noviembre, lo que llevaría a una nueva moderación de la tasa de paro hasta 4,1% frente al 4,2% del mes anterior y acercándolo al pleno empleo, y salarios moderándose hasta 4,2% interanual vs 4,8% anterior. También serán importantes las encuestas adelantadas de ISM de diciembre, manufacturero y de servicios, con moderación esperada en ambos aunque manteniéndose en niveles compatibles con un sólido crecimiento, así como los PMIs finales de diciembre (compuesto, manufacturero y de servicios) que se espera que mantengan el buen tono de los datos preliminares. A todo ello se sumarán las Actas de la última reunión de la Fed (de la reunión del 15 de Diciembre) en la que decidió acelerar el ritmo del tapering (duplicándolo a partir de enero 2022) y elevó su dot plot a corto plazo, aunque manteniendo sin cambios el nivel de llegada de los tipos de interés a largo plazo (2,5%).

En Europa, la atención estará en los IPC preliminares de diciembre en la Eurozona y Alemania, estimándose cierta moderación desde niveles muy elevados hasta 4,7% esperado (vs 4,9% anterior) en el caso europeo y 5,1% esperado (vs 5,2%) en el germano. A esto se sumarán los precios a la producción en la Eurozona, que aunque seguirían acelerando su tasa interanual (22,8% esperado vs 21,9%) podrían mostrar una notable desaceleración mensual (1,1% esperado vs 5,4%). También prestaremos atención a los datos finales de PMIs de diciembre (compuesto, manufacturero y de servicios) que confirmarán la desaceleración vista en los datos preliminares, sobre todo en servicios, al igual que harán las encuestas de confianza de la Eurozona del mismo mes. Asimismo conoceremos las primeras cifras de PMIs de diciembre en España e Italia, previsiblemente más afectadas en su componente de servicios por el reciente avance de los contagios.

En China, PMI compuesto, manufacturero y servicios Caixin (estabilidad esperada en manufacturas, ligera caída en servicios), y en Japón PMIs finales compuesto, manufacturero y de servicios, todos ellos de diciembre.

Ayer se publicó el nuevo dato de inflación en España. En Diciembre la inflación escaló al 6,70% y golpea el poder adquisitivo familiar y el margen de empresas.

La inflación da una nueva vuelta de tuerca al cierre del año, escalando 1,2 puntos en diciembre, hasta el 6,7%, de acuerdo con los datos que publicó ayer el Instituto Nacional de Estadística (INE). Y, lo que es peor, lo que en un principio podía catalogarse de subida “transitoria” de los precios (algo en lo que insistía la vicepresidenta primera y ministra de Economía, Nadia Calviño, por ejemplo), cada vez parece estar volviéndose algo menos temporal, habida cuenta de que los incrementos de los productos energéticos se están filtrando a cada vez más bienes y servicios. Y esto genera enormes efectos negativos en la economía, empezando por la pérdida de poder adquisitivo de los ciudadanos y la pérdida de valor de los ahorros y siguiendo por el desplome de los márgenes de beneficios de las empresas, una posible escalada de tensiones laborales para reivindicar subidas salariales e, incluso, presiona una eventual restricción en la política monetaria por parte del Banco Central Europeo (BCE), en caso de que se produzcan estos efectos de segunda ronda.

El Índice de Precios de Consumo (IPC) se ha disparado hasta el 6,7% en diciembre, como resultado de “la subida del precio de la electricidad y el aumento de los precios de la alimentación”, según el INE, que destaca que se trata de la mayor subida de precios desde 1992. Sin embargo, esta subida que ha sorprendido a todos los analistas (la Fundación de Cajas de Ahorros, por ejemplo, apostaba hace dos semanas por un dato del 5,8%, en línea con el de noviembre) no se ha quedado contenida a los precios de la energía y los alimentos, ya que el dato subyacente, que excluye precisamente ambos componentes, se eleva cuatro décimas, hasta el 2,1%. Esto se debe a que muchas empresas están empezando a repercutir en sus clientes la subida de la luz, de los costes de fabricación o de transporte que ellos mismos padecen, pero lo hacen en mucha menor medida que sus costes, ya que los precios industriales se disparan un 33,1% anual en noviembre. En otras palabras, las compañías repercuten parte de la subida precios que sufren pero, dada la atonía de la demanda por el incremento de la factura de la luz, se ven obligadas a afrontar una fuerte caída de los márgenes de beneficios, cuando no a vender a pérdidas por los precios pactados meses atrás.

Sin embargo, los problemas para las empresas no acaban aquí, ya que la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores está empezando a tensar las relaciones laborales. De hecho, el 88,37% de las empresas españolas prevé realizar incrementos salariales, de acuerdo con una reciente encuesta de KPMG, aunque la cifra será insuficiente como para compensar la subida de precios, ya que el aumento medio será del 2%. Y esto, a su vez, puede generar un nuevo problema a nivel macroeconómico, porque puede hacer que las subidas de precios que inicialmente se preveían transitorias se acaben consolidando en la economía, al dar sustento a la demanda agregada en el futuro. Esto es lo que se califica como efectos de segunda ronda y que puede hacer que la subida de precios se siga prolongando e, incluso, que se intensifique en el futuro.

Por ejemplo, la empresa de gestión de activos Federated Hermes señala que “la inflación global empeorará en el primer semestre del año antes de empezar a remitir” y señala que el IPC estadounidense (un punto por encima del español en la actualidad) podría llegar a escalar hasta por encima del 10% en los próximos meses. Estas cifras abren el debate sobre si los grandes bancos centrales deberían empezar a reducir sus actuaciones, dado que el recalentamiento de los precios está ahogando por completo el impulso proveniente de la demanda embalsada el año pasado y de los estímulos fiscales. Sin embargo, muchos economistas alertan de que hacerlo de forma precipitada sería infructuoso y contraproducente, porque no afectaría a los precios de las materias primas y la electricidad en los mercados internacionales y, además, provocaría una fuerte subida de las primas de riesgo, algo muy peligroso cuando la deuda de los países europeos ya asciende al 100% del PIB y la de España supera el 120% del volumen de la economía nacional.


Previsión 2022: Crecimiento con riesgos a la baja. Koldo Echebarria

A lo largo del próximo año, España irá recuperando la actividad perdida durante la pandemia. Los pronósticos más recientes esperan un crecimiento relativamente vigoroso, de entre el 5% y el 6%, si bien el resultado final dependerá de cómo evolucionen los factores que en los últimos meses han trabado el ritmo de nuestra actividad. La complejidad de la coyuntura, dada la singularidad de los fenómenos que estamos atravesando, hace que estos modelos enfrenten ahora mayores dificultades para acertar en sus previsiones, pudiendo encontrarnos ante correcciones significativas. 

Desgraciadamente, sobre el crecimiento pronosticado se ciernen riesgos que pueden corregirlo a la baja. La actividad va a estar condicionada por factores sujetos a alta incertidumbre, como la evolución de la pandemia, la superación de los cuellos de botella en las cadenas de suministro o el carácter del repunte de la inflación y sus implicaciones en la política monetaria. Esta falta de claridad no favorece la recuperación del consumo ni la inversión privada. Junto a todo ello, persisten las dudas sobre la capacidad de las administraciones públicas para ejecutar los recursos europeos en los plazos previstos. En el lado positivo, solo se me ocurre pensar en el potencial de crecimiento de la actividad exportadora de las empresas. Veamos estos factores por separado. 

La evolución de la pandemia es todavía el factor más determinante del futuro de nuestra actividad económica. Creemos haber pasado lo peor, pero los especialistas insisten en el riesgo de nuevas variantes más contagiosas y letales. La manera en la que Ómicron ha desbaratado los planes en el último mes del año y la lección aprendida por los gobiernos a la hora de reaccionar rápido, con medidas restrictivas de la movilidad y de la actividad social, deben estar presentes en cualquier análisis de riesgos. El problema de fondo, que es el bajo índice de vacunación especialmente en los países en desarrollo, puede seguir golpeándonos y recordarnos que, en términos de la movilidad del virus, la tierra es un único país y las barreras nacionales son puertas en el mar. Urge acelerar y hacer mucho más ambicioso el programa de vacunación a escala global y fortalecer la regulación internacional contra las pandemias, como ha venido reclamando la Organización Mundial de la Salud. Nada hace pensar, sin embargo, que esto vaya a lograrse, dada la escasa capacidad de actuación multilateral que hemos observado hasta el momento. 

La incertidumbre sanitaria es el freno principal que puede encontrar la evolución del consumo, que había repuntado con vigor, canalizando el ahorro acumulado durante el periodo de mayores restricciones. En el caso de nuestro país, el factor pandemia afecta muy especialmente a la actividad del turismo y la restauración, que podría verse limitada, tanto por nuevas condiciones y exigencias, como por el temor de los consumidores a contagiarse. También hay que estar atentos a otros factores que han trabado el consumo en los últimos meses, como los cuellos de botella en la cadena de suministro o el alza de los precios de la energía, que obliga a desviar recursos al consumo interno. Estas restricciones también moderan el gasto de las empresas, que está por ver si rebajarán con carácter duradero gastos de desplazamiento, restauración o incluso de espacio utilizado. Tras la experiencia vivida durante la pandemia, la nueva normalidad en la oficina está todavía por definirse. 

La actividad exportadora podría experimentar un nuevo impulso, aunque difícilmente como el experimentado en la salida de la anterior crisis. Las cifras del primer semestre del año, con un récord histórico de volumen de exportaciones, son una señal positiva. Sigue habiendo mercados de crecimiento atractivos para las empresas españolas de tamaño medio, competitivas en precio y en calidad y con flexibilidad y atrevimiento para seguir expandiéndose fuera de nuestras fronteras. Próximo Oriente o Sudeste asiático son mercados de amplio potencial de crecimiento donde los productos y servicios españoles tienen recorrido al alza. Un ejemplo de ello podría ser el de la internacionalización de la educación superior, con un multiplicador que casi triplica el gasto por matrícula y donde no alcanzamos ni la mitad de estudiantes de nuestros países vecinos. El apoyo de la red comercial y de nuestras entidades financieras en el exterior será muy importante para concretar estas expectativas. 

La evolución de la inversión pública es el factor sobre el que se han puesto más esperanzas, dado el compromiso adquirido por la Unión Europea para canalizar los fondos Next Generation. De nuevo, aquí el riesgo parece situarse a la baja, frente a las ambiciosas metas de gasto planteadas por el Gobierno. La maquinaria de la administración en materia de gasto está diseñada para minimizar riesgos y no para aprovechar oportunidades, a lo que se une la estructura descentralizada del Estado que, si por un lado, acerca el gasto a la realidad territorial, por otro, obliga a complicados procedimientos de coordinación interadministrativa. A esto se une el hecho de que, acertadamente, se quiere poner el acento en temas como la sostenibilidad o la digitalización y llegar a la parte del tejido productivo más necesitada de transformación, que son las pymes; esto obliga a redoblar el esfuerzo de gestión de los programas e introduce factores de complejidad a los que nuestras administraciones no están muy acostumbradas. 

Con todo, la preferencia en este ámbito debe ponerse en la calidad, no en la cantidad del gasto, aunque esto extienda en el tiempo su efecto sobre la actividad económica. Hay que asumir que frente al corto periodo de ejecución previsto inicialmente, deberán obtenerse numerosas prórrogas. Finalmente, pese a algunas voces, no creo que las autoridades europeas vayan a vestirse de negro para condicionar la liberación de los fondos a determinadas reformas; no estamos ante un rescate, sino ante un esfuerzo compensatorio por el impacto de la pandemia que se traduce en ayudas no reembolsables por el momento. 

El factor que reúne una mayor incertidumbre tiene que ver con la inversión privada. Hay una densa incertidumbre ambiental, en la que además de la pandemia, concurre un contexto de política económica con vientos en contra (retirada de estímulos, costes crecientes y alza de impuestos) y un contexto global en el que se acumulan las zonas calientes (Ucrania, Taiwán, Norte de África o Irán). Además, es difícil calcular el impacto sobre la inversión a corto plazo del daño sobre el tejido empresarial que ha provocado la pandemia; además de las empresas que se han visto obligadas a cerrar, no conocemos aún la magnitud de las insolvencias generadas por la crisis, aunque las señales disponibles son preocupantes. Con menos recursos propios y eventuales limitaciones de crédito por prudencia de los bancos, las perspectivas de inversión privada es probable que sufran recortes o por lo menos tarden en concretarse. 

Queda por último analizar el impacto del elefante en la habitación, el que a todos nos preocupa, pero del que es más difícil opinar: la evolución de la inflación, como fenómeno transitorio o duradero. Es difícil pronunciarse sobre ello. Hay factores en el alza de precios que deberían ser transitorios, como el atasco en las cadenas de suministro o el alza de precio de materias primas. Sin embargo, hay otros signos preocupantes que nos llevan a pensar en un cambio más estructural de precios relativos: la tendencia de desglobalización de centros productivos, acercando a los mercados la producción de bienes; la evolución de China, que de exportar deflación al resto del mundo, puede pasar a hacer lo contrario; las rigideces que se advierten en el mercado de trabajo con desajustes cada vez mayores entre oferta y demanda de empleo, que van a encarecer la factura salarial; y el coste de la transición energética que hace pensar en un alza de precios más duradera. De tratarse de esta segunda posibilidad, asistiremos a un endurecimiento de la política monetaria con consecuencias muy duras para el acceso y coste del crédito público y privado. 

Finalmente, la preocupación cuantitativa por el crecimiento debe combinarse con una preocupación cualitativa. De la inversión de hoy sale el sistema productivo de mañana. Mejorar la calidad de la inversión pública, sin concentrarnos en el cemento, los raíles o los cables y realizar inversiones en ciencia, investigación y tecnología, es crucial en el momento actual. También lo es mejorar la calidad del gasto corriente, del que depende la efectividad de sectores enteros como la educación o la sanidad. Y finalmente, es clave que la inversión privada mire a la innovación, aprovechando disrupciones tecnológicas que abren un nuevo mundo de oportunidades. No olvidemos que el crecimiento, aunque esencial, no es un fin en sí mismo, sino un medio para construir una sociedad mejor y la calidad en este sentido nos debe preocupar al mismo tiempo y manera que la cantidad.


Los precios se desbocan. José María Rotellar.

Los precios se desbocan; no es que no dejen de crecer, sino que aumentan de manera muy importante, como muestra el indicador adelantado del IPC de diciembre, cuya tasa interanual aumenta 1,2 puntos respecto a la de noviembre y se sitúa en el 6,7% –con impacto importante en ella de los precios de la energía–, con una inflación subyacente –que excluye los alimentos no elaborados y el componente energético– que se incrementa 4 décimas, hasta el 2,1%, que nos permite ver, un mes más y de manera cada vez más clara, que la subida de precios ya se está trasladando a toda la economía. La tasa mensual del índice general de precios sube también de manera importante, nada menos que 1,3 puntos. Así, desde noviembre del año pasado se está produciendo una escalada de la tasa anual de inflación, subiendo desde el -0,8% interanual de noviembre de 2020 hasta el 6,7% de este mes de diciembre, con un pequeño respiro que reflejó el índice en el pasado mes de febrero, donde se aplanó ese mes para crecer, al mes siguiente, 1,3 puntos, para continuar incrementándose en los meses restantes. Es, así, la tasa más alta desde los tiempos en los que se firmó el Tratado de Maastricht: no había una inflación tan elevada en España desde marzo de 1992, hace casi treinta años.

El incremento de los precios de la energía, derivado de una demanda creciente y de una disminución de la oferta por haber arrinconado diversas fuentes energéticas antes de tener un plan alternativo viable y por no apostar, de manera absurda, por la energía nuclear como energía limpia y abundante, está infligiendo un impacto muy alcista en los precios, al que se unen los provocados por los costes de transporte y la escasez de oferta de determinados componentes, que presionan también al alza los precios.

Todo este impacto ya se deja sentir, como he venido diciendo durante los últimos meses, a lo largo de toda la cadena de valor. Los precios industriales están pulverizando sus registros, con incrementos de más del 30% interanual, que incrementa los costes de las industrias, algunas de las cuales están parando o limitando su producción, que provocará una reducción adicional de oferta y precios más caros. Por otra parte, quienes no limiten su producción van a terminar por trasladar esos mayores costes al consumidor en todos sus productos, con lo que subirán los precios de manera generalizada y mermará la renta disponible de los agentes económicos, cosa que ya está sucediendo.

No debemos obviar lo peligrosa, por perniciosa para toda la actividad económica, que es la inflación, pues introduce un elemento que no aporta nada positivo, sino que encarece toda la actividad económica, la hace menos competitiva y puede crear un círculo vicioso que lastre el desarrollo económico durante tiempo. Mientras que la Reserva Federal, con el anuncio de tres subidas de un cuarto de punto para 2022, y el Banco de Inglaterra, que ya ha subido tipos veinticinco puntos básicos, el Banco Central Europeo (BCE), insiste en que este repunte de la inflación parece que será pasajero, sólo con impacto importante en el corto plazo, de manera que, aunque lo vigilen, no están tomando decisiones firmes conducentes a aplicar una política monetaria más restrictiva (la finalización de las compras extraordinarias por coronavirus parece que serán reemplazadas incrementando el programa ordinario), que embride el alza de precios que estamos viviendo, aunque ya admiten que es más duradera de lo que preveían.

Siendo cierto que el repunte de la inflación puede ser pasajero –especialmente, con la tensión introducida por los precios de la energía– insisto en que no se puede tomar a la ligera y obviar el problema, porque si se da la espalda al mismo y no se contempla en toda su extensión, puede transmitirse la presión inflacionista al medio y largo plazo, cosa que cada vez empieza a cobrar una mayor probabilidad.

Adicionalmente, introducirá también presión extra en la negociación colectiva por vía salarial (especialmente ahora que la reforma laboral del Gobierno recupera en materia salarial la prevalencia de los convenios sectoriales frente a los de empresa), que puede llegar a crear una espiral peligrosa precios-salarios, que disminuiría la productividad y la competitividad de nuestras empresas, con pérdida de penetración en mercados exteriores y descenso de exportaciones y, por tanto, menor actividad e inferior generación –cuando no destrucción– de puestos de trabajo.

Como último ejemplo de los muchos negativos que puede provocar la inflación, me referiré al coste adicional de las pensiones, especialmente tras aprobar el Gobierno el abandono del factor de sostenibilidad y del índice de revalorización, que atenuaban el deterioro del sistema, y que ahora empeora al indexar, nuevamente, la revalorización de las pensiones a la evolución de los precios. Con esta inflación creciente, la factura de las pensiones aumentará, y mucho, sólo por este efecto. De ese modo, el incremento será de un 2,51% (la media interanual de los últimos doce meses, de diciembre de 2020 a noviembre de 2021) y supondrá un mayor coste para la Seguridad Social de alrededor de 5.000 millones de euros al año, que muestra la grave irresponsabilidad del Gobierno al olvidarse del factor de sostenibilidad y poner en riesgo, así, las pensiones.

Son tres ejemplos que pueden causar un impacto muy negativo en la actividad económica y en el empleo, aunque el aumento inflacionista fuese sólo temporal en el corto plazo, pero que, con el impacto concatenado en los temas comentados y la merma de oferta por encarecimiento de componentes tecnológicos y de transporte, puede convertirse en estructural o, por lo menos, ese plazo temporal es cada vez más largo. El propio Banco de España decía recientemente que un 60% de las empresas subirán precios en 2022.

Se hace imprescindible seguir de cerca la inflación, no olvidarnos de que es el objetivo único del BCE, y combatirla, evitando que el alza del corto plazo pueda consolidarse en el medio y largo plazo, porque, de volverse estructural, nos encontraremos entonces con un problema adicional a la ya incierta situación económica que vivimos. Cuanto más tarde se actúe, más restrictiva puede que tenga que ser entonces la política monetaria, con el consiguiente impacto negativo para los deudores financiados a tipo variable. Por eso, conviene tomar la decisión cuanto antes: el Banco Central Europeo no puede aplazar su decisión más tiempo y debe afrontar, de manera más decidida, el combate contra la subida de precios en el conjunto de la eurozona.

La inflación puede perjudicar al valor real de los activos; perjudica al poder adquisitivo; fomenta un mayor endeudamiento –por valer, en términos reales, menos, las deudas–; por otra parte, perjudica a los presupuestos públicos que refinancian la deuda de manera constante, camino, en la práctica, de deuda perpetua, al poder sufrir incremento en el coste de dicha refinanciación si suben los tipos de interés para poder controlar esa subida de precios; y supone una mayor presión tributaria para los agentes económicos, ya que, al subir los precios, la base sobre la que se aplican los impuestos es mayor, con mayor perjuicio para quienes tienen menos renta. Todo ello, además, puede terminar en la comentada espiral precios-salarios peligrosísima para la economía, en el marco, además, del estancamiento económico que se puede producir si se comete el error de volver a nuevas restricciones –que podría introducirnos en el indeseable camino de la estanflación– en lugar de preocuparse por suministrar vacunas a todas las zonas del planeta para evitar la transmisión del virus.


Los factores del ‘cisne negro’ del IPC. Rafael Pampillón Olmedo

El poeta romano Juvenal acuñó la expresión cisne negro. En la actualidad se utiliza, con cierta frecuencia, en el análisis económico o sociológico. Lo cierto es que cada vez resultan más frecuentes los cisnes negros. Es decir, los sucesos inesperados e impredecibles de alto impacto. En 2020, conocimos uno: el Covid-19. Ahora podemos estar experimentando otro cisne negro: la inflación.

El INE informó ayer de que la inflación en España, medida por la variación del Índice de Precios al Consumo (IPC), tuvo en 2021 un aumento anual del 6,7%. Se trata de su nivel más alto desde 1991. Ello se debió a muchos factores. Por ejemplo, la escasez de semiconductores, el incremento del precio de la electricidad, la falta de mano de obra especializada y los elevados precios de los fletes, que encarecieron la producción de las empresas. Otro elemento a tener en cuenta fue la paralización parcial de algunas factorías.

Pero quizá los factores más importantes, que desencadenaron esta elevada inflación en el conjunto del año 2021 fueron los incrementos de los precios de las materias primas y de los alimentos frescos. Estos dos son los componentes más volátiles de la cesta del IPC. En primer lugar, la subida del precio del petróleo (más de un 58% en los 12 últimos meses) hizo que se encarecieran también los combustibles y los lubricantes. Y, en consecuencia, también los transportes. En segundo lugar, se disparó el precio del gas y, por tanto, el de la electricidad. Y, finalmente, por razones meteorológicas y de aumento de la demanda, se multiplicaron los precios de los alimentos (legumbres, hortalizas, pescado, aceite de oliva, frutas frescas, carne de ovino, etc.)

Efectos de segunda vuelta

Aunque la inflación medida por los aumentos del IPC, estuvo originada por la subida de los precios de las materias primas, poco a poco, se ha ido trasladando a otros bienes y servicios (por ejemplo, la electricidad), afectando a los costes de todo el proceso productivo.

De ahí que la situación en 2022 pueda ser peor, por los llamados efectos de segunda vuelta. Es decir, a corto y medio plazo, los factores inflacionarios impregnan al aparato productivo con mayores aumentos de precios a los bienes y servicios finales. Lo que podría desembocar en una inflación estructural. Es más, las empresas ya están sufriendo estos aumentos en sus costes, que se están transmitiendo a los precios finales. Ya se observan efectos de segunda ronda en la inflación anual subyacente (que elimina energía y alimentos no elaborados). Así, mientras en el conjunto de 2020 la subyacente fue del 0,1%, en 2021 escaló hasta el del 2,1%.

Otro riesgo es la depreciación del euro. En los próximos meses, la depreciación del euro frente a otras monedas conducirá a que los bienes importados se vuelvan más caros, lo que supondría un aumento del IPC. El euro cotizaba ayer a 1,13 dólares, frente al 1,23 de principios de enero. En doce meses, se ha producido una depreciación del euro del 9%. El euro podría seguir depreciado en 2022: por la subida de tipos de interés de la Reserva Federal, que atraerá capitales hacia Estados Unidos; por la política fiscal expansiva americana, que acarreará aumentos de la deuda pública y, por tanto, mayores tipos de interés en el mercado de bonos estadounidense.

Necesidad del ‘tapering’

No se debe olvidar que la inflación es también un problema monetario. Y que, como consecuencia de las políticas monetarias superexpansivas, no solo España sino también muchos otros países están experimentando sus mayores tasas de inflación en décadas. Es el caso de Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y la zona del euro.

De ahí que una de las grandes novedades que va a traer el año 2022 es el tapering. Se trata de un término financiero de reciente utilización que procede del mundo del deporte. Viene a ser una reducción de la intensidad de los entrenamientos a medida que se acerca la competición. En su aplicación a los bancos centrales, tal como ha señalado el último Consenso de PwC, se trataría de reducir los estímulos monetarios, que se han puesto en marcha en los momentos más duros de 2019 y 2020. De ahí que el Banco Central Europeo comenzará a reducir la compra de activos (tapering) durante 2022. Y empezará a subir los tipos de interés en 2023. Esta reducción de estímulos a la larga irá acompañada de una subida de los tipos de interés. A corto plazo, estas decisiones no tienen por qué causar un gran impacto en los mercados. Una de las razones por las que se adoptaría el taperingsería intentar contener el alza de los precios.

Conviene recordar que la inflación es, en sí misma, negativa para la sociedad. Produce elevados costes en la economía, ya que supone una pérdida de poder adquisitivo para los consumidores. Por eso se denomina el impuesto de los pobres, ya que las clases menos privilegiadas de la población son las que destinan la mayor parte de su renta al consumo. Y su pequeño ahorro en una cuenta corriente pierde valor día a día.

Además, la inflación disminuye la competitividad de las exportaciones. Tanto más cuanto que los precios españoles están subiendo más rápido que la media europea. Esto supone una pérdida irrecuperable de competitividad de nuestros productos en los mercados exteriores. Sin embargo, la previsión, para la segunda mitad de 2022, es más alentadora: la inflación se irá reduciendo.


Enseñanzas de 2021 (II). Jesús Sánchez-Quiñones.

El año que finaliza también ha dejado enseñanzas para los inversores.

– Los Bancos Centrales seguirán apoyando. A pesar del anuncio de subidas de tipos en EE.UU. y de menor volumen de compra de bonos por parte del BCE, los tipos seguirán en niveles mínimos, o incluso negativos en Europa, y la liquidez seguirá siendo abundante.

– El mandato «tácito» de la Fed de evitar descalabros en los mercados financieros sigue vigente. Cuando Powell fue preguntado por qué no finalizaba ya las compras de bonos, tras anunciar las próximas subidas de tipos y el calendario de reducción de compras, contestó que «podría impactar en las condiciones financieras«. La Fed conoce la influencia sobre el consumo y el crecimiento de una caída considerable de las cotizaciones.

– El riesgo de la renta fija. La valoración de los bonos cae cuando los tipos de interés de dichos bonos suben. Así, la rentabilidad ofrecida por el bono del Estado español a diez años ha pasado en el año de 0,05% a 0,57%.  Esta subida de la rentabilidad ha provocado una caída de su precio del 4%. La renta fija solo proporciona rentabilidad fija a vencimiento.

– Con la inflación actual y la previsible para al menos los dos próximos años, los ahorradores más conservadores se ven abocados a que su patrimonio financiero pierda poder adquisitivo año tras año, salvo que decidan convertirse en inversores y asumir riesgos.

– Liquidez hacia las bolsas. La falta de rentabilidad ofrecida por la renta fija, la ingente cantidad de liquidez disponible y la escasa percepción de los riesgos ha empujado a gran parte de la liquidez hacia las bolsas, especialmente en EE.UU. La bolsa estadounidense ha recibido este año flujos récord de más de un billón (con doce ceros) de dólares, cantidad muy superior a la de años anteriores. Como resultado, el S&P ha marcado 70 máximos históricos en el año.

– La liquidez y la falta de alternativas seguras y rentables provoca excesos. Algunos pequeños valores de la bolsa americana como Gamestop o AMC experimentaron subidas de más del 1.000% en escasos días motivadas por la existencia de elevadas posiciones cortas (vendidas) y la influencia de alguna red social que empujó a miles de pequeños inversores a posiciones altamente especulativas. En ambos casos las pérdidas han sido cuantiosas para miles de incautos.

– El peligro del apalancamiento. La liquidación del hedge fund ARCHEGOS, tras sufrir pérdidas de más de $10.000, puso de manifiesto el riesgo del apalancamiento. ARCHEGOS mantenía apalancamientos entre 5 y 8 veces su patrimonio. La liquidación del fondo ha causado cuantiosas pérdidas a unos cuantos bancos de inversión. Afortunadamente fue un mero aviso, y no un preludio de pérdidas en cascadas en los bancos.

– La burbuja de las SPAC se desinfla. Otro exceso del año ha sido el auge y mal comportamiento de las SPAC (Special Purpose Acquisition Company). Estas sociedades en el momento de su salida a bolsa solo tienen caja y su objetivo es adquirir una o varias empresas una vez cotizando. En 2021 han salido a bolsa en EE.UU. 613 SPACs captando 162 mil millones de dólares. Pese a ello, el índice de las 25 mayores SPACs ha retrocedido un 38% en el año.

– El año del bitcoin. La salida a bolsa de COINBASE, la principal plataforma de criptodivisas, ha supuesto un espaldarazo al bitcoin como activo invertible. A su vez, ha puesto de manifiesto la falta de regulación en un mercado donde la misma entidad (Coinbase) puede ser a la vez la bolsa (exchange), creador de mercado, intermediario, depositario e incluso financiador de posiciones. Todo ello sin que se le aplique ninguna normativa y regulación de conflictos de interés. La normativa y regulación de este tipo de activos no tardará en llegar.

– Excesos del arte digital (NFTs). Otra muestra del exceso de liquidez es la cuantía que se ha llegado a pagar por una obra digital NFT (Token no fungible). En una subasta de Christie´s se adjudicó una obra digital por $69 millones.

– La locura del Metaverso. El mundo paralelo virtual que pretende crear la antigua Facebook (Meta) ya tiene sus propios excesos. Así, un inversor (si se le puede llamar así) ha pagado $650.000 por un yate virtual. Una compañía ha sido capaz de desembolsar $4,3 millones por unos terrenos virtuales. En cualquier caso, las grandes empresas de lujo ya están lanzando sus propias colecciones digitales y adquiriendo «locales» en centros comerciales virtuales.

Cuando la liquidez es abundante y los activos seguros y rentables escasos, los excesos proliferan. Los excesos suelen acabar mal. Aunque durante un largo periodo los riesgos no hayan aflorado, no quiere decir que no existan.


Os deseo un feliz año nuevo!!